Capítulo 2

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Melanie Guillén


Al cabo de un par de horas ya estoy en Amerigo Vespucci, aeropuerto de Florencia. Ya tenía muchas ganas de llegar y de sentirme llena de adrenalina. ¡Estoy muy emocionada! Y creo que la mujer que me acompaña se ha dado cuenta cuando me ha puesto una mano sobre el hombro.

—Todo te irá genial, ya lo verás.

Sonríe dulce, tal y como ellas. Al menos, eso es lo que me ha transmitido todo el tiempo que he estado hablando con ella. Se dice que año nuevo, vida nueva; y el mío parece haber empezado algo tardío, pero lo importante es que ha empezado.

—Gracias —digo cogiendo su mano, en la que un ligero apretón me da todavía más fuerza—. Me alegra haber compartido contigo este vuelo.

—Y a nosotros, ¿a que sí?

—¡Sí! —grita su hijo efusivo—. ¡Voy a ver a papá!

Da palmas contento y a su madre —y creo que a mí también—, nos cae la baba al verle tan feliz.

El avión aterriza y todos comenzamos a bajar hasta llegar a la cinta que nos devuelve las maletas. Agarramos la nuestra y la mujer me indica que la siga. La sigo hasta llegar a la salida del aeropuerto. Se lo agradezco, porque si ella no me lo llega a acompañar hubiera tenido que preguntar muchísimo.

—Mira, ese autobús de ahí va al centro de Florencia. —Mira el reloj—. Dentro de diez minutos.

—¡Muchas gracias! Espero que nos veamos algún día.

Los abrazo y beso en la mejilla. Estos me corresponden el beso tan cálido y hermoso como son ellos como personas.

—Yo también lo espero.


Subida en el autobús, observo a mis acompañantes que siguen plantados en la puerta hasta que veo al pequeño correr hacia el que será su padre. Algo aprieta mi corazón con un sentimiento que reconozco muy bien. Yo también echaré mucho de menos a mis padres.

Me alejo de ellos poco a poco y decido ponerme los auriculares con música de cantantes italianos para adentrarme un poco más en el idioma hasta que un joven se asienta a mi lado. Casualmente, habla español.

—¿De viaje? —pregunto curiosa.

—Anda, si aquí tenemos a una española.

—¡Esto sí que es casualidad! ¿Te quedas en Florencia?

—Solo estaré un par de días. Primero voy de turista, luego viviré en Roma.

—¡Vaya! Nosotros también vamos a hacer eso, solo que en Roma también seremos turistas. Si te animas a venir con nosotros, ¡bienvenida! —dice una chica muy animada—. Y perdona nuestra poca cordura. Estamos un poco locos.

—Creo que me vendría genial unirme a vosotros. Me recordáis a mi amiga, también está loca.

Todos reímos.

—Debería haber venido entonces. ¿Serás la cuerda del grupo?

—O no...

—¡Eso me mola! Espera, dame tu número de teléfono así podemos reunirnos todos y hacer turismo juntos, ¿no?

Mira a todos sus amigos y todos asienten. No sé qué me pasa, pero me siento más lanzada y animada que nunca. Se lo doy y ellos me dan el suyo.

Ha sido el viaje más corto de mi vida. Ni siquiera me he enterado cuando el autobús se ha detenido y nos ha gritado el conductor desde allá delante. Riéndonos bajamos y sacan un mapa.

Este chico no es el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora