Capítulo Siete: Revolución de los Claveles, parte I

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Miércoles, cuatro y media de la tarde.

Lincoln había estado sentado por algunos minutos, esperando algún chico con quien coquetear. Naturalmente aguardaba cabizbajo, temblando un poco y golpeando sus dedos entre sí. No ayudaba que la tanga estuviese demasiado ajustada -era de Lynn; ¿por qué diablos ella tendría una?-, ni que la argolla del dildo anal se sintiera tan cerca de su recto; ¿realmente se hundiría al punto de tener que ir al hospital y ser descubierto?

«No, claro que no. Carol no lo haría...»

«Recuerda Linky: si algo sale mal y te descubren, tú estarás solo. Yo negaré todo y me creerán; soy la chica más amable, correcta y bondadosa que existe. Tú solo quedarías por un perverso mitómano barato...»

Extrañamente, Lincoln recordó aquella conversación que habían tenido cuando empezaron a salir juntos. Él se sintió súbitamente traicionado...

Pero no tenía idea del por qué.

Dado a su ensimismamiento, Lincoln no notó la presencia de un chico, quien se sentó justo a su lado. Al no percatarse de aquello, el muchacho carraspeó levemente. La chica seguía sin responder; aún miraba sus delgadas rodillas.

El niño, curvando sus dedos hacia las palmas irritado, rodeó a Lincoln con uno de sus brazos. Eso trajo de vuelta al chico travestido al contexto donde estaba; en el parque de la ciudad por la tarde, después de clases, otoño.

Y él mismo estaba vestido como una adorable chica.

Al mirar al otro niño, una increíble ocurrencia pasó sobre su cabeza:

«¿Lynn niño es real y existe en mi dimensión?»

A pesar de tener las mismas facciones, el mismo cabello y las mismas pecas, el chico en cuestión vestía diferente a su hermana y a su compañero de habitación en aquel sueño; usaba shorts más largos y azules, además de una chaqueta deportiva roja y blanca. Los zapatos eran los mismos.

Por un momento, ambos chicos intercambiaron profundas miradas, intentando descifrar el rostro del otro. Todo lo demás de aquella tarde contrastaba con la silenciosa contienda de los dos. Pero Lincoln sabía que deseaba terminar con aquello lo más rápido posible.

Acercó su rostro hacia el supuesto Lynn, rozó brevemente sus labios con los suyos. Al no encontrar rechazo en aquel tanteo, fue directamente al beso.

La sorpresa en el chico, quien intentaba no verse como tal, lo había dejado atornillado en aquella banca. Por unos momentos, quien besaba con todas sus fuerzas era Lincoln, mientras que el supuesto Lynn solo aguantaba la presión, inmóvil.

Sin embargo, el granítico chico cambió de parecer y agarró las muñecas de la chica, la acostó levemente sobre la banca y metió su lengua dentro de su boca, buscando su contraparte.

El intercambio de alientos no interrumpió aquella radicalización del ósculo. Lo único palpable para ellos eran los jadeos detrás de sus lenguas, los gemidos que Lincoln dejaba escapar y lo incómodo que era la banca del parque para continuar con su beso.

Cuando ambos abrieron sus ojos, notaron sus rubores y que Lincoln estaba prácticamente rescostado sobre el banco, incómodamente reposando su cabeza y peluca sobre el fierro que hacía de respaldo.

El supuesto Lynn quebrantó el mutismo, diciendo:

—Así que... eh... ¿quieres... esto... hablar... sobre el...?

Lincoln aguardaba aquello; fue un movimiento demasiado brusco el que había realizado.

—Oh. Quieres hablar... sobre el beso... Perdona si fui imprudente...

Señorita BougainvilleaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora