Capítulo 1

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La música resonaba con fuerza dentro de la casona, donde una fiesta se hacía lugar. Celebraban el cumpleaños de alguien, eso era seguro, pero el alcohol y las drogas -estas últimas introducidas sin que el anfitrión se enterase- les hacía olvidar a quién festejaban con exactitud.

Donde antes había sido una amplia sala, se abría paso una multitud de estudiantes de la preparatoria Iwatobi, Sano y Samezuka, todos moviéndose a un ritmo desconocido. Los sillones habían terminado pegados a las paredes, junto a algunas mesas.

Rin reía estúpidamente con un vaso desechable en la mano derecha mientras su brazo izquierdo rodeaba los hombros de Haru, con quien llevaba charlando media hora. Sus pupilas dilatadas indicaban su estado de ebriedad, además de que arrastraba las palabras y sus movimientos eran torpes.

Haru no se había quedado atrás.

No era fan del alcohol, pero aquellos tantos vasos con un contenido rosado sabían tan bien que quizá llegó a beber más que el pelirrojo a su lado. Así que también reía mientras observaba la pista, desde su lugar en el sillón.

— ¡Se lo está comiendo! —musitó Rin con voz grave y ahogada. Haru asintió.

—A Rei no le gustaría verse en este momento. Luce horrible —corroboró, observando al susodicho besar a alguien más bajo en medio de la multitud.

—Nagisa debe ser un buen besador —aseguró el menor, llevando el vaso a su boca y dando un trago a su bebida. Se relamió los labios bajo la atenta mirada de Haruka.

—Tú pareces un buen besador —declaró el pelinegro. El chico a su lado sonrió, asintiendo.

—Sí, muchas dicen lo mismo —afirmó, Haru rotó los ojos y rió quedamente.

— ¿Eres un mujeriego o algo así? —se burló Haru. El pelirrojo rió, volviendo a beber del vaso— Enserio, ¿cuántas novias has tenido? Seguro estás más usado que un baño público.

— ¿Ah? Es lo más estúpido que he escuchado. Y solo he tenido cinco novias —masculló, luego dirigió una mirada divertida al pelinegro—. Tú al menos sabes besar, ¿cierto?

—No.

—Sé que no has tenido novias, ¿te gustaría? —picó Rin. Haru bufó, tomando de su propio vaso.

—Tal vez. Quiero experiencia —Quizá fue el alcohol lo que impidió a Rin sorprenderse, haciéndole soltar una simple risa.

—Vale, vale... Experiencia, ¿eh? ¿Quieres a alguien que se abra de piernas ante ti? ¿Que te enseñe a besar? —bromeó mientras tomaba uno de sus propios mechones y lo mordía juguetonamente. Haru chistó, poniendo una mano en el muslo de Rin, apretándolo.

— ¿Qué tal tú?

— ¿Qué tal yo? —Haru tomó la pierna del menor y la jaló, Rin entendió el gesto y se subió al regazo del pelinegro, rodeándole el cuello con los brazos y, manteniendo una mirada burlona, pegando sus narices— ¿Quieres que yo me abra de piernas, Nanase? —el aludido asintió, rozándole los labios con los propios.

El beso que compartieron tenía una extraña mezcla dulce y salada, junto al sabor de lo que fuese que habían bebido la noche entera. Los dientes filosos de Rin mordisqueaban la lengua de Haru, cuyas manos viajaban de un lado a otro bajo la camisa del menor, explorando aquella delgada y fornida complexión.

Coló una de sus manos por la parte trasera del pantalón de Rin, acariciándole los glúteos, agradeciendo que la moda en aquél momento fuese usar aquella prenda algo suelta. Apretó esa curveada parte de su cuerpo, obteniendo una risa divertida por parte del pelirrojo, quien se restregó contra la creciente erección de Haru.

Rin, algo más consciente que Haru, decidió que no follaría con el pelinegro en público y, tras separarse de él, lo arrastró a una de las habitaciones de arriba.

Tumbó a Haru sobre la cama y se coló entre sus piernas, atacando su boca de inmediato.

La ropa no tardó en sobrar, quedando tirada en algún lugar de la habitación. Rin besaba el cuello de Haru mientras éste le acariciaba la espalda baja, apretándole el trasero hasta que el pelirrojo decidió acomodarse a horcajadas sobre él. Haru continuó acariciando al menor, decidiéndose por introducir uno de sus dedos en la caliente entrada del contrario, quien atinó a morderle, suprimiendo un gemido.

—Hey, al menos usa lubricante —Haru negó.

—Quiero que llores —La molestia se hizo presente en el rostro de Rin, quien tomó a Haru por las muñecas y las sostuvo contra la cabecera.

—Tu estúpido miembro no es tan grande como para hacerme llorar.

Tomó aquella extensión del cuerpo de Haru, sintiéndolo duro, y lo guió a su entrada, gimiendo al sentir aquél húmedo roce. Haru lo tomó por las caderas y empujó, Rin se levantó más.

—Espera, prefiero el lubricante.

—Sabía que iba a dolerte —picó Haru. Rin suspiró y cerró los ojos.

—No es así...

El pelirrojo soltó el aire y se impulsó hacia abajo, autopenetrándose con la erección del contrario. Encajó las uñas en los hombros de Haru, las lágrimas inundando sus ojos.

—Mierda —masculló con la voz rota. Ardía y aquél dolor era adormecedor. Seguro su esfínter se había rasgado.

—Idiota, no pensé que fueras a hacerlo —murmuró Haru, tomándolo por la cadera mientras se erguía. Rin abrió un ojo y quiso asesinarlo.

—Solo muévete. Seguro así pasa más rápido.

Y seguramente así fue. Con Haru sobre su cuerpo, embistiéndolo con dureza, el dolor terminó por marcharse, o al menos Rin dejó de sentirlo. Las horas pasaron mientras aquél par de amigos se revolcaba en la habitación de huéspedes en la casa de alguien cuyo nombre se perdió con su cordura. El sexo era estúpido, sin sentimientos. Pero no por ello evitaron disfrutar.

Los gemidos de Rin deleitaban a Haru y el propio cuerpo del menor le excitaba. Tal era la mezcla de ebriedad y excitación que no reparó en la sangre que caía junto al semen desde el interior de Rin, pero el pelirrojo tampoco la vio y sus quejidos eran acallados por los gemidos eróticos que escapaban de su garganta.
Solo sentía que se ahogaba en el placer, recibiendo la masculinidad de uno de sus mejores amigos, jadeando a la oscuridad.

SSSSSSSSSSSSS

—Dioses... No puede ser...

Rin observaba el cuerpo de Haru. El cuerpo desnudo de Haru. El cuerpo desnudo de Haru que estaba a un lado de su propio cuerpo desnudo. Las sábanas estaban pegajosas, su abdomen también lo estaba, por no hablar de todo lo demás de su cuerpo.

La cabeza le dolía, pero era fácilmente olvidado gracias al dolor ardiente y punzante que experimentaba en su trasero.

Se llevó una mano a la cara y talló sus ojos, ayudándose a enfocar la vista correctamente. Entonces vio que aquello que le habían parecido flores eran manchas. De sangre.

—Mierda —echó las piernas a un lado y se impulsó, intentando ignorar aquél abundante dolor en la parte baja de su cuerpo. Se impulsó para levantarse, pero el dolor se volvió más fuerte y cayó de bruces en el piso.

—Mmph... —Haru se talló el rostro, despertando lentamente. Se sentía cansado y la cabeza le dolía. Se estiró, desperezándose, sintiendo su cuerpo agarrotado— Mierda —murmuró, tallándose la cara— ¿Dónde es esto?

— ¡Levántate ahora mismo y ayúdame! —gruñó Rin, intentando llegar al baño. Haru se sentó, y observó al menor.

— ¿Qué haces desnudo? —su vista terminó de enfocarse. Hizo una mueca de fastidio, observando la suciedad que cubría al pelirrojo— ¿Ahora lo hiciste con un hombre? —Rin alzó ambas cejas, lleno de irritación.

—A menos de que seas una chica, la respuesta es sí.

Haru parpadeó un par de veces, despertando por completo. Bajó la vista, observando su desnudez.

— ¿Eh? ¡¿Te acostaste conmigo?!

— ¡Tú te acostaste conmigo!

— ¡¿Cuál es la diferencia?! —Rin fue a levantarse, pero un gemido de dolor escapó de sus labios.

— ¡Solo ayúdame a llegar al baño! —Haru se levantó de inmediato y alzó el cuerpo adolorido del menor. Lo sentó en el banquito del baño y acercó la manguera, encendiendo el agua— Maldita sea... ¿Cómo llegamos a esto? —Haru apretó los labios.

—Seguro ha sido tu culpa.

—Mierda... —Rin talló sus piernas con furia, dejándose marcas rojas. Tan sonrosadas como las mejillas de Haru, quien se sentó a la orilla de la tina.

— ¿Cómo pasó? —se cuestionó el pelinegro, ignorando el fuerte dolor de cabeza mientras se tomaba del cabello. La respuesta más obvia apareció en su mente.

—No lo recuerdo, pero...

—Debiste haberme seducido. Es lo más coherente que se me ocurre. Eres completamente capaz y no hay nada que te lo impida —masculló. Rin apretó los labios y dirigió el agua de la manguera hacia él, haciéndole cerrar los ojos.

—Eso no es... Oh, mierda —el artefacto cayó de sus manos mientras Rin se restregaba el rostro, repentinamente pálido—. Mierda, mierda... —Haru abrió los ojos ampliamente.

—Tú tenías una novia hace unos días...

—Yo tengo —deletreó— una novia. Que además es la mejor amiga de mi hermana y va a la misma preparatoria que nosotros.

— ¡¿Chigusa?!

— ¡No la llames por el nombre de pila! Solo yo la llamo así. Mierda, Nanase.

—Bueno, no tiene que enterarse. Yo no voy a decir nada, créeme —Rin quiso golpearlo, pero solo volvió a tomar la manguera y echarle agua.

—Está bien, genio. ¿Y cómo le voy a explicar yo que tengo la cadera jodida? —Haru se encogió de hombros y se levantó, quitándole la manguera de baño y poniéndola sobre Rin.

—Ese no es mi problema. Ya se te ocurrirá algo.

Rin iba a objetar, pero Haru se lo impidió cuando tomó un poco de jabón para cabello y comenzó a tallar las hebras pelirrojas del menor. A Rin no le hacía mucha gracia que Haru lo duchase -mucho menos que este estuviese desnudo mientras lo hacía- pero, dado a que él mismo no podía moverse mucho, no se quejó.

—Creo que... Rin, será más fácil si te acuestas en el piso o algo —el aludido entendió de inmediato y negó, arrebatándole el jabón a Haruka.

—No volverás a tocarme el culo, depravado de mierda. Mucho menos para limpiarme.

—No soy un depravado —sentenció antes de soltar un suspiro. Encendió la tina y llevó a Rin hasta ahí, pasando por completo de sus reproches y sus intentos de patearle la cara—. Es la casa de Kisumi, ¿no? Iré a preguntar si tienen píldoras para el dolor de cuerpo. Te traeré algo de comer.

—Y llévate las sábanas, o quémalas, no lo sé, son un asco... —su voz había salido mil tonos más bajos que minutos atrás, cuando su mejor opción era gritarle a Haruka.

Observó al pelinegro marcharse y cerrar la puerta del baño, entonces se permitió soltar un largo suspiro. Quisiera o no, Haru estaba comportándose muy atento con él. Y bastante... delicado.

A una parte de él le gustó eso.

SSSSSSSSSSSS

Rin sentía incomodidad en la parte baja de su cuerpo, pero al menos podía caminar. Había tomado algunas píldoras para aliviar el dolor y al fin dieron resultados. En otras palabras, ya podían irse a casa.

La sala de la casona estaba casi llena de chicos y chicas durmiendo en el piso y los sillones. Haru se preguntó el porqué Kisumi había hecho ese tipo de fiesta, pero era Kisumi, así que no se lo pensó mucho, solo ayudó a Rin a llegar al exterior.

Se sentía sumamente extraño. Feliz y enojado a la vez. Rin había sido el primer chico que le había gustado y a su antiguo yo le hubiese encantado que él fuese su primera vez, pero a su yo actual no le parecía bien para nada. Porque Rin tenía novia, porque Chigusa era buena amiga de Gou. Y porque él y Gou estaban quedando en algo romántico.

Haru nunca se había fijado en la pelirroja hasta hacía un par de meses. Habían salido una que otra vez, pero no en citas formales. Haru decía que compraría algo para Rin. Y Gou decía que necesitaba asesoría en cosas para el equipo de natación. Y caminaban cerca, juntos. Sin hablar, pero cómodos. A Haru le gustaba la Gou callada. A Gou le gustaba el Haru atento.

Entonces, si le gustaba Gou... ¿Por qué le dolió?

Cuando llegaron a la preparatoria al día siguiente, Rin ya caminaba de una forma menos sospechosa. Se lo había topado al entrar a la preparatoria de Iwatobi. El pelirrojo vivía en una casa pequeña por la cual pagaba renta, así que claramente no venía con Gou, su hermanita. Y por eso Haru no desvió la mirada.

Rin murmuró un "buenos días" cuando pasó por su lado. Haru lo iba a detener, pero entonces escuchó la voz de Chigusa.

— ¡Rin! ¡Buenos días! —la castaña llegó hasta él y le dedicó una sonrisa hermosa. El pelirrojo le sonrió más hermoso aún y le besó la frente.

Como si no la hubiera engañado el día anterior.

— ¿Cómo dormiste? —le escuchó preguntar cuando se acercó. La chica respondió con voz suave mientras se ponían a caminar.

—Dormí bien. Ojalá hubiera ido a la fiesta de ese amigo tuyo, pero mis padres no me dejaron.

—Está bien que no hayas ido —musitó Rin. Haru pensó que, quizá, lo decía porque, de haber ido Chigusa, ellos dos no se hubieran revolcado en la habitación de huéspedes—. Alguien coló drogas y las mezclaron en todas las bebidas. Hubieras tenido que quedarte en mi casa y a tus padres no les gusta que pases la noche conmigo.

—Cierto... Quizá me hubieran obligado a dejarte...

—Yo jamás permitiré eso.

"Chigusa, no eres una niñita que deba obedecer a sus padres al pie de la letra. Rin, no eres más que palabrerías", pensó Haruka, sintiéndose fuera de sí.

Sentía su pecho arder. Un nudo que le oprimía. ¿Por qué a Rin no le importaba nada de Haru cuando Haru estaba preocupadísimo por su estado? Una mierda. No volvería a preocuparse por el pelirrojo.

No valía la pena.

Manía ||HaruRin||Mpreg||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora