El fuerte rugido del motor atraía las miradas de los transeúntes que admiraban sorprendidos el espectacular Ferrari negro hasta que desaparecía de sus vistas con un solo pisotón del acelerador. Yuri había terminado de hablar por teléfono con su abuelo, colgando para luego suspirar pesadamente. Se sentía un poco culpable por olvidar llamarlo una vez el avión aterrizó, colocando a Viktor en primer lugar. Fue algo inevitable, más aún al encontrarlo en el aeropuerto olvidándose del mundo que lo rodeaba y enfocándose sólo en él, en esos ojos marinos y sonrisa provocativa. Ahora que lo tenía a su lado no podía dejar de pensar en lo que se vendría a futuro, y por supuesto en lo que sucedería una vez llegaran al departamento del mayor, provocando que sus mejillas comenzaran a acalorarse. Aún podía sentir el sabor de Viktor dentro de su boca, sus labios rosáceos e hinchados ya comenzaban a extrañar los contrarios, mirándolos de reojo y lamiendo los propios deseoso de volver a probarlos y devorarlos en un ardiente beso. El calor de sus mejillas comenzó a expandirse por todo su cuerpo, removiéndose sobre su asiento impaciente buscando con qué distraerse. Desbloqueó el celular y comenzó a revisar su instagram y así pensar en otra cosa y calmar sus hormonas.
– ¿Qué te dijo tu abuelo? – Preguntó el adulto rompiendo el silencio que de pronto se había apoderado del ambiente. –
– Le pedí disculpas por no avisarle que ya había llegado – Seguía con la mirada fija en el celular deslizando el pulgar por encima de la pantalla táctil – Le dije que no iría a casa. –
– ¿Le dijiste que te quedarías conmigo? – Viktor lo miró de reojo un par de segundos sólo para notar como su nervioso gatito se hundía en el asiento. –
– Sí, le dije... – El menor siguió deslizando las imágenes en su celular sin prestarles verdadera atención, sólo atinando a darle un corazón a algunas – No tuvo objeción alguna, él confía mucho en ti – Sonrió de forma burlona al decir esas palabras, dejando su celular de lado – Si supiera lo equivocado que está, no creo que mi abuelo conozca al verdadero Viktor Nikiforov . –
– ¿y tú sí? – Preguntó desafiante mientras hacía una ágil maniobra con el volante para doblar en una esquina. Yuri se quedó en silencio ante su repentina pregunta, sin saber qué responder. ¿Qué si él conocía al verdadero Viktor Nikiforov?, había visto caras de Viktor que estaba seguro nadie más ha tenido la oportunidad de apreciar, ni siquiera Yuuri Katsuki, porque con él siempre fue el hombre perfecto y sonriente que el mundo adoraba, en cambio, el rubio sí conocía otra facetas del ruso, como esa cruel y posesiva en donde la única sonrisa era una llena de malicia, y por supuesto también su lado más provocativo y sensual. –
– Te conozco más de lo que el mundo cree hacerlo – Respondió luego de meditar sus palabras, sonriendo victorioso –
– No, mi pequeño Yuratchka – Se estacionó junto a un gran edificio, en un espacio de uso exclusivo – Esta noche planeo mostrarte partes de mi que aún no conoces – Detuvo el motor y las luces del auto se apagaron, quedando ambos únicamente iluminados por la tenue luz de los postes de electricidad. Desabrochó el cinturón que lo mantenía fijo en su asiento y se inclinó sobre el menor – Y espero que tú hagas lo mismo, котенок. –
Yuri sintió el impulso de devorarle los labios nuevamente, tragando saliva de forma ruidosa al notar que sus ojos no podían dejar de observar esos carnosos belfos.
– Quiero besarte – Confesó desabrochando su cinturón con cierta desesperación acercándose hasta cortar la distancia, pero un dedo se interpuso entre sus labios antes de que pudiera siquiera tocar los ajenos. –
– También me muero por besarte – Acarició con su dedo índice los delicados labios del rubio, lento y sensual – Pero prefiero hacerlo bajo mi techo... – Se inclinó únicamente para alcanzar la oreja contraria – o en la ducha . –
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Fulfilling the Promise
Fanfiction3 años han transcurrido desde la última vez que se vieron, alejados físicamente pero unidos por una promesa. Yuri Plisetsky, ahora con 18 años y gran futuro dentro del patinaje artístico, regresaba a Moscú para cobrar la palabra del hombre...