Ann.
Era sábado por la noche, nos encontrábamos en frente de la casa de Marco, la cual se encontraba atiborrada de gente a la vez que miles de luces de neón atravesaban las ventanas iluminando todo el recinto. La música estaba tan alta que en la otra calle se escuchaba tanto, que dudaba si alguien había llamado a la policía. Mientras yo me arrepentía de haberme puesto ropa de verano, porque, me estaba congelando.
—¿Por que no entramos ya? —la pregunté a Sam dándola un codazo mientras con las palmas de mis manos frotaba mis muslos para darles un poco de calor, pero no funcionó.
—Estoy esperando.
—¿A quien? —la pregunté frunciendo el ceño, mientras ella fijaba la mirada por las dos partes de la calle, buscando como era de obviar a alguien.
No me contestó, pero deducí quien podría ser. Tenía las piernas congeladas y la nariz congestionada, sentía los fríos mechones de mi pelo rozar mi cara como si de hielo se tratase. Observaba a la gente entrar en la gran casa, mientras saludaban a Marco, el cual tenía una amplia sonrisa en su rostro cada vez que recibía a alguien, dudaba si de verdad conocía a todos los que estaban allí, pero igualmente, no perdía la compostura.
—¿Quieres mi abrigo? —me preguntó Sam extendiendo el brazo ante mi con el abrigo en la mano. Lo miré seria y después la mire a ella, la cual de vez en cuando fijaba la vista en el móvil, la casa, y luego a mi. Me negaba rotundamente a pasar la fiesta con ella y con alguien más. A pesar de aceptar casi siempre sus invitaciones de ir con ella a ninguna fiesta, siempre acababa haciéndome la misma, así que opté por irme.
—Lo que quiero es entrar. —rechisté, quitándola el abrigo de la mano, avanzando hacia la casa de Marco a la vez que me lo ponía.
—¿A donde vas? —me preguntó Sam medio gritando, ya que me había alejado bastante de donde ella se encontraba.
—¡Te espero dentro! —la grite cruzando la carretera llegando al porche de Marco.
Al llegar a su puerta, llame unas cuantas veces al timbre, pero con el sonido tan elevado de la música sabía que no me estaban escuchando. Le di unos cuantos golpes a la puerta, algo fuertes intentando llamar la atención de alguien que se encontrara cerca de la puerta, ya que por el gran ventanal que la casa contenía, se podía ver cómo la gente de vez en cuando fijaba la vista en ella, hasta que una chica le llamó la atención el movimiento de la puerta a causa de mis golpes, y se dirigió a esta.
—¡Hola! —me dijo alegre al otro lado de la puerta, con un vaso medio vacío en la mano. Estaba borracha. —¿Como te llamas?
—Ann. —dije cogiendo las mangas del abrigo de Sam y subiéndolas hasta mis manos, intentando así darme algo más de calor.
—Pasa Ann, bienvenida a la fiesta. —la chica se tambaleó un poco al echarse a un lado de la puerta para dejarme pasar, temía que se cayera así que me quede con ella hasta que cerró la puerta y volvió a su lugar de origen.
Avancé a duras penas entre la gente que bailaba al ritmo de la música como si su vida dependiera de ello. Lo bueno de que todos estuvieran casi borrachos era que al empujarles no opusieran resistencia y te dejaran pasar como si fueran una pluma. La fiesta había empezado hace poco más de una hora, y observaba cómo algunas personas salían corriendo de la casa con las manos puestas en la boca, intentando no vomitar en ese instante hasta llegar a la calle, me pregunté por qué había aceptado ir a la fiesta. Sam estaría con esa persona "misteriosa" durante toda la estancia mientras yo me quedaba en una esquina ahogando mis penas en alcohol, viendo como la gente hacia locuras que al día siguiente no se acordarían.
Apoye las manos en la mesa que había al fondo del gran salón, respirando profundamente intentando volver a recuperar el aliento a causa de todos los empujones y agobio que había soportado en unos escasos siete metros. Maldecir en ese momento no haberme llevado el inhalador conmigo.
Alcé la mirada y me encontré con todo tipo de alcohol encima de la gran mesa, a mi derecha se encontraban miles de vasos de plástico amontonados y tirados por la gran mesa, algunos casi llenos y otros roto. A mí derecha se encontraban los platos de los tentempiés los cuales quedaban dos escasos platos con algo de restos de comida en ellos, se habían comido todo y estaba muerta de hambre. Después de unos minutos normalizando mi respiración gire la cabeza en dirección a la puerta, y a pesar de que no paraba de entrar gente, ninguna de esas personas era Sam.Ya me empezaba a desesperar así que salí afuera, saque un cigarro del paquete que contenía en mi bolsillo y me lo encendí. La gente salía y entraba de la casa cada dos por tres, después de vomitar, claro. Yo todavía no le había servido ni una copa, aún que viendo como acababa la gente, se me quitaban las ganas.
—Fumar mata —me dijo una voz masculina por detrás de mi nuca, mientras se acomodaba a mi lado.
—De algo tendré que morir, ¿no? —rei mientras tiraba el cigarro ya consumido al suelo y lo pisaba para apagar la última llama que le quedaba. Gire la cabeza hacia mi derecha, y vi que artículo una sonrisa.
—Pues si te soy sincero no me esperaba que vinieras. —me dijo mientras le pegaba un sorbo a su vaso, el cual desconocía lo que contenía.
—Bueno, tampoco te esperes nada de mi Hayden. Solo he venido por lo amiga.
Rió y me miró mientras dejaba el vaso ya vacío en el suelo y se sentaba en el suelo, con los codos acomodados en sus rodillas mientras con las manos jugueteaba con los dedos.
—¿Y tú amiga? —me preguntó.
—Pues si te soy sincera —suspiré— no lo sé, con un chico supongo.