Capítulo Dos: Dilemas Melancólicos

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Pétalos Ondeándose


«Listo. Con ese arreglo, mi lencería con encajes y haute couture quedó completamente lista. Ahora, ¿dónde habré dejado la dirección...?»

Leni buscaba azarosamente sobre su escritorio un papel con los imprescindibles datos para el empaque en la que mandaría su creación a una importante firma de lencería, a nivel mundial.

Sin embargo, no recordaba el hecho que había escrito las indicaciones en el mismo papel que las instrucciones para su trabajo. Para cuando se dio cuenta de ello, había pasado media hora.

Cinco minutos después de haber terminado con la encomienda -con dirección a Nueva York-, volvió a mirar sus zapatos, aún mancillados y hediondos.

«¿Por qué Lola querría verlos? No lo entiendo.»

Luego, dirigió su atención a una chequera de pagarés. Eso fue lo único que no se le quedó en la oficina. Si bien había sido usado no muy recientemente, todas las copias de estos estaban fechadas con la pulcra caligrafía de su hermana menor.

«Algo me había dicho Lisa sobre mi trabajo... Pero creo que era que iba bien.»

Después de lavarse sus dientes, en el ajetreo diario que era la "Casa Loud", se preparó para dormir, proponiéndose ganar muchos clientes y seguir con sus trajes.

Antes de poder quedarse dormida, miró hacia la otra cama que había en su habitación.

—¿Cuándo volverás a casa, Lori?

Lucy tendía a no mostrar sus sentimientos o preocuparse por los demás, pero Leni no lograba recordar lo que ella le había dicho el viernes.

Estuvo tentada de mirar su celular, tanto para saludar a Lori y desearle una buena noche o para mirar vídeos porno donde podía sacar material de inspiración.

Mas, concluyó que deseaba recibir el lunes de la mejor forma. Apagó las luces, se puso su mascarilla y apagó su mente.

No sin antes pensar en hacer un nuevo traje para su rol de dominatrix. Uno que la hiciera ver...

Imponente.

Pinkie

Viernes.

—...y, cuando le dije al cliente que nunca me había lavado las manos después de ir al baño y justo le estaba sirviendo sus papas fritas, mi jefe iba a gritarme que me despedía. Pero le tiré la pechera, los putos pins que siempre me pedía que vistiese y las papas en la cara. Le grité: «¡Me voy de esta mierda!», y aquí me tienes. Bueno, eso pasó hace tres años atrás. Ahora... Comparto sitial con los dioses...

—Aún no entiendo por qué me cuentas sobre tu primer trabajo, Luna.

—Porque me gusta charlar contigo, Lucy.

Con «Guns of Brixton» sonando en la pequeña radio portátil de Luna, las hermanas Loud platicaban -aunque sería una palabra sumamente generosa para Lucy- en el portal del parque de Royal Woods. Caminaban hacia el lugar donde la arboleda era mucho más frondosa; Luna tenía planes para las dos que nadie más debía saber de estos.

Cuando llegaron a la arboleda, Luna fue a buscar su lugar favorito para escribir canciones, embriagarse con amigos y más. No pasó mucho rato en el que Lucy escuchó a su hermana mayor llamándola.

Sentadas debajo de un viejo y enorme roble, Luna sacó de su bolso unas latas de limonada dulce con alcohol. Lucy recibió la suya con indiferencia. Igualmente, la abrió y empezó a beber. Por unos instantes, parecía que Luna la observaba con una sonrisa que irradiaba moderado orgullo.

Señorita BougainvilleaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora