D i e c i o c h o

4.5K 357 119
                                    

Noviembre 23, 2017.

R A C H E L    P R I C E.

El frío cala por mis huesos a pesar de las mallas debajo del vestido. Siento que he vivido mil vidas y aún siquiera he llegado a la puerta.

Quizá no tendría tanto frío si no hubiese decidido sentarme en el porche en vez de entrar. Sostengo mi teléfono entre las manos, sin saber con seguridad qué hacer. Me gustaría llamar al abuelo, sólo que desde aquella noche no lo he hecho, y de no haber recibido llamadas de su parte me hacen crees que no están las cosas del todo bien con él. Me hace sentir como si una piedra estuviera sobre mi peso.

Elevo la vista y observo una ligera capa de nieve empezando a caer. Debería entrar.

Pero... vamos, es acción de gracias, debería llamarlo también, ¿no?

Mi memoria recuerda aquellas noches donde yo no me encontraba sentada fuera del porche de Mel, y en su lugar, estaba disfrutando. Esos momentos que parecen tan efímeros después de todo.
Cierro los ojos y cuando los abro estoy decidida a hacer esa llamada.

Tecleo los primeros números que ya me sé de memoria pero antes de acabar el teléfono es arrebatado de mis manos. Por un momento me preocupo de que sea un ladrón, pero luego recuerdo el lugar donde vive Melanie y la idea es absurda. Brent me espera con ojos entornados, mi teléfono en sus manos y los brazos cruzados.

—Ni creas que lo llamarás.

Hago una mueca—. Quería llamar al abuelo.

—No, tú no querías sólo eso.

Me levanto, sacudo la nieve de mi abrigo y estiro la mano hacia él.

—Brent, es mi...

—Me vale un comino quién sea. No lo vas a llamar, no merece eso. Me quedaré con esto —levanta el teléfono en sus dedos.

No tengo ganas de discutir con él así que sólo resoplo. Sus brazos me envuelven acercándome a él y con voz reconciliadora me dice:

—Feliz acción de gracias, sister.

Paso mis manos por sus hombros.

—Lo mismo digo, rubio.

Su cabeza se apoya en la cima de mi cabeza.

—No lo necesitas a él, Rae. Nos tienes a nosotros.

Suspiro.

—Lo sé, Brent. Es sólo que a mi memoria le encanta jugar con mi mente en éstas fechas.

Ríe a secas. Deposita un beso en la coronilla y se separa. Ahí noto que sus padres están bajando de la camioneta, voy con ellos y los abrazo.

—Felicidades Julián. Felicidades Marla.

—Rachel, pequeña, felicidades también a ti, ya verás que nos la pasaremos bien —Marla me da una sonrisa conciliadora que yo recibo con afecto.

—¿Traes tu pastel de calabaza, Marla? —murmuro. Si, no podía durar mucho sin preguntarlo, son completamente deliciosas.

¿Quieres ser mía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora