18| Capitolio

4.5K 427 50
                                    

CAPÍTULO DIECIOCHO

Caminar por las calles del Capitolio jamás sería lo mismo. Las multitudes gritando, el pandemónium, todos los gritos emocionados y los insultos por parte de los pobladores, ya nada estaba allí. Parecía que la ciudad que no dormía se había transformado en una ciudad fantasma, puesto que ni un alma estaba frente a ellos, o al menos, no visible. Sus pasos eran continuos, mientras caminaban por pasajes cubiertos, esperando que nadie los viese allí.

Cada miembro del Escuadrón 451 tenía una habilidad especial para estar ahí: Boggs y Jackson eran el primer y la segunda comandante respectivamente, entrenados para guiar a los demás, Katniss era el sinsajo, lo que alentaba a todos a seguir luchando por una causa, Gale era muy útil en la guerra, por eso Coin lo había recomendado, había entrenado duro para ganar su puesto entre ellos; Finnick era el mejor usando el tridente, él podía ser un arma mortal en contra de todo aquél que lo obligase a actuar, Keera era genial con la katana, y el legado Pevensee estaba en su sangre, razón por la cual, su presencia tenía tanto peso como la de Katniss. Remus y Mitchell eran los mejores francotiradores de Panem, expertos en disparar en distancias muy lejanas, en lugares cerrados, con cero posibilidades de que sus tiros salgan bien; pero ellos lo lograban. Mientras que Cressida, Pollux, Castor y Messalla además de filmar todo al ser originarios del Capitolio, conocían cada lugar allí.

—Manténgase cerca.— había dicho Jackson, lanzando una mirada severa a parte del grupo. Iban en fila de a dos, Boggs por delante, junto a Remus, Gale al lado de Katniss por detrás, luego les seguían las gemelas rubias, Keera con Finnick, Cressida, junto a Pollux, Castor con Mesalla y Jackson detrás de toda la fila, acompañada de Mitchell.

Todos sostenían fuertemente sus armas, mientras Boggs observaba el holo; un tipo de mapa que mostraba donde se encontraban las trampas puestas en el Capitolio y Castor sostenía fuertemente su cámara, filmando todo lo posible.

Su arma era importante para ella y no solo por el filo, sino la sensación que tenía con esta. Cada vez que Keera Pevensee tomaba su katana, hacía justicia por todos los caídos. Por esa misma razón, los del distrito 13 la mantenían lejos suyo. Pero ahora que estaba en un terreno de guerra, había vuelto a sus manos.
Recordó la primera vez que la había tomado, sin saber cómo matar a alguien. En sus entrenamientos era un asco, incapaz de disparar una flecha, o cortarle la cabeza a algún muñeco, ni nada similar. En lo único que se destacaba era el combate cuerpo a cuerpo. Los demás tributos se reían de su fracaso y Keera terminó riéndose cuando ella ganó. Su esfuerzo no había sido en vano, tal vez había tardado más de lo normal en aprender a usar un arma, pero era humana y de sus errores salían los frutos. Después de años había sido capaz de dominar la katana, o tal vez la katana la había dominado a ella.

—¿A dónde debemos llegar?— preguntó la chica Pevensee, recordando todo lo que le habían dicho. Llevaban un par de horas allí y se habían adentrado en una casa, para recargar armas, descansar tras su pequeña caminata y hablar de lo que harían. Las luces se encontraban apagadas y ellos estaban casi en punumbras, el único hilo de luz entraba por la ventana semiabierta.

—Frente a la mansión de Snow.— comunicó él hombre por primera vez. Ella había oído alguna que otra cosa, todo gracias a los oídos curiosos de Remus y la información que llegaba por parte de Finnick, porque Coin y las personas al mando parecían recios a darle más de dos segundos de atención. Poco sabía, mientras que los demás soldados estaban seguros de dar cada paso.— Los escuadrones restantes desactivarán las vainas que aún se encuentran activas.

—¿Y nosotros, comandante?— cuestionó una de las gemelas, sofocada, pues ella quería moverse, y hacer algo más que caminar con celebridades.

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora