Ann.
—Bueno, en verdad me da igual.
Comentó Sam a la vez que le daba un largo trago a su vaso de café, el cual estaría ya frío después del numerito que se había formado minutos atrás. —He oído que va a haber una fiesta este noche...—No
—¿No qué?
—No pienso ir.
Pegué un gran mordisco al trozo de lechuga y tomate que contenía el tenedor observando la cara disgustada de Sam, que me miraba fijamente, esperando que de un modo u otro cambiará de opinión.
—¿De quién es la fiesta?
—De un chico que va conmigo a clase de turismo, se llama Marco.
Asentí con la cabeza mirándola, mientras pegaba un largo trago al vaso de agua. No pude contener la risa al observar su cara, la cual había cambiado completamente al oír mi pregunta a una cara llena de vivacidad.
—¿De que te ríes?
—No te hagas muchas ilusiones.
Terminé de comer y aparte el plato vacío con la mano hacia el centro de la mesa, mientras rápidamente me levantaba de los asientos y me dirigía al baño. Había dos puertas las cuales tenían el mismo símbolo, el muñequito con la falda. Me resultó bastante extraño que hubiera dos baños iguales para el mismo genero. Opté por pasar al de la izquierda, ya que, uno u otro daba exactamente lo mismo, prácticamente eran los dos iguales.
Me dirigí a los lavabos y me lave las manos y la cara cuidadosamente, revisando mis dientes a ver si no había ningún rastro de lechuga entre ellos.
Después de terminar, me dirigí al secador de manos el cual se encontraba a mi izquierda y metí debajo las manos, esperando a que el calor del vapor secara rápido mis manos para salir cuanto antes de aquel sitio.
De repente, una puerta de los lavabos se abrió bruscamente ocasionando un estampido increíble, pero más me asuste cuando vi a un tío salir del baño subiéndose la bragueta, no pude evitar pegar un chillido ante la situación tan inesperada.
—Joder, que puto susto. —dije mientras me incorporaba por el susto. Al girarme unos segundos pude percatar que el chico también se había asustado por causa de mi grito, ya que se encontraba con una mano apoyada en la puerta y la otra sosteniéndose la cabeza, mientras no paraba de reírse.
—¿Que haces aquí? —dijo acercándose a los lavabos para lavarse las manos. Su rostro y su voz me sonaban considerablemente, hasta que después de observándole lavándose las manos, caí en quien se trataba.
—¿Hayden no?
—Si, Hayden. —comentó entre risas.
—Bueno, Hayden, este es el baño de las chicas, la pregunta es que haces tú aquí.
Cerró el grifo y cogió un cacho de papel, mientras se secaba las manos con el papel restriegandolo entre ellas con una media sonrisa en la cara, no sabía que le hacía tanta gracia, y me empezaba a poner algo intranquila.
—Perdona que discrepe, Ann —dijo mirándome con una mirada burlona, todavía seguía sin borrar la sonrisa de su cara. —pero este es el baño de los chicos.
Fruncí el ceño algo desconcertada ante su contestación. Iba a acercarme a la puerta para ver si me había equivocado y la falda del muñeco había sido fruto de mi imaginación.
—Alguien muy gracioso a dibujado una falda en el muñequito, sabía que alguien iba a caer. Lo iba a limpiar, pero me estaba meando.
—Que bien. —dije frotando mis muslos, algo avergonzada. —bueno, creo que.—
—¿Iras a la fiesta? —me preguntó mientras tiraba el papel húmedo de lleno a la papelera para después dirigirse a mi. No sabía si se refería a la fiesta del amigo de Sam o a otra cualquiera.
—¿A la de Marco? —asintió—No creo, no tengo cuerpo yo hoy para más fiestas.
Suspiró y se dirigió a la puerta, quedando a mi derecha mientras posaba una mano en el pomo.
—Espero verte allí.
Dicho esto salió del baño dirigiéndose a lo que deducí las cocinas. Reí ante la situación surrealista, mientras volvía a verme en el espejo, tenía las mejillas rojas como un tomate, normal que no parara de reírse todo el rato. Me volví a lavar la cara y salí del baño para reunirme de nuevo con Sam.
—¿Quien era ese? —Sam se encontraba al otro lado de la puerta señalando las puertas de la cocina.
—¿Me has espiado? —dije sonriente mientras la veía reírse.
—No, pero has entrado al mismo baño que el y salís a la vez, ¿que has hecho?
—Ese es Hayden, y me lo he encontrado ahí por casualidad.
—¿Ese es Hayden? —dijo sin apartar la mirada de la mía mientras que con la mano señalaba la puerta de la cocina. —¿Y tiene novia?
La di un pequeño empujón en el hombro, mientras la oía reírse por detrás. Deje el dinero correspondiente de la cuenta y salimos de allí, dirigiéndonos de nuevo a la universidad.
***
—No pienso ponerme esto. —la comenté a Sam mientras me miraba en el espejo de la habitación. Sam había elegido un vestido rojo con un escote bastante pronunciado y un cinturón en vez de la parte de abajo para ir a la fiesta. Cada vez que me miraba en el espejo, más feo me parecía el vestido.
—Pero si estás genial. —comentó mientras salía del baño guardando algo de maquillaje en un pequeño bolso el cual se colocó debajo de la axila, observándome de arriba abajo con una sonrisa.
—No pienso ir con este vestido Sam, vamos, ni de coña.
Suspiró y tiro el bolso en la cama, cruzando los brazos mientras me miraba, indignada ya que el vestido, como no, era de ella.
—¿Por que tienes que ser tan cabezona?
—Déjame cambiarme.
—Vale, pero ponte algo que sea medianamente elegante, por favor.
Suspire aliviada y me dirigí al armario, buscando algo "medianamente normal" para ir. Ni yo sabia el por qué había aceptado ir a la fiesta de ese chaval, pero ¿por qué no? Además de tener algo de vida social, tenía que cuidar de Sam. Cogí una camisa blanca de cuadros la cual me llegaba por los muslos y unos vaqueros negros cortos, ya que, a pesar de ser septiembre y de noche, hacia bastante bochorno. Al coger la ropa mire a Sam, la cual miro la ropa la cual contenía en la mano con desprecio y negaba con la cabeza repetidas veces. La ignoré y me dirigí al baño rápidamente a cambiarme, la fiesta empezaba en veinte minutos y yo seguía con este vestido el cual me cortaba la circulación.
—Te dejó cambiarte con una condición. —dijo Sam dirigiéndose hacia mí con paso firme, abriendo la puerta del baño. —Si me dejas maquillarte.
Alcé una ceja en señal de incomprensión, no solía maquillarme casi nunca y lo veía algo totalmente innecesario en mi, ya que maquillada o sin maquillar, seguiría viéndome igual, pero accedí, lo bueno es que Sam no era muy abundante en temas de maquillaje, si no se trataba de una cita, claro. Sonrió de oreja a oreja y tiro bruscamente de mi introduciéndome en el baño, cerrando la puerta tras de sí.