00| Rebeldes

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PRÓLOGO

Keera Pevensee salió de su hogar bajo la brisa de la noche. Eran las cinco de la madrugada; el frío se colaba a través de su cuerpo, la luna y las constelaciones que formaban el cielo azul brillaban arriba suyo. Al mirar aquél cielo, o las copas grandes de los árboles, podía sentirse tan pequeña y tan inútil.
Su cuerpo estaba agotado y adolorido, con cada paso que daba se sentía desvanacecer. Sus piernas rogaban por una parada, los músculos de su estómago seguían tensados y el sudor frío aún acompañaba su cuerpo. Podía detenerse y quedarse quieta, similar a los muertos, pero se negaba a hacerlo. No podía dormir, eso la hacía mantenerse despierta. Las pesadillas nocturnas le seguían atormentado con el pasar de los años. Las muertes de sus seres queridos, las muertes de inocentes que habían obtenido su cariño.
Solía tenerlas al ganar los Juegos, —aquellos sanguinearios Juegos del Hambre, que para Keera no eran divertidos—. Para ella no era entretenido ver como niños inocentes morían, era algo inhumano. La vida no era así y no tenían por qué vivir de esa forma.

Sus pasos fueron seguros y con sigilo, mientras caminaba por el distrito dos. Sabía que si alguien la atrapaba, estaría en unos grandes problemas, y a pesar de ser una vencedora, nada la ayudaría. Ser asesinada rápidamente sería el menor grado de abuso que cometerían.

El distrito dos, junto al uno, eran donde los Profesionales vivían. Los más fuertes de Los Juegos. Y los agentes de la paz provenían de ambos distritos. Las personas que vivían alli, la gran mayoría eran asesinos y soldados. Capaces de cometer cualquier grado de ultra violencia sin titubear.

La chica caminó por su distrito, mientras observaba las casas de los habitantes. Keera usualmente se ponía a pensar en todo el dinero que gastaba el Capitolio con esas decoraciones innecesarias para los ricos, ese dinero que se lo podría dar a los distritos necesitados, como el once o el doce. A Snow solo le interesaba mostrarse fuerte y poderoso. Sin embargo, se calló a si misma, tal cual lo estaba haciendo desde años. Aunque una llama de valentía y salvajismo habitaba en su pecho, oculto, sabiendo que perduraría. No se consideraba una rebelde, pues solo quería acabar con los Juegos. No le interesaba ser la líder de una organización, ni quitar el hambre, o ayudar a todos los distritos. Deseaba acabar con el presidente Snow y su estúpido espectáculo.

Cuando terminó de pasar por la Aldea de los Vencedores, rápidamente corrió donde vivían sus primos. Ellos no vivían lejos, sólo a unas cuatro manzanas. Keera recorrió los lugares más oscuros, con intención de no toparse con ninguna cámara oculta. No se sentía como en casa en su propio distrito.
Sus ojos marrones observaron el camión de los hombres de blanco pasar por las calles. Se agachó y se colocó detrás de un muro, mientras las sombras envolvían su cuerpo. Su ropa era oscura, por lo cual no se notaba su presencia, sin embargo estaba preocupada.

«Que no me atrapen, que no me atrapen.» se dijo mentalmente.

No le importaba ser asesinada, morir era uno de sus menores problemas. Ella quería proteger a sus dos hermanos y a su padre, y si la encontraban ellos serían los afectados. El dinero que ganaba mensualmente y todos los beneficios que le daban por ser una vencedora iba directamente a su família. La jóven los protegía a cualquier costo, porque la familia era familia y ellos eran su todo.

Hurricane ✓ ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora