Llegó tarde esa noche, no tendría mucho tiempo para pensar cómo daría la noticia. Nunca había llevado un novio a casa, ya que nunca lo había tenido, y no sabía qué debía decir en una situación como esa en la que se suponía que había un fruto de un roce más profundo que un beso.La mañana llegó más rápido de lo esperado, al abrir los ojos sintió que acababa de despojarse de los zapatos. Se levantó e hizo la rutina diaria lo más lento que pudo. Con el miedo metido por entre las costillas, trató de salir de su habitación sin temblar, trató de pensar que sus padres no se escandalizarían, trató de recordar que debía respirar; entonces llegó al comedor y vio a su familia, entonces... el temblor volvió.
Todos le sonrieron desde sus asientos, ella besó la mano a sus padres y se sentó a la mesa al tiempo que su madre empezaba a poner cosas en su plato alegando que estaba muy delgada; en ése momento pensó en lo fácil, relativamente hablando, que sería decírselo a ella.
Empezó a ver el panorama: a su hermano se le había derramado el chocolate en la camisa del uniforme, su madre saboreaba su desayuno con ojos cerrados y su padre leía el periódico; entonces empezó a rememorar lo que durante la noche había pensado. Primero se lo diría a su madre y, luego de que ésta le enterase de lo más básico, hablaría con su padre; después de eso, solo quedaría recoger sus cosas e irse. Sonaba tan fácil.Uno por uno fue levantándose de la mesa. De primero su padre, quien tenía que estar en el trabajo faltando diez para las ocho; luego su hermano, el cual se iría con él y al que le faltaban aún los zapatos. Pero su madre, como lo había planeado, aún seguía allí.
—Ma...—empezó a mover algo en su plato—tengo novio.
Elena, su madre, quien tenía los ojos aún cerrados, los abrió— ¿Acaso hablas de tu novio imaginario?
Tratando de no filtrar las palabras, abrió la boca y dejó salir cualquier cosa que fuese a hacerlo—Estoy ligeramente embarazada.—hubo un silencio largo, como cuando se ha contado un chiste malo.
—¿Ligeramente?
—Sí, por ahora estoy ligera.
La mujer sonrío—Habíamos dejado de jugar a las prostitutas, Rei.
Ríete. Pensó. —No má, hablo en serio.— entonces se cortó el aire que las rodeaba. Rei no pudo reconocer lo que por sus ojos pasaba, tampoco pudo concentrarse para idear un buen comentario, una fantástica acción o, por lo menos, una simple frase; Elena aún la miraba y le pareció que era el momento de la retirada. Se marchó pensando que la dejaba ahí con la cabeza hecha un lío y decepcionada.
Alba le había advertido de las posibles reacciones. Ella sabía mucho de eso. Tenía algunos diecisiete cuando quedó embarazada y decirlo a sus padres le costó un pasaje directo a casa de Miguel; tuvieron a arreglárselas solos desde temprano, así que si de experiencia hablamos... sí, tenía suficiente.Rei no se daba cuenta de que cambiarían las cosas y, ésa vez, con un acento incorregible. Ella simplemente no sabía de esas cosas, seguía siendo como en aquel tiempo en el que conoció a Emmbry... tan en las nubes, tan tonta, siempre errónea, estúpidamente convencida de que algún día su existencia sería alumbrada por algo fuera de serie, pero atada a una espera que no daba frutos. Ella seguía siendo la misma que tenía miedo a cambiar.
La pregunta principal en todo esto era: ¿cómo había accedido al plan ése? Hacía tiempo que ya no era un deseo, sino una necesidad el irse de casa. Quería independencia y quería, al menos, imaginar que se iba con el hombre que la amaría por el resto de su vida; gracias a Dios, su imaginación era realmente buena ya que Emmbry estaba lejos de serlo.
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Menos un Pezón
DiversosEstaba bebiendo café, pero sentí un vacío del lado izquierdo que me hizo mirar y, ahí, fue cuando descubrí que algo faltaba. Busqué bajo mis sabanas, en la almohada, en la cocina, por toda la sala; pero fue inútil, había dejado mi pezón a su vera ro...