Cuando por fin el avión tocó tierra firme un fatigado suspiro brotó de los labios de Yuri Plisetsky, estirando extremidades superiores e inferiores tal cual felino luego de una larga siesta. Fue un vuelo que duró unas 10 horas aproximadamente desde Toronto y lo único que el patinador ruso deseaba era descender de aquella aeronave y pisar su querida Rusia, salir del claustro que le provocaba aquella cabina para sentir el frío aire de Moscú dándole la bienvenida. Los viajes eran algo rutinario debido a su carrera como patinador artístico, viajaba constantemente largas distancias para competir en distintos países del mundo, por lo que 10 horas no eran nada en comparación con otros viajes de un total de 30. La única diferencia es que este viaje no era para ser parte de una competencia con su delegación, entrenador ni compañeros, fue un viaje en solitario con un solo objetivo que nada tenía que ver con ganar una medalla ni un puesto en el podio, ya suficiente había sido ganar el último GP en Canadá y humillar nuevamente a JJ arrebatándole la presea dorara.
Una promesa, venía a cobrar la palabra de aquel hombre luego de 3 años sin verse.
La azafata anunció el arribo y pidió por favor que todos se mantuvieran en sus asientos hasta que el avión se detuviera por completo y las señales de cinturón de seguridad se apagaran. El rubio, con la poca paciencia que le estaba quedando luego de tantas horas sentado, apoyó el codo sobre el reposabrazos y utilizó su mano como soporte para su cansado rostro apoyando la mejilla de forma perezosa. Su mirada atenta sobre la señal luminosa y los pies inquietos tamborileando sobre la alfombra de la cabina provocó que una de las asistentes de vuelo lo mirara de reojo y riera disimuladamente. La mujer no podía apartar la mirada de tan apuesto joven de cabello rubio y ojos color jade. Ahora con 18 años recién cumplidos destacaba más que antes, su figura esbelta, fina pero bien trabajada y altura impresionaban con el mínimo atisbo, sólo habían transcurrido 3 años y ya medía 1.80 cm, lo que llenaba su pecho de orgullo al ser él quien miraba a varios de sus rivales desde las alturas, recordando como a sus tiernos 15 años era todo lo contrario sintiéndose inferior en todo aspecto. Había decidido cortar su cabello por comodidad dejando su cuello al descubierto, manteniendo únicamente el largo de ese tan característico mechón dorado que caía sobre una parte del joven rostro, exhibiendo sólo uno de esos iris sinoples.
El avión se detuvo y acomodó junto a uno de los puentes móviles que los conectaba con la puerta de desembarque del enorme aeropuerto. Los motores se apagaron y la condenada señal de cinturones por fin dejó de brillar. Sin siquiera esperar el anuncio de la azafata se quitó las amarras y como un resorte se colocó de pie, agarró su pequeña maleta forrada en animal print y la arrastró hacia la puerta del avión esperando por su apertura. No era sólo la necesidad de libertad lo que primaba en las acciones tan aceleradas de Yuri, en su cabeza sólo se repetía el nombre de aquel hombre por el que había viajado tantos kilómetros a pesar de haber terminado agotado luego de la dura competencia, por aquellos ojos azules que añoraba ver con desesperación luego de 3 años separados que se hicieron eternos, escuchar esa aterciopelada voz pronunciar su nombre esperando ser recibido por esos delicados pero fuertes brazos. Quería verlo, estaba enloqueciendo por encontrarlo y devorar sus labios en un vehemente beso que contaría como todos los perdidos durante sus solitarios años.
- Disculpe, joven – Una suave voz obligó al rubio volver a la realidad para parpadear repetidas veces y enfocar su atención en el rostro de la azafata que lo miraba con una sonrisa nerviosa – Las puertas ya se abrieron y hay que dejar el avión, si es tan amable... – La mujer no tuvo que terminar la oración al notar como el patinador agachaba la cabeza en señal de disculpas. Era el más apresurado en bajar y ahora él causaba demora mientras una larga fila comenzaba a formarse a sus espaldas. No era el momento ni lugar para andar fantaseando.
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Fulfilling the Promise
Hayran Kurgu3 años han transcurrido desde la última vez que se vieron, alejados físicamente pero unidos por una promesa. Yuri Plisetsky, ahora con 18 años y gran futuro dentro del patinaje artístico, regresaba a Moscú para cobrar la palabra del hombre...