XI: Heridas.

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Si bien el Lucky Charm tenía un poder excepcional, y podía reparar hasta a la misma torre Eiffel de un daño grave. No podía curar personas.

—Nathaniel sigue inconsciente —habló el doctor a los preocupados padres —. Pero tenemos fe en que las heridas no son tan graves como se presentan. Hay que confiar en la fuerza física del joven.

Fuerza, pensó Adeline Kurtzberg desesperada, ¿eso podría salvar a su príncipe?

Y Andrei, quien se había negado a separarse del pelirrojo, tomaba su mano con fuerza y maldecía al mundo todo aquello que pasaba Nathaniel.

Una persona tan dulce, cálida y buena no merecía aquello. París era una ciudad verdaderamente peligrosa.

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“Heart” ese era el nombre del nuevo Akuma. Un hombre cruzando sus treinta que había visitado la panadería Dupain-Cheng y se había quedado prendado de la hija de los dueños; un clásico cliché. Sin embargo, Marinette lo había rechazado sin contemplaciones.

“—Me gusta alguien más.” esa fue la única explicación.

Y esa frase había sido la única detonante de los odiosos celos.

“Heart”, con el único propósito de destruir a su competencia, había lastimado a todos los chicos de la secundaria Françoise Dupont y ahora iba a todo aquel joven de la ciudad.

—Heridos y más heridos —se lamentó Ladybug mirando la ciudad de París desde la Torre Eiffel —. Sé que algunos tienen heridas superficiales. Pero en el caso de Nathaniel... solo ruego por que se salve.

Chat Noir sostuvo fuertemente su báculo en su mano derecha.

—Hay que seguir, Lady —animó el chico con seriedad —. No dejaré que ese loco dañe a más chicos inocentes —frunció su ceño —. Ya fue suficiente.

Ladybug pestañeó y achicó los ojos pensativa mientras miraba a su compañero de batallas.

—Chat tú... —murmuró la chica casi maravillada. Pero negó rápidamente —. No importa, vamos a por él.

El chico asintió algo extrañado.

Que rara es Ladybug a veces, pensó Chat saltando de la Torre.

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Nathaniel no solía soñar. Sin embargo, desde el accidente tenía constantes pesadillas. Y no podía despertar, su cerebro no quería que despertara.

Y he allí otro desesperante sueño.

Una niña rubia corre por un amplio jardín mientras grita y canta con gran diversión.

Y Nath la observa embelesado. Es tan bonita; como un angelito.

Y de pronto la pequeña detiene su danza y gira hacia él. Su vestido blanco se remueve con el viento y deja al descubierto su falta de zapatos.

Ambos se miran extrañados. Turquesa con turquesa chocan en una mirada.

—¡Papá! —exclama sonriente mientras corre y corre.

Nathaniel siente su corazón pararse y luego latir desbocado.

La niña sigue corriendo mientras su tinteneante risa llena cada espacio del sueño. Pareciera que un salto más podría darle empuje para que salga volando.

Mi secreto (Adrinath) |Finalizada| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora