Capítulo 4

11.7K 592 149
                                    


­Martes, 24 de enero de 2007

(Sierra Nevada, Granada)

Mila

Mis brazos ya se habían relajado lo suficiente bajo el agua tibia de la bañera. Había sido una tarde inolvidable, no creí que me gustaría tanto el sentirme controlada por otra mujer. Y aunque Pía se comportó de esa manera tan dura, en ningún momento dejó de preocuparse por mi bienestar. La noche ya había caído, pero aún teníamos que vernos para cenar. Cuando esperas ansiosa que suceda algo, los minutos transcurren muy despacio.

Habíamos quedado para conversar sobre este primer juego: si me gustó o no lo que hicimos; quizás cambiar algo o subir el nivel de control. Las ideas me tenían fascinada. Y es que me había gustado muchísimo sentir su cuerpo con el mío, respirar su perfume y saborear esa deliciosa voz dándome órdenes.

Sin embargo, esta nueva sensación me tiene intranquila. No sé muy bien de qué se trata; con Arantxa jamás la experimenté. Va más allá de ser dominada por la españolita. Es una especie de excitación a causa de haberme doblegado por completa ante su imponente presencia. Sonrío como una tonta al recordar cada minuto que pasamos en su dormitorio. Y pensar que estuve a punto de negarme a jugar por sentir que traicionaba a Arantxa.

Mientras me colocaba la ropa interior sonó mi celular. Casi saltando lo tomé de la mesita de noche, ansiosa por que sea un mensaje de ella.

"Rusa, abrígate bien que iremos a cenar bajo la nieve. Es la única forma de bajar nuestra temperatura"

La ansiedad por verla, logra que me vista con más prisa. Mientras el ascensor desciende, abrocho los botones de mi larga chaqueta acolchonada. Al cruzar la puerta no tardo más de un par de segundos en encontrar a Pía en el vestíbulo del hotel. Su mirada de niña alegre me causa desconcierto luego de haberla tenido en "modo dominante". Está sentada en los sofás cerca de la chimenea, conversando de lo más coqueta con un grupo de jóvenes esquiadores.

Sus ojos esmeraldas grisáceos caen sobre mí y se encienden al instante. Hace un gesto para que me acerque. Aprovecho para caminar sensualmente y así robar miradas hacia mi anatomía. Los chicos me miran sin descaro alguno. Aunque llevo ropa que no ayuda mucho a realzar mis curvas, sé que soy muy hermosa para cualquiera.

- Les presento a mi amiga Mila. – Exclama Cartavio de forma efusiva.

- ¡Hola, que tal! – Agito la mano amistosamente hacia todos.

Algunos de ellos siguen con la boca entreabierta. Examinándome cada centímetro de mi rostro de ángel. Como si creyeran que tienen alguna oportunidad conmigo. Y antes que pudiesen articular media palabra, Cartavio se despide con su exquisita soberbia.

- Este par de hermosuras tienen una cena. Luego nos vemos muchachos. – Manda un beso volado sin dirección.

Retorciéndonos de risa salimos del hotel. Necesito saber cómo diablos Pía puede seducir a las personas con tanta facilidad. Los tenías comiendo de su mano. Eso me falta aprender, a ser una seductora nata.

Al salir me coloco la capucha de mi chaqueta, había empezado a nevar con intensidad, y empiezo a preguntarme si de verdad cenaremos en un lugar descubierto.

María Pía

Con ese grupo de chicos necesitaba recuperar mi ego dominante, saber que seguía latiendo con fuerza. No me quejo de la tardecita entretenida que he tenido con la rusa. Pero ha sido demasiado. Hasta para mí.

¿Jugamos? DomínameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora