Sábado, 21 de diciembre de 2007
(Barcelona, España)
Ni los besos ni caricias de María Pía me habrían podido derretir como lo ha hecho Arantxa. Y lo peor de todo es que ella no lo sabe y la promesa que le hice a su hermana es prueba de ello. Ahora todo tiene sentido en nuestra atropellada relación; pero, ¡por qué tenías que ser tan necia y darme una mentira tras otra!
No hay manera de justificar las malas decisiones que tomaste para alejarme de tu lado, por más enfermedad que tengas y se lo dije a Valeria. Quizás creyó que te perdonaría e iría a tus brazos. La Mila de 19 años tal vez lo hubiese hecho, yo no. Cumplo mis promesas y recuerdo muy bien que el primer día decidí cobrarme el juego de Nueva York. Y lo haré española.
Reviso una vez más la hora en el reloj de la cafetería, donde siempre frecuentaba al salir de la universidad, y vaya que he llegado temprano, aún faltan diez minutos para las tres. Pía me había citado a las 14:59, a esa fascinación por la puntualidad le logré descubrir el significado al sumar las cifras, siempre resultaba 19. Todo un enigma la españolita.
La leche con chocolate ya se encontraba tibia de tanto darle vueltas a la cucharita. El invierno en España me encanta, días fríos y algo húmedos con un cielo grisáceo sin llegar a entristecer tus mañanas. Y hoy fue mi última mañana; apenas logré conciliar el sueño al tener fugaces recuerdos de los meses pasados. Definitivamente este país me ha marcado más de lo que esperaba: amistades, aventuras, juegos... mucho que echar de menos.
Al darle una última mirada a la hora, me pongo de pie e ingreso a la cafetería. Al instante reconozco la melena castaña de Pía, acomodada en una de las butacas mientras sus ojos hinchados y enrojecidos no dejaban de admirar los autos que cruzaban la calle.
- Incluso en la última cita no olvidas la exactitud en la hora. – Exclama al verme
- Aprendí lo mejor de mi mestra. – Respondo con la intención de que se ría, pero solo logro que sus ánimos bajen.
En serio que no deseo preguntarle. Sé muy bien la respuesta.
- ¿Ya tienes todo listo? – Habla con una mirada tímida.
- Sí, ayer pasó el servicio de equipaje e imagino que en los próximos días llegarán mis pertenencias a Moscú.
- Viajarás ligera como el viento.
- Ya sabes, celular y tarjeta de crédito. No hay mejores acompañantes.
Acompaña mi risa por unos segundos, pero al terminar me contagio de su sombría aura.
- Mila, no te lo he querido contar hasta ahora, pero tal vez pase una temporada por Estados Unidos.
- ¿En serio? – Me emociono de sobremanera. – Si puedes me visitas.
- Claro que sí. Quiero tomarme una temporada sabática antes de empezar mi último año de universidad y si mi papi acepta, ya nos estaremos viendo.
- Me estás dando unas ideas para jugar. – Muerdo mi labio inferior para alocar sus hermanas. – Además, como Phoenix podremos tener algunos encuentros por allá.
Nos comemos con la mirada, igual que en esa noche en Praga y me doy cuenta que nada ha cambiado entre nosotras.
- Te tengo algo para que leas en el camino.
De su cartera extrae una carpeta roja, la coloca sobre la mesa y la desliza hasta mis manos. Pestañeo, desconcertada por lo que puede contener.
- Recuerdo habértelo dicho la noche pasada, incluso no estaba tan borracha en ese momento. – Suspira – Me enamoré de ti, porque eres la única que ha logrado sacarme de mis casillas y hacer que valore cada segundo que paso a tu lado.
- Pía - Sonrío al verla profundamente a los ojos. – lo nuestro...
- Cada vez que tus labios se elevan logras que mi corazón vibre con locura. – El rubor se apodera de sus mejillas, seguido de una sombra de necesidad y dolor. – No tienes idea de cuánto odio y envido a esa persona que logró tocar tu corazón antes que yo.
Se pasa la mano por su largo y castaño cabello, casi como temiendo mi reacción.
- Los papeles que encontrarás ahí es la vida completa de ella – señala hacia la carpeta. - La mandé a investigar, quería conocerla para descubrir que te enamoró de ella. Pero con el pasar de los meses me di cuenta de que nunca te fijarías en mí. Y he preferido regalarte sus secretos.
Sus palabras me toman por sorpresa y siento que el vacío por conocer a Arantxa tiene una oportunidad de ser llenado.
- ¿Leíste algo...? – Pregunto aún atónita por tener entre mis manos la explicación de las máscaras de Arantxa.
- No, Mila. – Sonríe – Así de sellado como lo ves, me lo entregaron hace un par de semanas. Tuve curiosidad, no te lo niego, pero reservé esos honores para ti. Ahora es tuyo, si quieres bótalo o léelo mil veces. Es tu decisión.
Cierro los ojos y niego con la cabeza. Pero ni yo misma me lo creo y me atrevo a hablar de ella por primera vez frente a Pía.
- Arantxa me rompió en mil pedazos, me hizo creer en el amor y por un egoísmo suyo logró matar ese sentimiento de la peor forma. – Me encojo de hombros al decir lo que he guardado durante todo este tiempo.
- ¿Le darías otra oportunidad? – Pregunta con frialdad.
Trago saliva, sin lograr articular un enorme "¡NO!" Es casi como si alguien estuviese escribiendo mi vida y esperase el momento justo para reencontrarme con Valeria y Daniela.
- No... lo sé muy bien. Lo único que deseo es verla experimentar el infierno en el que estuve.
- Ha pasado un año, ¿no? Te apuesto a que no sentirás lo mismo una vez que se vuelvan a encontrar.
- Así la viera ahora mismo, no me lanzaría a sus brazos. – Sentencio de forma sincera.
- Cuando conozcas a alguien que te haga sentir que no puedes vivir sin ella, significa que la amas. – Susurra.
- ¿Eso sientes por mí?
- Mila, estoy dispuesta a dejarte ir. – Una lágrima resbala por su mejilla. – Has logrado que vea colores en el mundo gris donde he vivido todos estos años. No hay mejor regalo que ese.
Siento la tristeza, la preocupación y sinceridad con la que habla. Entrelazo mis manos con las suyas, las presiono con cariño y me repito una y mil veces: ¿Por qué no puedo sentir por nadie más al menos la mitad de lo que Arantxa me hizo vivir?
Nunca la engañaría dándole una falsa esperanza, no como lo hice con Lexa y terminé matando sus sentimientos de la peor forma.
- Mejores amigas, Pía. – Digo cariñosamente.
- Las mejores. – Responde sonriente.
Nos damos el último beso en España. Cálido ysuave, como nuestra eterna amistad.
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¿Jugamos? Domíname
RomanceUn corazón no destrozado, pero sí muy congelado. Lo único que necesitaba Mila era alejarse y qué mejor que pasar un año en Barcelona. Pero en una fiesta conocerá a Cartavio. Una chica muy segura de sí misma y llena de pasión. Una combinación explosi...