IV

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A él nunca se le permitió andar por caminos de rosas, quizá por eso era tan seco y duro o quizá solo fuese el resultado de siempre haber sido objeto de vanidades. Nunca nadie se le había acercado solo por querer conocerle y entablar una conversación común y corriente, exceptuando a Miguel; estaba ya cansado de ser ese a quien se le podía  sacar beneficio, por lo que estar en esa situación, sin dinero y a punto de perderlo todo, le parecía de cierta forma maravilloso, un alivio, relativo claro, porque ahora sobre sus hombros estaba el peso de salvar a su familia de la ruina.

Le habían llamado a aquel día mientras estaba en clases. Su padre había tenido un accidente; ahí fue cuando todo empezó a ir mal.

— Hay una forma de que la empresa se recupere —dijo Goris, un empresario amigo de su padre— Asóciate a mi empresa y prometo no dejarla caer— solo había silencio.

—¿Qué podríamos tener mi empresa y yo? Esta no es la primera vez que me lo pides.

—Lido, eres mi amigo. Lo único que deseo es una cosa. —Lido no sabía qué esperar, pero lo que Goris pidió estaba lejos del contexto laboral.

Emmbry estuvo cada tarde en la clínica, vio caminar a mucha gente de un lado a otro y se preguntó si al igual que él perdían algo. Pasaron días, pero no las malas noticias: su padre no volvería a caminar.

—Emmbry, necesito hablar contigo— había pedido que salieran todos a excepción de su madre de la habitación — Sé que no has sido muy dado a eso de las relaciones formales, pero quizá puedas considerar la opción de hacer negocios de una manera distinta. —Emmbry lo miraba fijamente esperando más explicación, pero Lido tenía un nudo en la garganta que cortaba cualquier intención de decir algo.—Emmbry... ¿te casarías con la hija de Goris?

Solo se rió ante la idea— Tiene que ser una broma.

—Emmbry, por favor. Goris me lo ha pedido varias veces y éste es el momento. Lo necesitamos. —Él lo sabía, hacía un gran esfuerzo su padre para pedirle esto.

—No, no es posible. Lo siento, pa.

—Pero ya tuviste algo con ella, ya la conoces, ¿qué pasa ahora si estabas loco por ella?— dijo su madre.

—Sí, pero no puedo— su cabeza buscaba una razón que argumentar para zafarse, tan solo una opción, pero la lista de mujeres que le gustaran más que ella, que estuviesen solteras y estuvieran dispuestas a montar una farsa con él, era jodidamente corta.

—¡Por el amor de Dios! ¿Vas a dejar que todo se caiga a pedazos?— Ana tenía novio, Lisbeth también, Annie no era muy colaboradora—  ¿Por qué no puedes ayudar con eso? Sé que mueres por volver con ella— el chirrido de la voz de su madre no le dejaba pensar— ¡Emmbry!

—¡Embaracé a Rei!— dijo al fin exaltado. Sintió levantarse un peso por un segundo y pudo respirar, pero qué silencio.

Había encontrado al modelo perfecto. Ella le debía un favor, sin embargo tendría una gran historia que inventarse porque por ninguna razón, por fuerte que fuese, volvería con Scarlett; cuando decidió sacarla por completo de su vida, juró no volver a pisar su terreno y sacó todo lo que tuviese que ver con ella, cualquier cosa que hubiese guardado...porque era así, ella nunca aportó nada, era él quien siempre buscaba guardar, cuidar, mantener. Había sido un estúpido romántico con ella, se había comportado como un perro muerto de hambre; pero su orgullo podría más y, si de extremos se hablaba, él sabía de la práctica.

Menos un PezónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora