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Esa noche no dormí, para mí casarme a los 16 años es una locura y más si no es por amor.

Lo odio, no existen mejores palabras para decir lo que siento en este momento ¡Odio a Nathan Montgomery Maloley! No puede llegar y decirme: "mira Alexa, nos casaremos".

¡¿Pero quién se cree?! Agggh, no puedo ni pensar en por qué me dan ganas de correr a su habitación y colocarle una almohada sobre la cara y presionar hasta que no respire.

Me levanté y me di una larga ducha, me maquillé para tapar todas las marcas que delataban mi terrible noche. Lo logré, mi maquillaje cubría todo. Me vestí con unos jeans y un buzo, hacía frío y es obvio porque estamos llegando al invierno.

Bajé con pesadez las escaleras y me encontré con Nate sentado a la mesa, el televisor prendido en el canal de las noticias y su taza con café frente a él.

-Buen día. -dijo sin despegar la mirada del televisor.

-Sería un buen día si no te hubiera encontrado aquí. -dije de mala gana mientras me sentaba a la mesa.

-Ok, tranquila. -dijo mirándome. - ¿Por qué te maquillas tanto?

- ¿Y a ti eso qué te importa? -apoyé mis brazos sobre la mesa y recosté mi cabeza sobre ellos.

- ¿Dormiste?

-No.

Una de las señoritas de limpieza se acercó a mí.

- ¿Qué va a desayunar, señorita? -me sonrió simpáticamente.

-Jugo de naranja.

- ¿Nada de comer? -me miró extrañada.

-No, gracias. -dije fingiendo una sonrisa mientras ella se retiraba.

- ¿Qué te pasa? -dijo de mala gana mientras me miraba. - Claro, si se puede saber. -agregó con sarcasmo.

- ¿Y todavía preguntas que me pasa? -dije casi sin fuerzas para hablar. - Tu presencia en mi vida, eso es lo que me pasa. - se levantó de su silla y se sentó a mi lado.

- Más te vale que te vayas acostumbrando a mi presencia, porque dentro de dos semanas compartiremos la cama. - desvió la mirada hacía el televisor.

- ¡Eso ni lo sueñes! -le advertí.

-No lo sueño, ni te creas. -dijo de mala gana. Puso uno de sus brazos alrededor de mis hombros. - Vas a ser mi esposa, y por lo tanto tu papel en mi vida será complacerme por las noches. - besó mi mejilla haciendo ruido. Estúpido, desagradable.

Sus palabras me habían dejado estática y sin respuestas. Yo no pensaba compartir la cama con él y menos tener relaciones. Este chico se estaba volviendo loco si pensaba en eso realmente.

La chica me dio mi jugo de naranja y me lo tomé más rápido que nunca, pues tenía a Nathan a mi lado abrazándome y ni siquiera me miraba. Observaba el televisor con sumo detenimiento y hacía muecas a medida que decían variadas noticias.

Me levanté de la mesa y caminé hasta las escaleras, pero su voz me detuvo.

- ¿A dónde vas? -preguntó incrédulo.

-A mi habitación. -respondí retomando mi paso. Se levantó de la silla y me siguió. - ¿Qué? ¿Qué quieres?

-Me voy al trabajo.

-Ahh, ¡felicidades! - le dije sarcástica. - ¿Crees que me importa? -pregunté enojada.

-No, no creo que te importe. Sólo te avisaba porque tú vienes conmigo. - dio media vuelta.

-No, yo no voy contigo.

-Sí, tú si vas conmigo. Así que quiero que te vistas como una persona normal y bajes en 10 minutos.

-Primero que nada, soy una persona normal y segundo si no quieres que me vean así vestida, no me lleves. -dije de mal modo antes de seguir subiendo las escaleras.

Entré en mi habitación y cerré de un portazo.

¿Una persona normal?

¿Quién se cree?

Estoy normalmente vestida, tengo unos jeans y un buzo "GAP", no está nada mal para mi edad, pero como todo el mundo cree que tengo 19 debo vestirme como una vieja.

Me recosté en mi cama y prendí el televisor. Me divertía viendo "Disaster Date" y los estúpidos que se creían esas citas de mentiras. Me reí un rato hasta que un golpe seco en mi puerta me hizo sobresaltar.

- ¿Quién? -grité sin levantarme de la cama.

- ¡Yo! -me contestó de la misma manera desde el otro lado de la puerta.

-No quiero que pases. -le grité subiendo el volumen del televisor para no escucharlo.

Pero aun así entro en mi habitación.

-Nos vamos.

-Te vas. -lo corregí. - No vaya a ser que alguien te vea con una persona anormal.

-No me refería a eso. Me refiero a que no te vistes como cualquier chica. Te vistes así nada más, ni te arreglas.

- ¿Arreglarme para qué? -me senté en la cama y apagué el televisor. - ¿Para que tú me veas arreglada? ¡Ni lo sueñes!, yo me arreglo cuando estoy de humor, cuando tengo a alguien que note mi presencia y cuando tengo a alguien a quien le importe como esté vestida y maquillada. En cambio, yo te tengo a ti, no estoy de humor y ni te importa como este vestida.

-Claro que me importa. -dijo apoyándose en el marco de la puerta. - Después de todo serás mi esposa.

- ¿Y eso que tiene que ver?

-Que la esposa de Nathan Maloley tiene que estar bien arreglada.

-A ti solo te importan las apariencias. -dije de mala gana y me encerré en el baño.

-Sal de ahí. -golpeó la puerta. - Nos tenemos que ir.

-Dime...-grité desde adentro. - ¿Para qué quieres que vaya?

-Necesito tu ayuda.

- ¿Para qué? - me apoyé en la puerta.

-Me quedé sin secretaria.

- ¿Me vas a pagar? -abrí un poco la puerta.

-Si trabajas como se debe. -me contestó. - Pero tienes que ponerte algo más formal. No te cambies los jeans, pero ponte una camisa.

-Ok, ok. -salí del baño y abrí mi armario.

- ¿Me dejas elegir? -preguntó acercándose a mí.

-No. -respondí secamente mientras revolvía la ropa.

- ¿Por qué no?

-Porque no. -seguí revolviendo.

-Esa. -señalo una celeste.

-No lo sé. -dije sacándola del gancho. - Es muy ajustada.

-Es perfecta. - agregó mientras salía de la habitación. - Cámbiate y baja, por favor. - me ordenó sutilmente mientras cerraba la puerta.

Me vestí con la camisa celeste. No era nada fea, pero muy ajustada. Hacía resaltar mis curvas y se pegaba a mi cintura formando un hermoso cuerpo. Me sentía rara, nunca la había usado y menos para salir de mi casa.

Me miré al espejo y suspire, tal vez sea hora de salir del cascaron y demostrarle a los hombres que detrás de esta cara de niña, existe una mujer.

Colgué mi bolso en mi hombro y me coloqué los tacones, me puse un abrigo y bajé.

Nathan estaba apoyado en la puerta principal con el maletín en la mano. Desvió la mirada hacía mi cuando me vio bajar.

Salimos de la casa en silencio y mantuvimos ese silencio durante el viaje hasta la oficina.

Al bajar del auto, me tomó la mano. Simplemente no me zafé porque su padre estaría allí.


❝LA BELLA Y LA BESTIA❞ |Nate Maloley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora