Capítulo 5

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Melanie Guillén

Estos días, aunque las pesadillas hayan hecho acto de presencia en ellos, he vivido y he visto muchísimas cosas. ¡Me ha encantado! Pero lo que más me encanta es que, hoy, me voy a Roma. ¡Sí, por fin! Mi destino, mi nueva casa, mi trabajo y mi vida al fin y al cabo. Allí seguiré en busca de mis sueños, pero lo primordial, ser feliz. Me lo repito mucho, pero solo es una manera de recordarme que lo merezco, igual que todo el mundo.

Cierro la maleta y sonrío. Fuera pensamientos malos, adentro los buenos. Recuerda para que viniste...

—¡Vamos!

Nada más llegar a la parada del autobús, encuentro a un par de jóvenes enrollándose. Un poco más y se la mete ahí mismo, con toda la gente mirando. ¿No tienen vergüenza o qué? ¡Madre mía! Pero que se le está viendo el potorro...

La señora que está a mi lado mueve la cabeza escandalizada, mirando de vez en cuando por si la cosa sube todavía más de temperatura. Evito mirarlos, pero es bastante difícil después de oír los gemidos que salen de sus bocas. Parece que estemos viendo una película porno...

—¡A follar a vuestra casa degenerados! —grita un chico que tendrá, más o menos, mi edad.

—¿Qué te pasa?, ¿quieres ver cómo se la meto? —La chica le golpea el pecho y sale corriendo, dándose cuenta de todo lo que está pasando. Somos más de diez personas y todas estamos mirándolos—. ¡Vete a la mierda!

Lo empuja y, no queriendo buscar más pelea, se pone a mi lado. Hace un gesto gracioso y añade niños. En parte tiene razón... ahora la juventud está muy "salida". Muchos no tienen control de sus actos y luego trae las consecuencias que no esperamos.

—¡Al fin! —exclama una mujer.

Ladeo la cabeza y veo el autobús que me dirigirá a Roma. Ahora sí... ¡qué nervios!





¡No puedo creerlo! Ya estoy delante de mi futura casa. Me ha costado encontrarla, pero al final ¡aquí estoy! Que alguien me pellizque y me diga que esto no es un sueño.

En la puerta principal hay un hombre, que imagino será el dueño que me alquila el departamento. Me acerco sonriente a él y este asiente teniéndome la mano, risueño y alegre. Mientras subimos, me cuenta que hay cerca y donde están las paradas de autobuses por si quiero ver la ciudad. Es muy amable por su parte y se lo agradezco enormemente, puesto que mi intención era ver la ciudad antes de que empiece mi trabajo como cuidadora. Sé que no es un trabajo de lo más allá, pero no me puedo quejar. Además, me encantan los niños y sé que lo voy a disfrutar y hacer lo mejor que pueda. Siempre pongo el cien por cien de mí en todo lo que hago.

—Que tengas una bonita estancia. Cualquier problema, por favor, no dudes en llamarme.

—Gracias.

El piso es pequeño y acogedor. El suelo es de parqué, es una ventaja ¡con lo que me gusta ir descalza! La decoración es un poquito antigua, pero agradable. Le da un toque diferente a lo que estoy acostumbrada. El comedor es bastante amplio para mí, sofá, tele, muchos estantes. La cocina pequeñita con todo lo necesario para ella. Una habitación de matrimonio, obvio donde me voy a instalar, y hay otra con camas individuales por si tengo alguna visita. Me encantaría que mis padres y mi hermana vinieran a verme cuando pudieran. Y un cuarto de baño, que para mí sola, me sobra también. Además, una de las cosas que más me gustó de este departamento fue las vistas. Tiene una pequeña terracita donde el exterior es precioso. Se siente una tranquilidad infinita. ¡Me encanta! Me hago una foto y se la envío a mis padres y a mi amiga para que vean que ya estoy en casa y feliz.

Cojo todas mis cosas y comienzo a colocarlo todo en su lugar. La casa ya comienza a sentirse mía y eso me gusta. Ahora solo falta ir a comprar un poco para llenar los estantes y la nevera y ¡listo!

Con la cartera en mano me voy a investigar un poco y a ver si encuentro un supermercado. Debo admitir que esto no lo tenía pensado, ni siquiera me acordé de buscarlo. Doy un par de vueltas por los alrededores y no encuentro ninguno, aunque lo que sí encuentro es una cafetería de la que sale un aroma gustoso y apetecible. ¡Qué tentación! No dudo en entrar y sentarme a disfrutar de ello. La camarera me atiende encantada, amable y sonriente. Me siento como en casa y eso es de agradecer. Me he pedido el cappuccino de la casa. Luego me he arrepentido porque en realidad no ponía precio y sé que por aquí las cosas son más caras, pero bueno, un día es un día. Tengo que disfrutarlo.

Nada más ponérmelo delante disfruto con la vista. ¡Es que no hay quién se resista! Que olor más dulce. Me sabe mal hasta deshacer el dibujo que han hecho en la espuma. Se les ha quedado una estrella de lo más bonita. Doy un sorbo y qué sabor, que textura, que todo... desde hoy bautizo este cappuccino como uno de mis favoritos. Caerá más de una vez en mis garras. ¿Cómo puede haber algo tan exquisito como esto? Sonrío; lamiéndome los labios plácidamente mientras observo por el cristal el bar de enfrente en el que parece que se están peleando, seguramente por el fútbol, ya que acabo de escuchar un "vamos a ganar, joder". A mí también me gusta, pero no a ese nivel.

Varios chicos salen del bar con la cerveza en la mano, esperando a que el camarero les prepare una de las mesas de afuera. Se ríen, incluso dos se empujan bromeando. Una vez tienen la mesa preparada, se asientan y se acomodan en las sillas. Parezco una detective privada, alejada de ellos, observándolos desde otra parte, más bien cotilleando que hacen, sin dejar de lado esta delicia que no suelto de mis manos. Sigo mirándolos hasta que me topo con un rostro conocido. Esa mirada es difícil de olvidar, penetrante y demasiado atrayente.

Este chico no es el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora