Enemigo

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"El mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma y nos hace aspirar a más, nos enciende el corazón y nos trae paz a la mente."

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- ¡Ichigo! - era la voz de su padre. - Ichigo, ¿dónde estás?

Isshin llegó inmediatamente seguido de Byakuya. Ya no escuchaba nada, su visión se volvió oscura y lo último que recordó antes de perder el conocimiento, fue la visión que tuvo de aquellas dos personas besándose en la montaña.  

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-¡Maldita sea, vete de aquí! - Gritó una mujer bajo la luna llena. El amanecer no se hacía esperar, lentamente la luna se estaba escondiendo para dar paso al sol y con él, un nuevo día. Estaba sobre una montaña muy alta, desde la que se podía divisar un paisaje hermoso.

-Por enésima vez ya te dije ¡QUE NO ME IRÉ ! - Le contestó el hombre que se encontraba parado frente a ella, el cual era mucho más alto.

-¡Solo vete! No te quiero ver, ¡largate! - Le temblaba la voz

-Puede que me digas que me vaya y que no me quieres ver más - caminó hacia ella - pero entonces dime, ¿porque en tus ojos veo una súplica silenciosa para que me quede?

La mujer abrió los ojos por la sorpresa ante sus palabras. Lo odiaba, odiaba a ese hombre que sabía leerla tan bien.

Se acercó más a él, furiosa, y su pecho se vio impactado por la mano de ella, lo había golpeado. Él no hizo nada para evitarlo. Sus ojos se dirigieron hacia ella que seguía pegándole, golpe tras golpe impactando contra su pecho. Todo su ser se inundó de ternura al verla llorar mientras creía que con sus golpes él la dejaría sola. Pegaba fuerte para ser mujer, pero sabía de antemano que esa no era su verdadera fuerza, ella era muy poderosa.

Su llanto fue aumentando mientras que los golpes fueron disminuyendo hasta que el último fue simplemente su mano sobre el pecho de él. Su cuerpo se había debilitado y la fuerza la abandonó, desvaneciéndose lentamente. Pero nunca tocó el suelo, ni siquiera estuvo cerca de el. El joven, al verla desvanecerse, velozmente la tomó en sus brazos y cargándola la acunó en su pecho.

-Eres una tonta- dijo. Su voz estaba impregnada de dolor.

Se acercó a la orilla de la montaña en la que había un hermoso árbol de naranjo y se sentó bajo el. Estaban en la primavera, por lo que estaba repleto de naranjas, todo olía a ellas y él sabía que era el olor favorito de la mujer que estaba entre sus brazos.

-¿Por qué no te fuiste cuando pudiste? - Preguntó con su voz apenas audible

- Nunca podría dejarte sola - Le contestó. Sus ojos habían comenzado a cristalizarse.

El llanto de la mujer comenzó de nuevo.

- Perdóname, por favor perdóname. - Suplicaba mientras con su mano acariciaba el rostro del joven.

El corazón de él se rompió en ese mismo instante y las lágrimas lo traicionaron comenzando a llorar. Tomó la mano de ella entre la suya y la beso.

- No hay nada que perdonarte. No importa cuantas vidas tenga que pasar para encontrarte y no importa cuantas veces nos separen, siempre y cuando pueda volver a estar contigo, volver a pelear a tu lado, volver a enamorarme de ti.

El amanecer estaba llegando, el cuerpo de ella temblaba y el solo lloraba en silencio.

-Prométeme que cuidaras bien de ti. - Le dijo ella.

Él rió quedamente, más como una exhalación de aire.

- Eres una tonta. Aún en estos momentos te preocupas por mi. No te preocupes, prometo que cuidaré bien de mi.

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