Capítulo 5

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Un relámpago iluminó la sala del departamento de Rin, donde Haru había decidido que también residiría. La penumbra podría resultar tétrica, más aún con los abundantes jadeos que atravesaban el silencio. El cabello de Rin yacía desparramado sobre la almohada y una gota de sudor escurría por su sien. Tenía los labios enrojecidos de tanto haberlos mordido y algunos chupetones marcaban su cuello, Haru los repasaba con la lengua mientras, acomodado entre las piernas de Rin, lo embestía con fuerza. Apretaba los labios y tenía la mirada clavada amenazadoramente en el pelirrojo bajo él, quien se esforzaba por mantener los ojos abiertos y sus gemidos a ras.

Cada vaivén imponía un ritmo furioso. Rin podía jurar que el culo le ardía y le sorprendía que, aun así, tuviera el descaro de disfrutarlo. Con las uñas clavadas en la espalda ajena y el cuerpo sacudiéndosele en cada golpe, aferró las piernas a las caderas ajenas y se empujó contra él.

Minutos después, Haru terminó dentro de él y Rin mojó sus abdómenes. Se dejó caer a un lado del pelirrojo y atrapó la sábana con los dedos de los pies, tirando de ella para tapar ambos cuerpos.

-¿Y eso por qué? -cuestionó Rin después de un rato. Haru se encogió de hombros.

-Me hiciste perder la práctica de hoy -murmuró, cerrando los ojos y preparándose para dormir.

-Es una razón justificable, tenía hambre -Rin jaló la sábana para taparse él, enrollándose. Haru bufó-. Tu hijo y yo somos la prioridad, que no se te olvide. Además, una de cinco, ¿qué más da?

- ¡Pudiste esperar una hora!

- ¡El hambre no espera! -el pelirrojo cerró los ojos y se acurrucó en su almohada- Ahora, duérmete, imbécil, no te quiero escuchar más. Y, mañana, ni se te ocurra levantarme temprano. Tengo que reposar de la jodida que me has dado hoy. Por cierto, ¿no le hace daño al bebé? Ni siquiera preguntamos... ¿Preguntamos?

-Yo pregunté, no debe ser perjudicial si ambos están bien y lo están. Ahora cállate, Rin. Y trae acá -tiró de la sábana hasta desenrollarlo y alcanzar a cubrirse él también. Pero el pelirrojo se negó a ceder. Era su turno de enojarse, pues, según él, Haru no había tenido razón (y realmente no la tuvo). Tiró de la sábana nuevamente y volvió a enrollarse, pegándose a la pared. Haru bufó de nuevo-. Vete a la mierda, Matsuoka -siseó.

Se levantó de la cama y vistió sus interiores, yendo después al armario para sacar una sábana. A Rin no pudo importarle menos, de hecho, aprovechó para expandirse en la cama. Haru le sacó la almohada y salió de la habitación, yéndose directo al sofá de la salita.

Era inquietante, pensó. Todo lo que estaba pasando en su mente, la forma en que sentía como si su sangre hirviese cada vez que estaba con Rin... Era sumamente extraño.

Decidió no darle importancia. Era mucho mejor dormir.

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Tres meses habían pasado. Tres meses llenos de altibajos. Makoto creía que se estaba desarrollando una muy buena batalla entre dos de sus mejores amigos, aunque Sousuke se negara a verlo. Solo era cuestión de prestar atención a la mecánica con la que Rin y Haru se manejaban. El lunes pasado, por ejemplo, Rin se había cabreado demasiado porque Haru había, de nuevo, arrojado su celular (recién comprado) a la fuente del instituto. Además de lo alarmante que era el que Haru realmente se creyera con el derecho de hacer cosas así, estaba el hecho de ese cabreo. Rin había vuelto a su departamento y, se enteró por Haru, había cerrado con todos los pestillos y había dejado a Haru dormir afuera (aunque Haru se había ido a quedar con Makoto tras una hora de insistencia).

Manía ||HaruRin||Mpreg||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora