Capítulo 3
Él conduce en silencio. Sabe muy bien que estoy muy molesta, y supongo que por eso mismo se esfuerza por cerrar la boca. Le dije lo único que necesitaba saber, y es mi dirección.
Esa libreta nadie puede leerla, la única persona que sabe que existe y lo que hay en ella es Cam. No quiero que nadie vea lo exigente que soy respecto a los chicos, y menos que vean las atrocidades que escritas respecto a mi ex novio.
Ni siquiera sé por qué saqué esa libreta en particular para anotar lo que James me decía. Debo estar muy enferma.
Se detiene frente a la casa y apaga el motor. Yo trago saliva e intento no mirarle.
- Linda casa – dice.
- Gracias por traerme – tomo mi mochila y me deshago del cinturón de seguridad.
- Cuando quieras.
- No. Es la primera y la última vez, pero gracias de todos modos – lo miro e intento sonreír, pero él se ha puesto muy serio.
- No quise dejarte en vergüenza – se aclara la garganta – ¿Qué dice la libreta que te afecta tanto?
- Ya te dije que es personal.
- Está bien. Lo siento – hace una mueca – no creas que soy un cretino – ríe.
- Muy tarde, ya lo creo – abro la puerta y me bajo.
- ¿Cuándo nos veremos otra vez?
- Vamos a la misma escuela James, supongo que nos veremos todos los días – frunzo el ceño y cierro la puerta. Él sonríe y abre la ventanilla.
- Me refiero a que cuándo tendremos otra ci… otra salida, para conocernos.
- No lo sé, esta fue suficiente por toda la semana. Pero yo te aviso.
- Seguro – asiente – buenas noches.
- Sí, buenas noches.
Arranca el deportivo y desaparece en la calle. Extrañamente cansada, abro la reja, camino hasta la puerta y doy cuatro golpes suaves. Mi madre abre y me mira ceñuda, pero no está enojada sino extrañada. Mira su reloj de pulsera.
- Son las ocho – me deja pasar – Creí que llegarías más tarde.
- Dijiste que querías que llegara temprano – bufo encaminándome hasta la cocina. Ella me sigue. Me dejo caer en una de las sillas.
Mi madre es joven, pero sumamente temperamental. Tiene el cabello negro; antes lo tenía rojo. Se lo ha teñido tantas veces que me faltan dedos para enumerar. Cuando no va al trabajo suele usar pantalones de cuero negro, o jeans rasgados. Camisetas de bandas de rock o unas que dejan a la vista su ombligo, lo bueno es que tiene buen físico y no me avergüenza.
Pero no siempre ha sido excéntrica. Antes de que papá nos dejara ella era mucho más centrada. Solía vestirse muy femenina y mantenía un bonito color chocolate en el cabello. Pero eso fue hace diez años atrás.
Porque cuando papá se fue ella comenzó a trabajar en su propio vivero. De eso vivimos y de los reemplazos que hace ella en la escuela primaria como maestra de matemáticas. Porque no siempre la contratan. Claro que para trabajar se viste normal, pero sigue teniendo una personalidad muy excéntrica.
- ¿Cómo estuvo tu día en la escuela? – pregunta mientras me sirve puré de papas y carne mechada.
- Interesante – hago una mueca no muy convencida. Ella se sienta frente a mí – ¿Qué no estabas de muy mal humor hace un rato?