II: Chat Noir.

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Nathaniel le sonrió a su madre mientras seguía sus bocetos de Adrien y el señor Agreste.

—Aún no puedo dibujar bien a Gabriel Agreste —dijo el pelirrojo con cierta resignación mientras borraba el claro boceto de un hombre.

—Oh, cariño —sonrió su madre —. No te preocupes, yo puedo hacer al señor Agreste. Tú puedes hacer a Adrien y avanzaremos más rápido... aunque, sé que te gustaría más dibujar a Chat Noir —canturreó divertida.

Las mejillas de Nathaniel se tiñeron de carmín.

—E-Es que... es un gran héroe —murmuró avergonzado.

No admitiría jamás lo que sucedió hace dos semana. Cuando Chat Noir, loco y desesperado por un poco de amor, lo abrazó tan fuerte que el pelirrojo creyó que moriría de asfixia.

Mas, cuando Chat Noir estuvo calmado, lo hizo sentar en su cama, lo tomó de las mejillas y le sonrió prometiéndole que todo estaría bien.

Fue allí, en ese pequeño instante, cuando Chat le pidió que apagara la luz y él, un tanto tembloroso pero curioso, obedeció sin chistar.

Allí sintió los fuertes brazos del héroe de París, y en su oído comenzó la murmuración de una historia.

Todo comenzaba con un niño que vivía felizmente con sus padres. Su padre, contó, era muy diferente a lo que era ahora. Y su madre, ahora para él, era solo un recuerdo.

Narró entonces una época que prefería olvidar. Cuando, teniendo catorce, se despidió de su madre un día de agosto y le prometió que se portaría bien mientras ella estuviera de viaje; jamás volvió.

El pobre gato tembló entonces ante el recuerdo y el pelirrojo, sentado en su regazo, le tocó la cara con las manos.

—Todo está bien —le susurró —. No llores, yo estoy contigo.

Llevaban tres semanas de conocerse en ese entonces. Pero los lazos que crearon aquella noche superaron cualquier desconocimiento.

El pelirrojo era tan pequeño que Chat Noir fácilmente lo subía a su regazo y le murmuraba cosas divertidas.

La rutina comenzó a formarse. Primeramente, el héroe tocaba la ventana y Nathaniel se apresuraba a abrirle, luego de pasar ambos se sentaban en el suelo donde el pelirrojo disfrutaba para dibujar mientras escuchaba al chico gato hablar de sus hazañas como héroe. Allí, sin molestarse por ocultarlo, Chat Noir dejaba escapar sus alabanzas hacia Ladybug y declaraba que algún día aquella señorita sería suya.

Y aunque, con la luz encendida Chat Noir parloteaba sobre Lady, cuando Nath pasaba a apagar la luz, todo era distinto.

A veces Chat no hablaba nada, se limitaba a abrazarlo. Otras veces le susurraba cosas que Nathaniel no entendía. Parecía como si el héroe le hablara en francés y a la vez en un idioma extraño; un idioma que parecía manejar a la perfección.

Ah, Chat Noir... que complicado acertijo... si tan solo Ladybug desapareciera...

—Ves lo que te digo, príncipe —rió la señora Kurtzberg —. Te encierras en tu mundo y comienzas a dibujar a Chat Noir.

Nathaniel pestañeó confundido y bajo su vista para encontrarse con un boceto de Chat. No, de Adrien... no, de Chat.

—Un momento —murmuró indeciso.

Mi secreto (Adrinath) |Finalizada| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora