Someday we all be together.

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James se había cuestionado la muerte varias veces. ¿Qué estaba entre los vivos y los muertos? ¿Había vida después de la muerte, como decía la Biblia cristiana? ¿Existía la rencarnación? Preguntas como esas eran parte de la gran colección de misterios que los rodeaban a todos.

¿Era la muerte solo un síntoma de que alguna vez haya existido vida?

Sea que exista un río que separaba a los vivos de los no vivos, o la existencia de la reencarnación, nadie estaría absolutamente preparado para ello.

Jem abrió los ojos, aún no del todo listo para enfrentarse a la "Realidad".

Lo primero que vio fue un brillante cielo azul. Estaba despejado, y el sol brillaba en lo alto. Lo siguiente que sintió era un ligero mareo, como si estuviera en medio del mar. O, en medio de un río, como era el caso. 

Se incorporó, mirando un lado de la orilla (precisamente al lado detrás de él) donde el pasto era color paja y había uno que otro árbol con ramas desnudas, y se encontró a sí mismo navegando en una delgada balsa de madera con un improvisado mástil y una pequeña vela blanca.

A pesar de la corriente, Jem no perdía el equilibro. Miró en todas direcciones, tratando de encontrar algo a qué aferrarse, pero no había más que agua cristalina rodeando la balsa, y el cielo despejado sobre su cabeza.

Vio sus manos, parecían las de un joven de diecisiete años, pero claro, eso era lo que menos importaba ahora. Sus pies, y todo lo que podía ver de sí mismo, le daba el aspecto de un muchachito común de diecisiete. Sin los efectos del Yin Fen, por supuesto.

Pasados unos minutos, observó una fina línea de tierra a lo lejos.

El césped verde brillaba con intensidad incluso desde la distancia, y los árboles frondosos que se alzaban cerca de la orilla no hacían más que embellecer el paisaje. Jem sintió como si su corazón latiera más rápido. 

A medida que se iba acercando, pudo distinguir una figura en la orilla. Era un chico, que parado, chapoteaba con los pies distraídamente sobre el agua.

Pero no fue hasta que sus orbes azules se encontraron con los ojos del Nefilim, que pudo reconocer realmente de quién se trataba. Una sonrisa ladina se instaló en el rostro del otro chico, mientras elevaba una ceja.

Jem se puso de pie ante la presencia del contrario.

—¡Vaya! al fin llegas. — Gritó con entusiasmo y un poco se sarcasmo, una vez que la balsa estaba a un par de metros de tierra firme. Enseguida alcanzó una cuerda y se la lanzó a Jem — He esperado siglos por aquí. Creí que me haría viejo.

Jem la atrapó, asombrado. — ¿Will?

La sonrisa de Will ni siquiera pareció vacilar ante la duda del mayor. Jem tomó la cuerda y se dispuso a atarla al mástil de la balsa.

—El mismo. ¿Conocías otro bello rostro como este? Y no, no te atrevas a comparme con el descendiente de Lightworm. He visto lo necesario para saber que somos diferentes. Sólo ustedes, grupo de cegatos, piensan que somos iguales. Además, suficiente tengo con el Lightworm original.

Jem sonrió. Definitivamente era Will.

William empezó a tirar de la cuerda, y en unos segundos Jem estaba a un salto de la tierra firme.

—Al final, —Dijo con cautela. — sí era un río.

—Te lo dije. Este joven y guapo hombre siempre tiene la razón.

Jem saltó y calló sobre la suave hierba, que hacía cosquillas en sus pies desnudos. Rápidamente se percató de que tanto él como Will iban vestidos con lo que parecía ropa de entrenamiento, pero blanca.

—Debo admitir, William, que el blanco no es tu color.

—Jessamine dice que es el azul. — Admitió el otro. — Pero a ti tampoco te queda de maravilla, ¿Eh?

Jem negó con la cabeza, mientras el ojiazul pasaba un brazo por los hombros de su parabatai.

—Will. — Dijo James —Todos estos años...

—No, Jem. — Le interrumpió, mirándolo con seriedad y algo más. Will Herondale sabía esconder muy bien sus sentimientos, pero en aquel momento, Jem podía leerlo como un libro abierto. Podía ver amor reflejado en ese par de ojos azules violáceos. — No tienes que pedir disculpas por nada. 

—Es sólo... Siento haberte dejado.

Will sonrió tristemente.

—Creo que las cosas tomaron su curso por alguna razón. Ya sea que esté escrito en las estrellas o en el papel de esas extrañas galletas que comen los americanos, sea llamado destino o suerte, siempre hace que todo vuelva a nosotros, de alguna u otra forma. 

Jem lo observó en silencio, mientras Will parecía esperar que diga algo.

—Extrañé eso. — Se pronunció.

—Podría cantar Viruela Demoníaca ahora. — Propuso Will, considerándolo de verdad.

Jem se horrorizó. — ¡Claro que no!

El menor de los dos rió un poco. La risa de Will era uno de esos sonidos que Jem casi, casi, había olvidado.

—Por cierto, la viruela demoníaca consta ahora en los libros de los hermanos Silenciosos. Buen trabajo.

—Gracias, — Dijo el contrario, con un tono de superioridad. — Parabatai.

Parabatai.

Esa palabra. Esa sola palabra, que ninguno de los dos había pronunciado, o sentido de la misma forma en casi doscientos años, seguía sonando y sintiéndose como la primera vez.

—De nada. — Repuso Jem. De pronto, se dio cuenta de algo. — ¿Y qué pasará con Tessa? 

La sonrisa de Will pareció decaer un poco, pero rápidamente la arregló.

—Tess, Tess, Tess. — Musitó. — Ella es una mujer fuerte, Jem. Estará bien. Dolerá al principio, pero no tengo duda de que saldrá adelante. 

—Ella te amó mucho, William.

El aludido miró ciegamente al horizonte, probablemente perdido en algún recuerdo.

—Y yo a ella. Como nunca amé a nadie más. — Volvió la vista a su parabatai. — También te amó a ti, de la misma forma.

Jem asintió.

—Eso de que no se puede amar a dos personas al mismo tiempo, es una farsa.

—Tienes toda la razón, James Carstairs.

Jem hizo una mueca, y también le echó una rápida mirada a la orilla.

— ¿Seguro de que estará bien?— Murmuró. Él lo creía, pero quería cerciorarse. Sabía que la pregunta era inútil, porque... aunque no lo estuviera, ellos no podían regresar. Pero Will había visto a Tessa durante todo el tiempo en el que él fue un Hermano Silencioso.

—Lo hará. Además, aún le queda ese obeso gato tuyo.

—Iglesia no es gordo, William.

—No es gordo, — Dijo Will. — Es obeso. E inmortal.

—Inmortal, pero no inmune.

Ambos se quedaron en silencio, con la misma idea flotando en el silencio, como un fantasma.

Tessa era inmortal, pero no inmune. Si se lastimaba, sangraba, igual que todos.

Fue Will quien la dijo en voz alta, como si estuviera recitando un poema.

Algún día, probablemente no muy cercano, pero tampoco muy lejano, estaremos los tres juntos de nuevo.

Y sin decir otra palabra, los dos amigos echaron camino y se aventuraron a lo que había más allá del río. 

Someday we all be together (Herongraystairs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora