Capitulo 4: Discusiones y vecinas cotillas.

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Hoy era el primer día de los chicos en el nuevo instituto. Por fuera se veía como uno normal, con unos bancos a la entrada, parada para autobuses, y un buen tramo de césped en el que muchos estudiantes estaban sentados, unos escuchando música para despejarse un poco y otros formaban grupillos para hablar de diversos temas.

Cuando bajamos de mi BMW x6 todos nos miraron. Unos contemplaban a mi coche, otros a mis piernas descubiertas por la falda de mi vestido favorito y otras al adolescente de dieciséis años que tenía al lado.

Nos dirigimos hacia las puertas de cristal y una vez dentro nos dirigimos a secretaria. Una vez ahí le preguntamos a la amargada señora de pelo gris y cara de bull dog dónde se encontraba el despacho del director. Ella nos respondió casi por inercia, como un robot. Nos dirigimos hacia donde nos había indicado y una joven secretaria nos dijo que entraramos al despacho.

Después de quince minutas el director seguía mirando mis piernas descaradamente mientras nos daba un a charla de cuan maravilloso es su instituto. Cuando terminó le dió a los chicos sus respectivos horarios y al salir del despacho cada uno se dirigió a sus respectivas clases mientras yo me dirigí otra vez hacia el aparcamiento.

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Al llegar a la oficina ya nadie se estrañaba de verme entrar con Frankie en brazos y sus respectivas cosas cargadas en mi hombro mientras que con la mano libre cogía mi maletín ya que llevaba viniendo de esa manera todos los días desde hace poco más de una semana.

Llegué a la mesa de Ellie y le tendí a Frankie con sus respectivas cosas de bebé.

-Ya le dió de comer su hermana de esas verduritas blandengues. En serio no entiendo como le pueden gustar esas cosas.

- Es un misterio con el que tendremos que vivir- respondió ella mientras jugaba con las manitas de Frankie.

Ella era de la única persona en la que podía confiar para que no envenerara a mi pequeño sobrinito ya que ella había cuidado sola a su hijo y el estaba más sano que un roble.

- Por favor Ellie, que nadie pase a mi despacho.

-Entendido jefa.

Le dediqué una sonrisa antes de adentrarme a mi despacho.

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A la hora de la cena les pregunté a los chicos que tal había sido su primer dia. Colton no paraba de parlotear de el número de amigos que había hecho y de las cosas que hicieron en clase. En uno de esos momentos que aprovechó para comer le pregunté a Carla si había hecho alguna amiga y si en el instituto hay algún chico interesante. Cuando le pregunté lo último se poso roja como un tomate.

- Hay un par de chicas majas- respondió al fin ignorando completamente la última pregunta.

-¿Y tú Tristán?

-¿Qué?- preguntó distraído.

-Que si has conocido a alguien interesante.

-No- respondió secamente.

-Seguramente los que se hayan acercado a hablarle los habrá espantado como siempre- respondió Colton.

-Calláte- gritó enfadado Tristán.

-No, siempre estas solo como un hermitaño. A nosotros también nos afectó la muerte de papá y mamá pero no vamos por ahí como zombies evadiéndonos del mundo, queremos pasar página y tu parece que te quieres quedar para siempre en el final trágico sin probar si quiera a mirar si hay un final feliz - dijo Carla.

De repente me parecía mucho más madura, no la veía como la niña a la que solía hacerle trenzas por su cumpleaños, si no como una mujercita de quince años. Me dí cuenta de la gravedad de la situación, yo pensé que era normal que Tristán estuviera triste por la pérdida de sus padres pero ahora sus hermanos estaban pasando página y él se negaba en rotundo a hacerlo.

-¡No tienes ni idea! -gritó furioso Tristán levantándose rápidamente de su asiento y corriendo escaleras arriba.

Se oyó un gran portazo mientras sus hermanos miraban el plato que hace unos minutos estaban comiendo como si les diera asco.

Colton se levantó de la mesa, recogió su plato y se fue hacia el salón sin decir palabra alguna.

Carla por su parte se bastó a decir << he perdido el apetito>> e hizo el mismo procedimiento que había hecho su hermano pequeño segundos antes, dejándonos así a Frankie, quien jugaba felizmente con una cuchara, y a mí asimilando la información que minutos atrás se había puesto encima de la mesa y que solo se podía solucionar de una manera: hablaría de ello con Tristán.

******

Era domingo, siete media de la mañana y alguien estaba tocando insistentemente al timbre. Bajé toda despeinada las escaleras con mi pijama puesto, el cual consistía en una camiseta ancha y unos pantalones cortos de pijama, y descalza.

Cuando abrí la puerta me encontré con una mujer regordeta, con los mofletes sonrosados ojos azules como el cielo. Era bajita y llevaba un vestido y un delantal en la parte delantera.

-Hola- saludó cantarina la señora.

-Hola - dije yo todavía somnolienta.

- Tú debes ser Valentina.

- Así es, y usted es...

- La Sra. Bane. Soy la vecina que vive al final de la calle.

-Encantada.

-Igualmente querida. Me han comentado que vives con cuatro chiquillos.

-Correcto- dije cruzandome de brazos y apollando un hombro contra el marco de la puerta mientras fruncía en ceño.

-¿Cómo es eso posible?¡Pero si eres jovencísima!- dijo mirándome con curiosidad.

¡Ay no! Lo que me faltaba. Una vecina cotilla, la cual seguramente habrá sido enviada por un grupito de vecinas cotillas.

-Ya ve, bueno señora, tengo que hacer unas cosas así que ya nos veremos pronto.

-¡Ah! si, claro ya te dejo hacer tus cosas. Bueno bienvenida al vecindario y cuando necesites hables con alguien o algo mi casa es la amarilla del final de la calle.

-Gracias- dije con una sonrisa falsa- hasta luego.

-Adiós vecinita- dijo sacudiendo su regordeta mientras se iba por donde había venido.

Cerré la puerta y solté un suspiro. Me daba la sensación de que la ibamos a ttener rondando mucho por aquí.

Come with me tonightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora