La puerta que ahora tapaba su vista era extraña, no sabía de qué estaba hecha ni de qué se trataba. Era un material sólido y no sabía de qué color, no podía diferenciarlo de ningún otro. También tallado pero con la diferencia que esta parecía encontrada así y que nadie la había tocado o modificado, no tenía picaporte ni candado.
Cuándo buscó la cerradura para poder entrar se dió cuenta de que la puerta cambiaba de color según su punto de vista. A veces era azul oscuro, otras verde claro o uno mucho más fuerte como lo es el rosa.
Toda la gama posible para la vista e imaginación de SeHun estaban en esa puerta. Se mantuvo quieto absorto en los colores y los cambios de estos según como lo mirara.
Ahora le tocaba saber cómo abrirla pero ninguna pista como algún brillo en el suelo lo ayudaba.
Cerró sus ojos fuerte para poder pensar, su imaginación voló por todo lugar en busca de la solución.
Cómo deseaba tenerla en su mano pero no era así, entonces se agachó dónde la luz y la oscuridad se mezclaban en una línea casi perfecta. Realizó los mismo pasos que antes pero sin saber dónde estaba la llave.
Cansado de buscar volvió al lugar alumbrado.
Se preguntaba que debía hacer pero él nunca sabía nada.
Posibilidades ridículas pasaban por su cabeza, las intentó: golpeó con el dorso de su mano y sus nudillos, la empujó hacia atrás, intentó colar sus dedos por los vértices estando más necesitado de entrar lastimando las yemas delicadas y haciendo doler sus uñas, una sensación fea que le hacía comprobar que estás no se habían doblado o salido. Sus cutículas estaban casi sangrando, sus nudillos también. Su rodilla derecha, flexionada por la presión que él quería poner en la puerta, pegada a ella como palanca para abrirla demostraba que más tarde tendría moretones a causa del dolor por el roce que esta hacía con la decoración orgánica.
El momento se transformó en desesperado en vez de probable.
Sus brazos estaban cansados por mantenerlos altos y forzandolos sin ninguna razón.
No era indispensable para él, solo lo creía así.
Sentado en el suelo negro con sus rodillas pegadas a su pecho que subía y baja por la agitación, escuchó el placentero chirrido de metal oxidado.
Con ojos atentos posó su vista donde creía que el sonido venía y allí se encontró a esa bella y difícil puerta abierta por completo.
No le dio miedo, sólo se sintió más tenso de lo que estaba antes. De la nada sus cutículas comenzaron a doler demasiado extendiéndose por debajo de sus uñas y la desesperación lo obligó a mirar sus dedos y después pasarlos, restregarlos por la remera para calmar la dolorosa sorpresa.
Sin lograr mucho y con su ceño fruncido observó el interior que escondía esa rareza.
Algo le decía que entrar a ese lugar tan espontáneo calmaría todos sus dolores pero una punzada en la articulación de su rodilla lo distrajo por completo, tuvo que llevar sus ojos hasta ese lugar para comprobar que no sangraba aunque se sintiera seco y completamente normal obviando el dolor.
Tenía impotencia.
No podía ver lo que le causaba daño, sólo podía sentirlo.
Indefenso a su parecer intentó comprender de donde venía cada sutil sentimiento de desesperación bajo su piel.
Su frente comenzaba a hacer presión y cada vez que movía sus ojos estos parecían que temblaban para volver a su lugar inicial.
Sin darle muchas vueltas más entró de una vez, traspasó la puerta que tanto le había costado abrir y ni siquiera lo hizo él ¿O sí lo había hecho?
Ya cómodo y familiarizado con la situación; los dolores se fueron, apreció la paz, y la tranquilidad abundaba en su cuerpo.
En el medio de la nada, muy cerca de él, vio un lindo cuadro abstracto alumbrado por las luces del día. Se quedó apreciandolo en su mente.
De fondo se podía escuchar una melodía, la más hermosa que SeHun alguna vez podría haber imaginado, según la situación: cuando se concentraba demasiado en algo esta desaparecía, siendo demasiado oportuna.
Mediante él abría sus ojos rezagados, dejó paso a un perfectamente desparejo suelo de pasto suave que juraba poder sentir dentro de sus zapatillas.
Mientras seguía atento al suelo, cada detalle posible era analizado por el chico hipnotizado.
Una brisa tan suave como el pasto y la reparación de SeHun, peino su pelo tan delicado como su madre lo hacía cuando era pequeño.
Sus ojos ya no pesaban, ahora estaban totalmente libres a lo que sea que sucediera ante él.
El cielo era más allá del color celeste que veía todos los días o las estrellas, que se escondían detrás de el cielo, que sólo presenciaba de noche.
Con los ojos cerrados, por su largo pestañeo, pudo ver miles de luces bailar en el cielo pareciendo estrellas fugaces de los más originales colores.
Amaba las luces.
Se sorprendió al sentir en su lengua el sabor de los mismos frutos rojos que se dedicaba a disfrutar tanto: casi sentía el crujir de las pequeñas semillas de la frambuesa seguida del dulce sabor de las cerezas frescas. Lo disfrutó tanto o quizás más de lo que lo hacía normalmente.
SeHun, absorto en las sensaciones, sintió una presencia rondar por el lugar y, sin ponerse alerta, chocó su vista con cada espacio.
Algo tapó sus ojos con afán de explorar y la oscuridad que lo había poseído se mantuvo allí.
Seguía sintiendo el viento en su cuerpo jugando con los dedos de sus manos, distrayendo sus oídos, escabulléndoce por las mangas de su remera, sus pies firmes pero a la vez pareciendo hundirse en el macizo y suave suelo.
Imágenes de personas probablemente desconocidas se reproducían mediante la oscuridad se volvía al mismo panorama de antes, en ese paraíso tan simple.
Comprendió que no todo era lindo y agradable, si no más bien real; la persona estaba sonriendo de una manera espléndida, tanto que parecía feliz pero había algo que lo hizo cambiar de parecer, esta persona lloraba y tanto que parecía triste.
¿Qué era eso? No lo entendía.
Esa cara irreconocible y con facciones inexplicables se cambió por otra distinta pero igual de desconocida, supuestamente.
Parecía amigable pero no estaba seguro, la tristeza estaba marcada en sus cejas y ojos por completo.
¿Estaba llorando por dentro? Nunca lo sabría.
Otra vez cambió de imagen.
Una cara completamente seria se explayó en sus facciones, parecía que nada había allí pero esa persona comenzó a fruncir su cara de a poco y de la misma manera rompió en llanto hasta que llevó sus manos hasta su cabeza y tiró de su cabello.
SeHun sintió pena y quiso ayudar. Él era otra de las personas, su cara de sufrimiento era notoria pero se notaba que era por lástima.
De un segundo para el otro todo se apagó y un silbido apareció en sus tímpanos por el repentino silencio.
Parecía que el aire de la fuerte brisa que acariciaba sus oídos se había metido en ellos y ahora intentaba salir.
Escucho una sonora risa que tanto reconocía.
Kai.
Era él y sólo él. Nadie más podría ser.
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#1198