Capítulo 2: Detrás de los ojos azules.

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Iniciar la escuela parecía lo más simple del mundo, no necesitaba de planes a gran escala, sólo bastaba con saludar a algunas personas y socializar lo necesario para llevar la vida escolar lo más calmada posible, o esa era la idea que inicialmente tenía en mente, si tan solo no fuese tan impulsivo e imprudente. Aquella mañana me levanté más tarde de lo que debía, eso y sumando el hecho de que me entretuve buscando qué desayunar acabaron escaseando más mi tiempo.

-¡Maldita sea! Enserio seré idiota, ¿Dónde dejé mi teléfono?-exclamaba a la nada revoloteando entre mis pertenencias- por acá seguro lo dejé...qué buen inicio, pero supongo que es mi culpa que ni siquiera haya comprado nada ayer para un desayuno decente.

Esas eran mis palabras junto a constantes exclamaciones y quejidos, admito que resultaba un tanto gracioso e irónico levantarme con el pie izquierdo siendo ese el primer día de una vida apacible.

Mientras tanto seguía desesperado buscando infinidad de cosas que creía iba a ocupar, sin demasiado éxito terminé rápidamente de arreglarme y sin cerrar bien la puerta bajé corriendo las escaleras, un estruendo similar se escuchaba justo en la casa vecina.

-¿¡Papá por qué no me despertaste!? ¡Voy tarde de nuevo!...tarde tarde tarde.

Por la derecha igualmente salía aquella joven de ayer, por los pocos segundos que la pude ver antes de tropezar por las escaleras y estrellarme contra ella.

-¡Agh! Lo siento voy retrasado, no quería...¡Oh! qué tal-saludé tontamente a Catherine, la vecina.

-¡Oye fíjate por dónde andas! Ah...eres el nuevo inquilino-respondió igual de atontada e indiferente.

Fue un contacto visual rápido hasta que recordé que llevaba prisa al igual que ella, entonces me levanté de un salto y le extendí la mano en aras de ayudar; ella, sorprendida y poco fiada me miró un segundo para que seguidamente me tomase de la mano y así pudiera ponerse de pie también. Fue un momento extraño, la palma de su mano era cálida, pero igual de suave que la de cualquier otra chica de su edad, me soltó cuando el señor Nowak salió de su casa debido al escándalo.

-¿Catherine estás bien? Pero vaya sorpresa, ¿Qué tal todo Owen? Buenos días-se dirigió a mi con amabilidad y una sonrisa.

-Buenos días señor.

-Veo que también vas tarde, ¿A donde te diriges?

-A la escuela, decidí inscribirme en la universidad local.

-¿A la escuela? ¡Ha! Me pregunto quién también está en la misma situación-respondió dirigiéndose a su hija.

-¡Papá!...sólo es un pequeño retraso-respondió ella.

Era la primera vez que prestaba atención a su voz, no era ni muy aguda ni muy grave, estaba en un término agradable para el oído, dulce hasta cierto punto, pude ver un rubor leve en sus mejillas por el bochorno que le hacía pasar su padre.

-En fin, deberían irse ya o seguro que llegan más tarde ¿Sabes llegar al campus Owen?

-Yo, la verdad es que no señor.

El hombre río antes de responder, al parecer le era graciosa mi falta de orientación sobre el pueblo.

-Muy bien, hija ¿Te molestaría ir con él? ¿Decirle por dónde ir y eso?

-De acuerdo papá ¿Podemos irnos ya?-respondió a regañadientes, no le apetecía demasiado la idea de acompañarme.

-¡Está decidido! Ve con ella chico, te mostrará el camino, así que cuídense mucho.

Y así se despidió antes de regresar dentro, mientras tanto la chica salió de la casa sin avisar o decir una sola palabra, se detuvo en la puerta y con su mano la detuvo mientras volteaba a verme.

Alma de luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora