[Gyatso]
Dos mensajes urgentes había sido enviados desde el Templo Aire del Sur. El primero informaba de la muerte del Avatar Roku tras la erupción repentina de la isla donde el hombre vivía. Para Gyatso fue una trágica noticia, pues durante los años que el Avatar aprendió Aire Control, ambos se habían hecho muy buenos amigos.
El segundo mensaje, era un llamado por parte del Consejo de Ancianos, que pedían al monje que regresara de sus viajes. Por su ya mencionada cercanía con el Avatar Roku, su presencia era requerida para asistir en el nacimiento del que podía llegar a ser la reencarnación de su viejo amigo.
El monje regreso al Templo en su bisonte ese mismo día.
Al llegar, fue al área de maternidad, donde se recibían a las Maestras Aire en estado de gestación. En la puerta, un joven nómada esperaba. Como Gyatso desconocía su rostro, supuso que debía de ser del Templo del Norte. El joven maestro tenía una profunda mirada de ojos grises, llena de nerviosismo. Era evidente que era padre primerizo.
Gyatso lo saludo de buena gana, antes de pasar a la habitación.
Las parteras estaba acomodando la habitación. En una amplia cama, una pálida mujer estaba recostada. A su lado, la nómada Yasuda, representante del Templo del Este sujetaba su mano mientras le susurraba palabras cálidas.
—Maestra Yasuda—le saludo Gyatso—. No era necesaria su presencia en esta situación. Si el chico es el Avatar, permanecerá bajo mi cuidado en el Templo del Sur y si no lo es, permanecerá con nosotros de igual manera.
La anciana mujer frunció el ceño.
—Si el Avatar es hombre, es un asunto que aún debe de ser comprobado. Mi presencia es necesaria, pues si el Avatar es mujer, viajará conmigo al Templo del Este.
Su declaración dejo confundido a Gyatso, cosa que pocas veces ocurría.
—Creí que el bebé ya había nacido...
Las mejillas de la primeriza madre se sonrojaron. Era una mujer guapa, incluso tan cansada como se miraba.
—Así es, ya han nacido. Es solo que... no esperábamos que esto ocurriera...—la mujer se puso de pie con dificultad. Recorrió la habitación hasta llegar junto a la ventana. Había únicamente una cuna, pero en ella se encontraban dos bebés.
Un hombre y una mujer.
El niño era robusto y sano, con una sonrisa amplia en el rostro. Tenía los ojos grises de su padre y el cabello castaño de su madre. La niña, quien permanecía dormida, aferraba su pequeña mano al brazo de su hermano, como si no lo quisiera lejos. Sus somnolientos ojos eran marrones y el cabello oscuro rizado.
—Aang fue una promesa—dijo la madre, acariciando el rostro del varón para luego tocar el de la niña—, y Chiasa un regalo.
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Ambos niños pasaron juntos sus primeros meses de vida. Sus padres, como era la costumbre, los entregaron al cuidado de los monjes con lágrimas en los ojos. El hombre le dio a la niña un pequeño collar de cuencas rojas y azules. La mujer le dio al niño su propio planeador.
Aang pasó al cuidado de Gyatso. Era un niño risueño y glotón, de risa fácil y ojos curiosos. Chiasa estaba bajo el cuidado de Yasuda. La niña lloraba si pasaba demasiado tiempo lejos de su hermano, pero en su compañía, era tan alegre como él. Dormían juntos y preferían los mismos juguetes de cuna.
Nada daba señales de quien podía ser el Avatar.
Una buena tarde, ambos fueron llevados frente al Consejo de Ancianos. En el suelo habían reunido miles de distintos juguetes. Entre esos miles, cuatro eran las Reliquias del Avatar. Quien pudiera elegir correctamente, pasaría le prueba y sería el nuevo Avatar.
Tashi ordenó que dejaran a los niños en el suelo para permitirles elegir. Aang se aferró a la barba de Gyatso cuando intentó déjalo, un gesto que lo hizo reír.
—Solo un momento, pequeño—le prometió—. Vamos, elige los que más te gusten.
A su lado, Chiasa gateaba entre los juguetes, mirándolos con cuidado. Extendió una mano, acariciando la figura de un bisonte de barro. La niña continuo entre los juguetes, tocando alguno que otro, mientras Aang se sentaba a dar palmadas.
Yasuda recolectó los cuatro primeros juguetes que Chiasa eligió. Tomó a su protegida en brazos y llevo los juguetes frente al Consejo. Gyatso desconocía cuales eran las reliquias o si ella había elegido bien.
—Vamos, Aang—le animó el monje, con dulzura—. ¿Cuales te gustan más?
El infante lo miro atentamente, antes de gatear entre los juguetes. Ignoro la mayoría al principio. El primer objeto fue una tortuga de barro que Aang restregó contra su rostro, continuó con sus elecciones, escogiendo una hélice plegable, un mono de madera y un tambor de madera para mano. Gyatso los dejo frente al Consejo y junto a Yasuda, espero.
Finalmente Tashi rompió el silencio.
—Maestra Yasuda, tiene libertad de partir al Templo del Este para iniciar los entrenamientos de su nueva protegida cuando usted lo desee. Estamos seguros que Chiasa será una maestra talentosa bajo su tutela—la mujer asintió con solemnidad. Tashi miro después a Gyatso—. En cuánto a usted, monje Gyatso, será el tutor del chico. Sabemos que no hay nadie más calificado para entrenar al Avatar Aang que el viejo amigo del Avatar Roku.
Esa misma tarde, los gemelos fueron separados. Se le pidió a Yasuda que mantuviera el parentesco de la niña con el Avatar en secreto.
Aquel día, el cielo se torno gris con las nubes de tormenta, del mismo color que los húmedos ojos de Aang al llorar por la partida de su hermana.
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¿Puedes escuchar mi corazón?
FanfictionCon la muerte del Avatar Roku, los Nómadas Aire se preparan para recibir a su siguiente reencarnación. En uno de sus templos nacería el nuevo Avatar, lo que nadie sabía es que no llegaría solo a esta vida. Dos seres en un mismo vientre, uno destin...