Prólogo

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Con una sonrisa picarona y perversa, Alex agarra un pañuelo de seda y lo coloca en la boca de Melanie, mientras lame sus labios. Esta le observa todo con gran precisión hasta sentir sus manos en su cuerpo, el cual simple gesto la impulsa a cerrar los ojos.

Recorre cada centímetro de su cuerpo, gozando de él completamente desnudo. Besa sus pechos ante la tormenta que se le venía encima, pero eso todavía le pone más. Aprieta las esposas de su novia y muerde el pómulo de la oreja izquierda. Melanie se mueve de nuevo y éste sonríe.

—Lo sé, tienes ganas de que te haga tuya.

Solamente se oyen sus gritos mudos a través del pañuelo. Alex introduce un dedo y comienza a juguetear en su ombligo, hasta comerse toda su intimidad.

Ella sigue gritando, se mueve y a él le encanta, hasta que la penetra. De una sola embestida la llena y comienza a follarla como nunca lo había hecho antes. Disfruta de cada gesto que transmite, de cada grito, de cada oleada de placer que solamente él siente. En cambio, Melanie solo siente asco. Nunca hubiera imaginado que su novio llegara a ser capaz de forzarla a tener sexo. La está violando, sin importarle el daño que le hace. Sus ojos están empañados en lágrimas y su corazón hecho añicos.

La venda cae de sus ojos, dándose cuenta de todo lo que Alex le está haciendo y de todo lo que le ha hecho durante tres años. No hay día en que sus amigos no se lo hubieran dicho, pero ella jamás ha entendido esas razones hasta este momento.

Ve como Alex se levanta de la cama y busca la llave de las esposas por encima de la mesa. Se las abre y lo primero que hace es pegarle un puñetazo.

—Cuando le cuentes algo a alguien, te juró que te mato. ¿Está claro?

Con temor asiente e intenta taparse con la sabana, pero él se lo impide. La vuelve a golpear hasta cansarse.

—Recuerda, si se lo dices a alguien iré a por ti y esto, es solo el principio.

Se viste, coge sus cosas y se marcha; dejando a Melanie desnuda, llena de hematomas y la cara ensangrentada. Aunque lo que más le duele es el no haberse darse cuenta de lo ciega que había sido todos estos años, de aguantar las amenazas y golpes constantes que obtenía y de no ser capaz de decir basta.


Este chico no es el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora