El coronel Grangerford era un caballero, ¿comprendéis? Era un caballero en todo, y lo mismo pasaba consu familia. Era de buena cuna, como dicen, y eso vale tanto en un hombre como en un caballo, como decíala viuda Douglas, y nadie ha negado que ella era de la primera aristocracia de nuestro pueblo, y padresiempre lo decía, también, aunque lo que es él no era de mejor familia que un gato callejero. El coronelGrangerford era muy alto y delgado y tenía la piel de un color moreno pálido, sin una sola mancha roja;todas las mañanas se afeitaba la cara entera, que tenía muy delgada, igual que los labios y las ventanillas dela nariz; tenía la nariz muy alta y unas cejas pobladas y ojos negrísimos, tan hundidos que parecía, como sidijéramos, que le miraba a uno desde el fondo de una caverna. Tenía la frente despejada y el pelo canoso yliso, que le llegaba hasta los hombros. Tenía las manos largas y delgadas, y todos los días se ponía una camisalimpia y un terno entero de lino tan blanco que dolían los ojos al mirarlo, y los domingos, una levitaazul con botones de cobre. Llevaba un bastón de caoba con pomo de plata. No era nada frívolo, ni un pelo,y nunca gritaba. Era de lo más amable y se notaba, de forma que se fiaba uno de él. A veces sonreía y dabagusto verlo, pero cuando se ponía tieso como un mástil de bandera y empezaba a echar relámpagos por losojos, primero pensaba uno en subirse a un árbol y después en enterarse de lo que pasaba. Nunca tenía quedecirle a nadie que tuviera buenos modales: donde estaba él, todo el mundo siempre se comportaba bien. Ya todos les encantaba tenerlo cerca; casi siempre era como un rayo de sol: quiero decir, que con él parecíaque hacía buen tiempo. Cuando se convertía en un nubarrón, se oscurecía medio minuto y con eso bastaba;en una semana nadie volvería a hacer nada mal.
Cuando él y la señora anciana bajaban por la mañana, toda la familia se levantaba de las sillas para darleslos buenos días y no volvía a sentarse hasta que sentaban ellos. Después Tom y Bob iban al aparador dondeestaba el frasco de cristal y servían una copa de licor de hierbas y se lo daban, y él se quedaba con la copaen la mano, esperando hasta que Tom y Bob se servían la suya, y ellos hacían una reverencia y decían: «Ala salud de ustedes, señor y señora», y ellos se inclinaban también una chispa y daban las gracias y bebíanlos tres, y Tom y Bob echaban una cucharada de agua en el azúcar y el poco de whisky o de licor de manzanaque quedaba en el fondo de sus copas y nos lo daban a mí y a Buck, y nosotros también bebíamos a lasalud de los mayores.
Bob era el mayor y después venía Tom: dos hombres altos y guapos con hombros muy anchos y carascurtidas, pelo negro largo y ojos negros. Iban vestidos de lino blanco de la cabeza a los pies, igual que elanciano caballero, y llevaban sombreros anchos de Panamá.
Después venía la señorita Charlotte; tenía veinticinco años y era alta, orgullosa y estupenda, pero buenísima cuando no estaba enfadada; aunque cuando lo estaba echaba unas miradas que le dejaban a uno helado,igual que su padre. Era guapísima.
También lo era su hermana, la señorita Sophia, pero de tipo distinto. Era tranquila y pacífica como unapaloma, y sólo tenía veinte años.
Cada persona tenía su propio negro para servirla, y Buck también. Mi negro se lo pasaba la mar de bien,porque yo no estaba acostumbrado a que nadie me hiciera las cosas, pero el de Buck se pasaba el tiempocorriendo de un lado para otro.
Ésa era la familia que quedaba, pero antes eran más: tres hijos a los que habían matado y Emmeline, quehabía muerto.
El anciano caballero tenía un montón de granjas y más de cien negros. A veces llegaba un montón degente a caballo, de diez o quince millas a la redonda, y se quedaban cinco o seis días, todo el tiempo divirtiéndose en el río o al lado, con bailes y picnics en los bosques durante el día y bailes en la casa por la noche.Casi todos eran parientes de la familia. Los hombres llegaban con sus armas. Os aseguro que aquella síque era gente distinguida.
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Las aventuras de Huckleberry Finn
KlassikerEsta novela constituye no sólo la culminación de la narrativa de Mark Twain, sino también una de las obras maestras, junto a Moby Dick, de la novela norteamericana. Clásico entre los clásicos, Mark Twain, con su sentido del humor y su prosa ágil, pr...