V e i n t i d ó s

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Diciembre 24, 2017.

R A C H E L P R I C E.

Mi valentía duró aproximadamente un par de horas en las que me movía hasta llegar. Pero se esfumó tan pronto lo hice, dándole lugar a una incesante incertidumbre carcomiéndome.

Simplemente decidí que esto era algo que tenía que enfrentar en uno u otro momento. Tomé el primer metro que me trajera y caminé los pasos que me alejaban, pues pensar en quedarme esperando mientras una sensación de miedo me desgarraba no era opción.

No podía darle más tiempo de mi vida.

Dos semanas atrás había sido mi último episodio de ansiedad.
Melanie sabía que eso me ocurría muy pocas veces, y en definitiva no eran tan graves como los suyos. 

Y desde entonces tenía esta sensación de querer alejarme de él. Se sentía como algo que necesitaba hacer, ya no era sólo algo que quería.

Aunque por dentro la determinación fluía, por fuera no era recíproco. Porque algo tenía clarísimo: era una mala idea, no, era una pésima idea.

Pero aún así estaba dispuesta a llevarla a acabo, fueran las consecuencias, al final de cuentas: ¿no podría ser peor, no?

Así que aquí me encontraba.
No pude evitar que mis ojos buscaran recuerdos en la calle.
Y sentí la alegría y euforia de esos tres niños; dos rubios y una castaña. Y sonreí enternecida.

Enfoqué mis ojos en la puerta y suspiré como si eso pudiese hacer que mis nervios se alejaran, antes de recorrer el patio delantero de lo que algún día fue mi hogar.

Y la ironía me golpeaba duro. Bastante duro.

Con caso paso que daba mis pies se volvían cada vez más pesados, y me era inevitable no ir bajando el ritmo.

Los dolorosos recuerdos no paraban de llegar. Me era inevitable no pensar en todo mi pasado.

Su sonrisa. Más que nada recordaba su sonrisa.

Pensaba en lo que solían decir, que era mucho mejor recordar las cosas buenas que las malas, lo que no decían era que recordar cualquiera de las dos dolía horrores.

Pero estaba decidida.

Mi celular vibró en mis pantalones, lo había puesto en silencio para evitar interrupciones y que me arrepintiera de esto. Lo ignoré.

Alcancé la puerta y a pesar del temblor de mis manos logré hacer un puño y tocar.

Adentro se escuchaban murmullos de voces, y el sonido de una canción reproduciéndose.

Esperé a que la puerta se abriera, y ésta vez la ironía no fue la que golpeó, ésta vez fue la realidad aventándome desde un rascacielos impactando todo el frío en mis huesos de una sola corriente.

Al parecer en eso me había convertido hoy, en un saco de boxeo listo para golpear.

Sus ojos, iguales a los míos, enfocaron mis rasgos mientras la estupefacción se hacía presente en su rostro.

—Maddelyne...

Eso fue un golpe a mi corazón.

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