Capítulo 8

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Felicitas se dio  cuenta de que no estaba respirando y repentinamente abrió los ojos al  tiempo que tomaba una bocanada de aire. Había soñado que volaba y caía al vacío, como muchas otras veces. Solo que ahora podría haber sido real. No sabría decir si era suerte que el murciégalo no la hubiera dejado caer.
Sentía que viajaban hacía una semana, aunque seguro era mucho menos.
Cada vez que paraban era en árboles lo suficiente de alto como para dar mas  que vértigo. Certerus siempre los dejaba en la rama mas fina e incómoda, con probabilidades de no quebrarse, que encontraba. Mientras, el dormía en la mas firme y cómoda.
El mensaje era claro. O se mantenían al margen callados y quietos o se caían a una muerte segura. Esas tardes Felicitas y Oswald no habían pegado un ojo, tratando de aferrarse al árbol que se sacudía con el viento.

Ahora volaban mientras se iba asomando el sol. La  chica tenía el hombro dormido porque el muy considerado murciégalo había decidido transportarla siempre del mismo lado derecho. Como si las marcas que le  dejó fueran un enchufe de donde llevarla.
Un enchufe que nunca cicatrizaría a menos  que dejaran de volar. Y ese momento era ahora.

Después de comprobar por décima vez que Oswald seguía allí, y no había sido lanzado por los aires, la chica miró hacia el frente y casi se traga una mosca que volaba por ahí de la sorpresa.
Verde. Árboles color verde.
Las plantas doradas contorneaban un círculo de plantaciones verdes. En el centro se encontraba un edificio antiguo con torres en las esquinas. ¿Un castillo?¿En qué año se quedaron? Estaba construido completamente de mármol blanco y pulido.

- ¿Por qué cambia el color de las plantas?- Felicitas tenía la voz débil y rasposa. No se había dado cuenta de que no había hablado en casi cuatro días. Se había comunicado con Oswald por medio de gestos.

- Necesitan el oxígeno de estos árboles- al parecer el había escuchado su pregunta. Se llevó la mano derecha al brazo izquierdo-. Necesitamos parar. Pero no en este lugar.

Comenzaron a volar cada vez mas bajo, contestando sus dudas de si bajarían ahí. Felicitas no tenía idea de lo que harían una vez abajo. Solo sabía que tenía que pensar en algo, rápido.

- ¿Oswald?- susurró. No obtuvo respuesta, y si hablaba mas fuerte Certerus escucharía con sus horribles orejotas que planeaban escapar. Así que volvió a intentar susurrando- Oswald.
El la miró sorprendido. Luego entendió lo que quería decirle y negó con la cabeza.

Felicitas frunció el ceño- ¿Qué?- preguntó confundida.

Oswald señaló con el brazo derecho hacia abajo y ella, decepcionada, entendió. ¿Como no se dió cuenta antes? Al rededor del palacio, en las grandes puertas y planeando en el aire, había decenas de murciégalos vigilando.

Antes de que pueda contestarle, bajaron rápidamente en picada hacia la ventana de una de las torres. Felicitas gritó por el dolor que se extendió desde su hombro hasta la punta de sus pies.
Cuando estuvieron adentro, Certerus los tiró desde el aire como quien tira basura y cayeron sobre un duro piso de mármol.
Pudo ver que a su lado Oswald, quién había caído de espaldas, se había quedado sin aire por un instante. Habría ido a ayudarlo de no ser que no se podía mover.
Hizo un esfuerzo para levantar la cabeza y apoyar el mentón en el suelo.
Enfrente de ellos había un hombre vestido de pura ropa blanca. Incluso su cabello era blanco y sobre el reposaba una corona de oro con un pequeñísimo murciélago, también de oro, en la parte delantera.
Su mirada segura y desafiante demandaba autoridad y respeto. Pero Felicitas intuyó que no se lo merecía cuando les sonrío maliciosamente.
Certerus se arrodillo en una reverencia frente a él.
- Rey Dónome. Mi señor.


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⏰ Última actualización: Feb 20, 2017 ⏰

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