La Verdad

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Saeran continuaba sentado allí, con los ojos cerrados, recordando cada palabra que Yoosung había dicho sobre lo que su prima pensaba del sol. Se le hacía hasta un poco ridículo, pero tras recordar la explicación que este le dio acerca de lo que Rika sentía hacia V y cómo lo relacionaba con el sol, no podía evitar pensar en una cosa.

Él sentía que Yoosung se estaba convirtiendo en su sol.

A pesar de sus inseguridades, él lo consideraba alguien radiante, cálido, alguien que decidió guiar su camino con su luz a pesar de las dificultades que se presentaron en el camino, sobretodo por su forma de ser tan retraída. Sin embargo, había algo que le impedía aceptar sus sentimientos, y eso era que no podía sentirse cómodo siendo él mismo junto a Yoosung.

¿Por qué? Simple. Una mentira los dividía.

Tras pensar en ello, las imágenes vagas de aquel trágico día comenzaron a hacer eco en su mente. Su cabeza comenzó a doler, provocando que se quejara en voz baja. Se agarró el cabello y tiró de él en un pobre intento por detener su mente, pero era en vano. Afortunadamente -si es que se le puede llamar fortuna-, alguien lo escuchó y fue en su auxilio.

-¡Saeran! ¡¿Estás bien?! -preguntó Yoosung, preocupado, mientras se acercaba corriendo y se agachaba junto a él.

No podía explicarse cómo fue que lo logró, pero con solo oír su voz su mente dejó de gritar y se tranquilizó.

¿Acaso la voz del rubio era una especie de medicina para él? Si era así, le parecía mucho mejor que cualquier droga que quisieran darle los médicos. Drogas que, por supuesto, no tomaba, ya que tanto él como su hermano se rehusaban a incluirlas en un posible tratamiento.

Comenzó a preguntarse si los doctores podrían considerar la voz de Yoosung como un tratamiento alternativo, aunque la idea se fue de su mente tan pronto como llegó, ya que se sintió tremendamente avergonzado por pensar en algo así. Y todavía más teniendo a la medicina misma en frente.

Saeran levantó la vista, mientras reprimía el dolor que la angustia aún provocaba en su pecho.

-¿Por qué saliste? Seven está preocupado... Yo también lo estaba -confesó algo enojado-. No te salgas sin avisar de nuevo, ¿está bien?

«Radiante y cálido... No merezco esta luz».

-Yo...

Yoosung dejó salir una risita.

-Si quieres podemos volver a tu casa y ver una película. Incluso podría quedarme allí y dormir en el sofá, ¿qué me dices?

Saeran lo quedó viendo a los ojos, incrédulo de la bondad que podía ver en él. Se maldijo, pues estaba claro de que alguien como él no era digno de recibir esa bondad.

Sin darse cuenta, había tomado una difícil decisión.

Se puso de pie con cuidado y Yoosung le imitó, entendiendo el gesto como un «acepto tu propuesta», pero apenas sonrió y dio media vuelta para irse caminando, Saeran habló.

-Yoosung.

El chico se quedó paralizado un segundo. Era la primera vez que Saeran lo llamaba por su nombre al hablarle, y no sabía bien cómo sentirse al respecto. Volteó a verlo, y entonces notó que esa mirada intensa que siempre estaba presente en sus ojos ahora estaba cargada de una energía completamente diferente. Su expresión era sombría.

-¿Pasa algo? -preguntó, dudando en si fue una buena idea hacerlo.

Saeran tomó una bocanada de aire, y luego lo miró a los ojos decidido.

-Yo lo maté.

-... ¿Eh? ¿De qué hablas? -inquirió confundido.

¿Matar? ¿De qué estaba hablando?

-V.

-¿Qué pasa con V? -volvió a preguntar.

-Yo...-Entonces, Yoosung comprendió lo que Saeran trataba de decir, y se quedó helado. Sintió que se le iba el aire, no podía pensar en nada-. Yo lo maté -continuó confesando.

-No... Eso es imposible. Se suicidó...-dejó salir con un hilo de voz, mientras daba un paso hacia atrás.

-Yoosung, lo maté -insistió.

-Saeran... -su voz ya se estaba quebrando, y las lágrimas comenzaban a salir.

-¡¡Lo maté!! -gritó al final.

Luego de esto, Yoosung no aguantó más y comenzó a correr hacia la misma dirección por la que llegó. No sabía qué era lo que lo movía, pero un impulso extraño obligó a Saeran a perseguirlo y tomarlo por el brazo. Para su mala suerte, el chico se zafó de alguna manera y continuó corriendo lejos de él.

No quiso insistir, pues sabía que estaba en todo su derecho al querer alejarse y olvidar cualquier cosa que hubiese pasado entre ellos dos. Después de todo, era lo que debía pasar. Nada los unía... y eso le dolía terriblemente.
Jamás olvidaría ese momento, porque aquella también fue la primera vez que lo tocó.
Minutos más tarde, comenzó a llover.

Saeyoung continuaba llamando a Yoosung para saber si había encontrado a su hermano, ya que él no había logrado encontrarlo por su lado. Sin embargo, él no contestaba.

Cuando estaba a punto de perder la paciencia, la puerta del departamento se abrió, dejando entrar a un empapado Saeran.

Su hermano corrió a recibirlo, preocupado, y lo tomó por los hombros con fuerza mientras lo regañaba y pedía explicaciones. Solo se detuvo cuando notó que parte del líquido que corría por su rostro no era solo agua lluvia, sino lágrimas. Segundos después de su descubrimiento, Saeran rompió a llorar como no hacía hace meses.

Sus piernas cedieron y cayó sentado al piso, con su espalda contra la puerta.

-¿Saeran?...

-Yo... Lo hice... ¡Lo hice llorar! ¡¡No merezco ver la luz del sol, no quiero nada!! -exclamó, al tiempo que su llanto cobraba intensidad.

-No, no digas esas cosas, hermanito. Por favor... El sol siempre estará allí para ti -intentó tranquilizarlo.

-No... No hablo de ese sol, Saeyoung...

Su hermano lo miró confundido.

-¿Cómo?

En medio de las lágrimas, Saeran le dedicó una sonrisa como nunca había visto. Una sonrisa con una mezcla de tristeza y satisfacción.

-Acabo de perder a mi segundo sol... Yo... Le conté la verdad.

-¿Qué verdad?... No, espera, ¡¿qué hiciste?! ¡¿Le dijiste la verdad a Yoosung?!

-Una luz tan radiante no merece ser vista por alguien como yo, Saeyoung...-susurró entre sollozos.

Luego de decir esto, Saeran comenzó a temblar sin parar. Su respiración se agitó a tal punto que incluso su pecho dolía, por lo que supo que le estaba dando una crisis una vez más. Su hermano hacía lo posible por tranquilizarlo, pero no lo conseguía. Pasó un buen rato hasta que consiguió que se calmara un poco, y cuando lo hizo, lo acompañó hasta su habitación y le dejó algo de ropa seca sobre la cama.

A Saeran no le quedaban ganas, pero igualmente se cambió y luego, como meses atrás, volvió a mirar el cielo a través de su ventana buscando paz. Muy a su pesar, se encontró con que solo había nubes oscuras por la lluvia.

En silencio, comenzó a llorar otra vez.

The Second SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora