Capítulo 1

271 17 8
                                    

La vida se resumía en momentos, pequeños momentos, días, horas, minutos o segundos, los momentos eran todo en la vida y yo había tenido demasiados, había ganado premios, dinero, amigos, enemigos, amor, paz, dolor. Los momentos de la vida que se reproducían en mi mente en ese segundo eran fugaces. Cuando vi sus ojos azules por primera vez, cuando escuché su voz, su cabello, su aroma, nuestro primer beso y el doloroso final. Me volví loco con ese final, pero en ese momento me sentía tan relajado, como en otro mundo.

-El buen humor siempre ayuda -La escuché decir mientras miraba el techo blanco de la habitación.

-Lo sé.

Todos aquellos momentos pasaban como una película de 60 minutos, antes me parecían memorias tan preciadas, tan necesarias, pero estando ahí, todo carecía de sentido.

-Tal vez debería comer.

-En un momento.

Sus ojos ya no me parecían tan perfectos, su belleza se escapaba de entre mis dedos y no encontraba la manera de mirarle si tener los ojos llenos de obsesión.

-Está bien si no quieres hablarme, pero de verdad necesitas comer.

- ¿Me recuerdas? -le pregunté como un fantasma ansioso por sentirse como parte del mundo mortal.

-No te habría reconocido de no ser así.

-No habló de eso, y lo sabes.

Necesitaba entender cómo había logrado amar de una manera tan desquiciada mientras ella únicamente me dejaba a un lado de todo, nada había significado tanto como para ella como lo era para mí.

- ¿Podríamos no hablar de esto?

-Estoy cansado de no decir nada. No sabes como fue mi vida durante todo este tiempo, no sabía si estabas viva, muerta, y nunca volviste, me dejaste, juraste amarme el resto de tu vida, pero aquí estoy y de no ser por este lugar, tal vez nunca volvería a saber de ti.

-Deje una carta, ¿eso no fue suficiente?

-Oh claro, una carta por todos los años juntos de nuestras vidas. Nunca me amaste, ¿O sí?

- ¿Eso crees?

- ¿De verdad te interesa?

-Tú no sabes nada de mi vida a partir de ese momento, ¿Bien? No tienes idea de cuánto pude sufrir yo por todo lo ocurrido, obviamente te amaba, idiota.

-Y aún así te fuiste...

Me incorporé para mirarla, para sentirme real y no como en un sueño, aún veía esa luz blanca y luego oscuridad, me sentía tan olvidado, como un alma en pena esperando a completar su penitencia en esas cuatros blancas paredes.

-Michael -dijo negando como si le hubiera dado un golpe bajo.

- ¿Sabés cuántas veces he mentido por ti? ¿Sobre tu partida, sobre aquella noche?

-No me mientes a mí.

-Intente engañarme para sobrevivir, tú nunca vas a entender nada.

-Me sorprende saber que te preocupas por alguien antes de ti mismo.

-Y de nada sirvió.

-...no lo sabes.

El silencio nos volvió vulnerables, quería golpear la pared sin control, ese azul, esa tormenta interna y su indudable cinismo al reclamar como si no la hubiera esperado por años.

Ella nunca estuvo enferma, nunca acepto mi propuesta pero se quedó con el anillo así como mi alma, y los necesitaba de vuelta.

-Quiero mi anillo.

Bajo la mirada, sin abrir la boca ni una vez, sus mejillas se tiñeron de rojo, dejé la cama para verla de cerca, me ardían las manos y mi garganta se cerró por completo, ¿Cómo? ¿Cómo de una manera tan estúpida podía continuar sintiendo ese amor? No era justo.

-De verdad lo siento -pronunció apenas levantando la mirada para reflejarme en sus ojos llenos de lágrimas.

La extrañaba, la había extrañado por tanto tiempo que logré acostumbrarme a su ausencia, a ese dolor cercenando mi corazón, pero ahí estaba, mirándome. Le tomé las manos sin poder detenerme, si iba a morir entonces al menos deseaba dejar de extrañarle.

-No dejé de pensar en ti, lo intenté y no pude.

Acarició una de sus mejillas con el dorso de mi mano, ese gesto.

-Emma, por favor...

-No dudes de mí, Michael, te amo, te amo demasiado -no me soltó las manos, pero de verdad comenzó a llorar, una a una las lágrimas abandonaron sus ojos.

Ese azul a mitad de una tormenta se volvió el azul de la lluvia, de las gotas estrellándose contra el cristal de las ventanas, el azul del mar en calma, tan claro como un día despejado.

-De verdad lo lamento.

Dejé ir sus manos con la intención de alejarme por completo, pero ella me tomo la cara entre sus manos. No había manera de ignorarla, no lograba quitar mis ojos de los suyos, su tacto parecía estar despertar mi frío corazón de poco a poco. Éramos los dos de nuevo, solos, a mitad de la habitación como en el pasado, sin poder controlar nuestras ansias, su manos se quedaron ahí por más de lo esperado, pero dolía, como las espinas de una rosa, su mano se movió lentamente con cuidado de una manera casi inadvertida. Se resbaló poco a poco, sin prestar atención al dolor no la dejé, sostuve sus manos con las mías, olvidando la idea de alejarme.

Ya no sabía si existía un mañana, si ella sería mi última imagen antes de abandonar el mundo o de verdad podría volver a tener un vida, el futuro no existiría para mí, era como un paisaje lleno de neblina sin nada definido, no podía estar seguro de cómo se vería un mañana pues tampoco tenía la certeza de terminar el hoy.

-Aún eres todo para mí -susurro mientras daba medio paso hacia mí.

Necesitaba perdonarla, perdonarme, creer en un mañana, aferrarme a la vida de alguna manera, necesitaba un par de ojos azules, claros como los suyos en ese momento, tal vez no eran los de ella, pero eran parecidos, no dije nada cuando dejó su cabeza sobre mi pecho.

-De verdad te amaba -suspiré quitando de mi espalda ese peso por primera vez en mucho tiempo.

Volvió a mirarme, estaba tan cerca y parecía irreal, luego de años sin poder mirar se encontraba tan cerca, a milímetros, con apenas un hilo de distancia, sin remordimiento, escuchando a alguno de mis bajos instintos me acerque a sus labios, respirado su aliento y la bese, me aferre a sus labios, a su sabor, al dolor de vivir sin vivir, en esas cuatro paredes, nuestro beso creció casi como el cáncer en mi cabeza, pero por un segundos todo dolió un poco menos.

Speechless #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora