Es increíble como los pequeños detalles nos llenan de recuerdos, de momentos o nos hacen reaccionar de forma inesperada. Como una semana llena de estrés te puede parecer tranquila al tener media hora de paz. Y como hay cosas que pasan a ser rutina, a nadie le gusta ir al colegio, pero todos nos levantamos sin rechistar, desayunamos cogemos las cosas y nos dirigimos a ese viejo edificio para pasar el día allí metidos escuchando a alguien quién no le llegaba la nota para medico, o no consiguió el puesto de director de cine que esperaba. Como nos sentamos en nuestros pupitres para escuchar durante una hora ininterrumpida a alguien hablándonos sobre raíces cuadradas, funciones y ecuaciones, o de como fue la caída del muro de Berlín.
Nuestro único consuelo es ver como el reloj avanza incansable haciendo que el segundero ya mustio de otra vuelta desesperado, mientras intentos de susurros son interrumpidos por la inconfundible voz del profesor que esta de pie junto a la pizarra escribiendo palabras o números a los que aun no le vemos sentido alguno y que parecen estar escritos sin coherencia, por lo que solo somos capaces de ver como la tiza se consume poco a poco según la pizarra se vuelve mas blanca, y vemos como el polvo que esta desprende, cae sin compasión sobre el suelo de loza. Entonces el timbre suena puntual y despiadado al igual que siempre siendo el único capaz de interrumpir al profesor en mitad de su lección, lo siguiente que se oye tan solo un par de segundos más tarde es el ruido de los libros cerrarse, las cremalleras de las mochilas abriéndose y volviéndose a cerrar, y las sillas creando un estrepitoso ruido al arrastrarse por el suelo.
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Reflexiones de una mente inquieta
RandomNo busco simpatizar con nada ni nadie, tan solo ofrecer un punto de vista aunque a veces pesimista, siempre propio. No es una historia completa sino una recopilación de varias situaciones descritas de forma que evoquen algún sentimiento. ACTUALIZACI...