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No respondí a eso ya estaba cansada de sus estúpidas acotaciones sobre él y yo en una cama. Es más que obvio que eso no pasaría nunca, o por lo menos mientras esté consciente, no pasará.

Sus intentos por tomarme la mano fueron muy seguidos y mis rechazos se hicieron notar cada vez que lo intentaba.

Caminamos hasta la playa que estaba a solo unos metros del hotel. Nos sentamos sobre la arena. Nathan usaba su celular mientras yo me moría de calor, por lo que decidí quitarme el vestido y tomar sol en bikini, por supuesto.

- ¡Pensé que eras más gordita! - dijo divertido. - Pareces escuálida. - carcajeó. Me hizo enojar.

- ¡Maloley, cállate si no quieres tragarte una piña en este instante! - dije provocando su risa.

- Sólo estaba molestando. A decir verdad, me gusta tu cuerpo.

Yo estaba de espalda bajo el sol. Así que solo me apoyé sobre mis codos y lo miré.

- ¿Puedes dejar de ser tan baboso? - arrugué la nariz. Me sonrió. - Me repugnas, Nathan.

- Sólo dije que me gustaba tu cuerpo, ¿qué hay de malo en eso?

- Que lo dices como un depravado sexual que muere por irse a la cama conmigo. - estaba alterada - Mírame a los ojos. - dije molesta.

- No soy un depravado sexual. - dijo mirándome a los ojos tal cual yo había pedido. - Pero eso no quita que no muera por irme a la cama contigo. - agregó. De nuevo me caía mal.

- Suficiente. - dije y me volví a recostar. - Quédate callado y no hagas de mi vida un completo infierno.

- Como quieras, cariño. - dijo divertido.

Hice caso omiso a sus últimas palabras. Me estaba volviendo loca. Él definitivamente quería llevarme a la cama y no iba a parar hasta hacerlo. De una u otra manera me hacía...

Ni se te ocurra decir lo que sientes cuando el comienza a decir eso, Alexa.

***

Me quedé dormida, pero no por mucho tiempo. Desperté al sentir una mano acariciar mi pierna. Me moví solo un poco pero no quité la mano que causaba tiernas cosquillas sobre mi piel.

Reacciona, Alexa, es Nate.

Pero me gustan sus caricias en mi pierna.

Seguí pretendiendo que dormía mientras él jugaba con sus caricias que subían y bajaban sobre mi pierna. Parecía que no iba a conformarse solo con eso, tocó mi trasero y por más que no quería llamar mucho la atención entre la gente, no iba a permitir eso.

- ¿Qué mierda haces? - le dije indignada. Sacó su mano y me sonrió.

- Te quedaste dormida. - me informó.

- Oh, no me había dado cuenta. - le dije con sarcasmo. Volvió a sonreír. - ¿Qué no puedes dejar de mostrar tus dientes? - se puso serio. Lo vi levantarse de la arena y tomar sus lentes.

- Ya ni reírme puedo. - dijo antes de irse de ahí.

Sonreí, al fin me daría un tiempo en paz. Por otro lado, no estaba feliz de estar sola, me sentía desprotegida.

Volteé para que el sol me diera de frente, acomodé mi cabello y seguí tomando sol sin preocupación alguna.

Cuando ya me sentía sofocada por el calor, decidí irme de ahí. Sabía que al llegar al hotel Nate se pondría pesado, así que me fui por donde habían puestos con artesanías.

Me tomó un rato recorrer cada uno de los puestos, pero valió la pena. Había anillos, collares, pulseras, títeres, pinturas, cajitas de madera, adornos, de todo eso, solo me llevé un par de aros y una pulsera. Y bueno, digamos que dejé de lado mi enojo con él y le compre una pulsera hecha en hilos de cera, negra con rojo. Me la envolvieron y así con todos esos paquetitos en mi mano volví al hotel.

Tuve que golpear la puerta porque la tarjeta la tenía Nathan. Sentí como abrió de un tirón y luego volvió a donde estaba, seguía enojado.

No le di importancia a si actitud y cerré la puerta. Volteé y caminé hasta nuestra habitación, la parte donde se encontraba la cama, ahí vi toda mi ropa sobre esta. Cerré mis puños, este chico iba a encontrarse con una de mis manos golpeando su cara, de eso estaba segura.

- Quiero que guardes toda mi ropa donde estaba. - dije secamente y tiré lo que traía sobre el sillón. Ni siquiera me miró y siguió colgando sus camisas en las perchas. - ¡Maloley! - grité. Volteó y me miró - Guarda mi ropa donde estaba. - Negó con la cabeza y siguió. – Nathan... - lo llamé - ¿Puedes guardar mi ropa donde estaba? - pensé que pidiéndoselo bien podría ceder. Me miró incrédulo y volvió a lo que hacía.

Me acerqué a él y abrí una parte del armario.

Me miró.

Agarré la ropa que estaba doblada y la tiré sobre mi cama.

Arqueó una ceja.

Abrí un cajón y lo vacié tirando todo al suelo.

- Guarda mi ropa donde estaba. - le ordené intentando no gritar. Me ignoró y se agachó a levantar las medias que le había tirado junto con unos pañuelos de tela. - Nathan. - me crucé de brazos. Él no me iba a hablar.

Tuve una sola idea. Entonces agarré mi maleta y comencé a tirar toda mi ropa dentro. Él ni se fijó en mí y siguió con lo que hacía. Cerré la maleta y la dejé a un costado de la puerta, caminé hasta el sillón y agarré lo que recientemente había comprado y mi bolso. Recordé el regalo para él.

- Para que veas que, a diferencia de ti, yo si pienso en los demás. - y le tiré el paquetito que impactó contra su pecho. - Aun así, te odio. - dije y guardé lo mío dentro de mi bolso. Abrí la puerta y lo miré. Me estaba dejando ir.

Cerré la puerta de un golpe y al instante la vi abrirse. Me di la vuelta y lo miré. Tenía solo su maya, con el torso desnudo y estaba descalzo.

- ¿Así solucionas los problemas? - me dijo. Arqueé una ceja y lo miré con desprecio. - Entra a la habitación en este momento. - se movió dejándome el paso hasta la entrada de la habitación.

- No quiero. - dije negando con mi cabeza.

- 1 - dijo moviendo el pie con impaciencia - 2, si al 3 no estás ahí adentro, verás las consecuencias. -Entré a la habitación – 3 - entró atrás mío y cerró la puerta - Pareces una nena huyendo de lo que no te gusta enfrentar. - dijo.

-Mira, Nate...- me volteé para verlo y quedamos frente a frente. Mi voz no iba a salir mientras estuviera tan cerca mío. Tragué saliva y lo miré a los ojos.

***

Mis amores, en serio perdón. Cada vez estoy más ocupada, 

pero seguiré con esto. Las amo mucho, gracias por el apoyo.

xM

❝LA BELLA Y LA BESTIA❞ |Nate Maloley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora