Capítulo 4

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Melanie Guillén

Me siento acosada ante la atenta mirada de Álex. Me observa a cada paso que doy y eso me está poniendo muy nerviosa. Me agobia. Su sonrisa me da terror y yo intento acatar todas las normas que salen de sus labios, incluso si me pide tener relaciones con él. No quiero que vuelva a golpearme, no quiero estar encerrada en la habitación como si fuera una delincuente a la que arrestan por robar o matar a alguien. No se lo deseo a nadie.

Al inclinarme para terminar de enganchar bien el edredón a la cama, siento sus manos en mi cintura. Una de ellas recorre mi espalda hasta agarrar mi coleta y tirar de ella hacia atrás, chocando contra su pecho. Noto su entrepierna y cierro los ojos sabiendo que me va a volver a hacer suya hasta cansarse.

—Hoy estás de suerte. ¿Sabes por qué? —Niego a su pregunta—. Porque te voy a volver a hacer mía.

Me echa a la cama y se pone encima. Quita con desesperación mi camiseta, echa el sujetador hacia arriba y muerde como un lobo mis pechos. Me duelen demasiado, pero debo callar. No quiero recibir un golpe más, todavía tengo una gran marca en mi costado.

—Joder, qué ganas tenía de comerte. Me pones muy cachondo, nena.

Me quita los leggins y las bragas al mismo tiempo y mete dos dedos de golpe. Cierro fuerte los ojos, no queriendo ver lo que hace. Siento dolor en vez de placer. Me gustaría gritar y que alguien acudiera en mi rescate, pero sé que no va a ser posible.

Siento un golpe en mi estómago y es cuando abro los ojos y le veo con esa sonrisa depravada. ¿Qué he hecho ahora? Lo vuelve hacer mientras sus ojos siguen anclados en los míos y ensancha su sonrisa al ver mis lágrimas desprenderse por mis mejillas. Muerdo mi labio para no gritar y es cuando comienza a golpear mi cara. Siento ese olor que tan característico se ha vuelto para mí, notando ese sabor asqueroso de sangre en mi boca.

—Te follaría a golpes mil veces más. Es lo único que te mereces.

Abro los ojos alejándome de esa horrible pesadilla otra vez. Era todo tan real que siento ganas de llorar, de cubrirme con la sábana y el edredón y no salir nunca más. ¿Por qué han vuelto? Estaba bien...

—Necesito aire. Me ahogo.

Me visto con lo primero que veo en la maleta, me aseo y me marcho sin siquiera tomar el desayuno que el hotel ofrece. El olor es muy apetecible, pero tengo el estómago cerrado. Después de este sueño se me han quitado las ganas de todo.

Sin embargo, tengo que terminar mi propuesto y decido despejarme viendo más cosas de Florencia, puesto que hoy va a ser el último día de mi estancia en esta hermosa ciudad. Ahora sí viene lo emocionante, Roma, mi nueva ciudad, mi nueva casa, mi nuevo trabajo, mi nueva vida. Espero que allí las pesadillas terminen y me dejen ser feliz, porque si de algo estoy segura es de que me lo merezco. Necesito la paz que no tuve.

Y ahora que digo de paz, siento como si alguien estuviera siguiéndome. Volteo como si estuviera buscando algo, pero no veo a nadie. Qué extraño... Siempre he acertado con estas sensaciones. Me da como un escalofrío al sentirla, es como si tuviera dos ojos en mi espalda y me incomoda.

El móvil comienza a sonar y lo busco por el bolso. ¿Por qué llevaré tantas cosas? Eres mujer. ¡Aquí está!

—¿Sí?

—¡Hola, soy Dan!

—Ah, hola Dan, ¿qué tal estás?

—Bien, ayer me lo pasé genial con vosotros.

Este chico no es el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora