Capítulo 02: Esta noche

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Evan y Steve se marchan al mediodía, por lo que nuestro plan es pasar la mañana con ellos. Son las ocho de la mañana cuando bajo a la cocina para desayunar algo antes de ir a casa de los chicos, mamá está allí preparando café por lo que le pido una taza. Me la sirve sin decir demasiado, el ambiente se siente tenso después de lo de anoche, y los ronquidos de John que llegan desde la sala de estar no ayudan demasiado. Unto una rebanada de pan con mermelada y estoy por llevármela a la boca cuando mamá dice.

—Tienes que dejar de provocar a John —dejo la rebana suspendida a medio camino hacia mi boca y la miro incrédula, no puede estar hablando en serio.

—Si él nos tratara mejor no tendría porqué provocarlo.

—Él cuida de nosotras —ella lo defiende y quiero gritar. Quiero zarandearla y meterle a fuerza en la cabeza que podemos estar mejor sin él. Eso es algo en lo que vengo pensando desde hace tiempo.

—Mamá, te rompió el labio una vez —le recuerdo bajando la tostada, el hambre ha desaparecido.

—Eso sucedió una sola vez. Está bajo mucho estrés.

—¿Ayer?

—Es estrés, Emily —insiste ella—. Y si hubieras sido buena y le hubieras seguido la corriente no habría pasado nada.

Hay una vocecita suave en mi cabeza, es una vocecita enojada que quiere hacerse escuchar, pero la ignoro, así como decido ignorar a mi madre también. Me levanto de la silla frente a la isla de la cocina y limpio las migas de pan en mis vaqueros negros.

—Como sea... voy a casa de los chicos, hoy los despedimos a Evan y Steve.

—A propósito de eso —me detiene ella antes de irme—. No quiero que vayas.

—¿Qué? —ella mira hacia la sala de estar y luego me mira de nuevo.

—A John no le gustan esos chicos, ya viste como estaba anoche. Es mejor no provocarlo más.

—Sabes que los chicos se van a vivir a otra ciudad, no sé cuándo les voy a volver a ver.

—Puedes hablar con ellos por teléfono.

—Mamá... te lo pido, si quieres que no le conteste más a John sus tonterías, perfecto, pero déjame despedirme de los chicos.

—¿Qué es lo que pasa? —John aparece en el umbral de la entrada a la cocina, tiene la mirada somnolienta y de seguro una resaca espectacular. Mi madre se pone tensa de inmediato.

—Nada, buenos días. ¿Te preparo el desayuno?

—Solo café —él larga un bostezo y se sienta frente a la isla de la cocina, luego me lanza una mirada de arriba abajo para luego preguntar—. ¿Vas para algún lado?

Yo busco la mirada de mi madre, no sé muy bien para qué, ¿apoyo? ¿ayuda? ¿consuelo? Por supuesto no obtengo nada de ella, toda su atención está en John y la taza de café que le pide.

—No —digo, escuchando el consejo de una suave vocecita—. Estaré en mi habitación oyendo música, si no les molesta.

John se encoge de hombros mientras toma la taza de café, mi madre me mira y me asiente, dándome a entender que aprueba mi docilidad. Lo que ella no sabe es que la despedida de mis amigos no pienso perdérmela por nada en el mundo, así que subo a mi habitación, trabo la puerta y pongo a un volumen apropiado un disco cualquiera. Lo suficiente para que se escuche desde el pasillo, no tan alto como para que les moleste y quieran ir a tocarme la puerta. Me acerco a mi ventana y la abro mirando la distancia hacia el suelo. La última vez que hice lo que pienso hacer ahora tenía trece años, y Peter me ha pedido que no lo haga de nuevo, pero a situaciones desesperadas se requieren medidas desesperadas.

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