Susi, Flor y Julio seguían conversando de diferentes temas, todos relacionados entre ellos tres, dejando a los otros tres afuera. En esos tres me encontraba yo, en silencio, mientras comía lentamente. De vez en cuando giraba a mirar a Daniel, quien me atrapaba la mirada de manera burlona y me daba una pequeña, pero nada inocente sonrisa.
Quise hablar con David, pero cuando terminó de comer, simplemente abandonó la cocina sin dedicar una palabra a nadie.
Con su ausencia me sentía un poco incómoda. Aunque todos eran buenos y simpáticos, a diferencia de Daniel claro, aún no tenía la suficiente confianza ni imaginación para hablar con ellos.
Miré hacia una silla donde debería estar mi madre, y me di cuenta que tampoco se encontraba.
Pensé unos segundos hasta que me acordé que se había ido al comedor.Y hablando de Roma...
-Hija, ¿podrías servir el vino?- mi madre apareció por arte de magia en la cocina.- Tengo que ir a buscar algo rápidamente en el negocio.
-¿Aqui?- apunté la mesa, rezando internamente que fuera así.
-No- negó con la cabeza- En la mesa del comedor, Sergio necesita unos cigarrillos.- pensó unos segundos para después mirar el reloj de la pared- falta quince minutos para que cierre el mercado.- se lamentó y apuró sus pasos a la puerta trasera.
-Yo puedo llevarla- habló Daniel, ganándose una mirada confusa de mi parte.
¿En serio se comportaba gentil y servicial ante mi madre?
-Oh, eso sería estupendo- mi madre suspiró y le dió una pequeña sonrisa al chófer de la casa.
Daniel se levantó de la mesa, mientras se limpiaba la boca con una servilleta, para después arrojarla en mi plato. Levanté mi cabeza hacia su cara de manera rápida y esperé lo peor, pero ni siquiera me miró, se dió vuelta y acompañó a mi madre hacia la puerta trasera, para minutos después, desaparecer por la misma.
Suspiré y agarré la servilleta que se encontraba en mi plato vacío, gracias a Dios, para después arrojarlo desde mi posición al basurero alado de la mesada.
-Buen tiro- inquirió Flor aplaudiendo enérgicamente.- ¿No fue un buen tiro Julio?
-Deberías llevar el vino a la mesa , Cristina- Julio habló, ignorando el comentario de Flor- El vino que al señor le gusta se encuentra en esa estantería.- apuntó a un mueble de madera.
Asentí rápidamente para después ponerme de pie y acercarme a la estantería. Agarré el vino entre mis temblorosas manos y me dirigí hacia la puerta del comedor. Cuando pasé por alado de la mesa, pude notar como una mano detuvo mi andar. Bajé mi mirada rápidamente, encontrándome con Julio, quien sostenía en su mano un abridor. Le ofrecí el vino y el lo abrió bruscamente.
Me di cuenta que tenía mucha fuerza, y era un poco bruto.
Al igual que yo.
Le agradecí con la mirada para después dirigirme hacia la puerta del comedor. Cuando atrevecé esa gran puerta, pude notar, no tres, si no cuatro miradas en mí.
Miré a al señor Sergio, quien me miraba seriamente mientras masticaba su comida, a su lado, se encontraba su mujer, quien se giró casi rompiendo su cuello para observarme. Me miró con una gran sonrisa para después hablar.-¡Traes el vino!- habló con alegria- Puedes traerme un poco, si- estiró su brazo y levantó una copa sobre su cabeza.
Sergio inspiró lentamente para después negar con la cabeza.
-No tomarás más vino- habló, ganándose una mirada triste de la rubia.- Después no pararas de hablar.
Sonreí de costado ante sus palabras irónicas, pero no era la única a la que le dió gracia. Una risa femenina llamó mi atención, haciendo que levante mi mirada hacia la invitada. Su cabello era rubio y sus ojos claros, muy bonitos la verdad y su sonrisa era perfecta. Sus ojos me miraron de manera amable dándome una pequeña sonrisa, obviamente, le devolví el gesto. A su lado, se encontraba Federico, quien bebía cerveza y no me quitaba los ojos de encima.
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Porciones De Amor
Teen FictionEl valor de las cosas es más importante que su precio... Y que precio eh pagado.