La tumba de valium

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**RONNEY**

LUNES/8:00 am

--INICIO DE CICLO ESCOLAR—

--Explanada del patio principal—

Apenas llegué, miré con asco y recelo a todo el mundo, chicos y chicas por todo el campo, besándose y tomándose fotos y unos cuantos pues digamos que pretendían que no había nadie más a su alrededor, o sólo no les importaba, suspiré exasperado, sólo quería volver a casa, o no haber venido aquí para empezar, pero ya estaba hecho, me armé de valor asimilando que éste sería mi pandemónium unos tres años, rodé los ojos cuando de súbito sentí que alguien me tomó del hombro, no pude evitar dar un pequeño salto –Bienvenido a hormonalandia–dijo una voz sarcástica pero de algún extraño modo amigable –Gracias...creo–murmuré de igual forma mientras sacaba unos mentos de mi bolsillo –¿Quieres? – dije extendiendo mi mano hacía ella –Soy Esther– decía mientras se llevaba el mento a la boca –Ronney– contesté indiferente mientras guardaba de nueva cuenta los dulces y miraba al horizonte del campus entre ensimismado y aún un tanto asqueado de que aquel paisaje fuera opacado por un montón de adolescentes cachondos.

–¿Hacía dónde te dirigías?– cuestionó –Sala 2A– ¡Já! ¿Eres nuevo? – agregó en un tono entre soberbio y socarrón que me sacó del trance –Sí...–murmuré haciendo caso omiso a su actitud –Umm... Esa sala es más bien el auditorio, supongo que les darán esa aburrida plática a los de nuevo ingreso –Hablas como toda una veterana– repliqué –Pues sí, algo así, soy de segundo grado– argumentó la chica que físicamente no me lo parecía, era un tanto bajita, bonachona, cabello castaño y alborotado, definitivamente lucía mucho más joven que yo, aunque haya perdido un año escolar. –Bien, gracias por la ayuda–concluí y me dirigí hacía el auditorio con un croquis en las manos que incluso a mí me costaba trabajo interpretar de lo ambiguo que era.

Al salir de la plática de ingreso, vino a mi mente el rostro de Emily, de súbito, y por alguna razón que hasta yo desconozco, era ella sonriendo en un lugar soleado, de aquella vez que fuimos al parque y dimos vueltas tomados de las manos, me exalté un poco de lo claro que era pese a lo efímero de la imagen, podría jurar que la ví de nuevo frente a mi, como un flash; lo único que me sacó de aquel trance fue un fuerte golpe, contra otro chico igual de distraído que yo, tenía el cabello bastante oscuro, lacio, su corte era como una especie de flequillo más largo de un lado –¡Lo siento! –dije casi instintivamente –¿Estás bien? – cuestioné preocupado pero sólo se limitó a asentir con la cabeza, y desapareció de inmediato entre la multitud, se le veía cabizbajo e incluso me atrevería a decir, más tímido que yo –Qué chico más extraño...– murmuré para mis adentros era un chico bastante delgado, nada robusto diría yo, estaba vestido de una forma un tanto elegante como para un día escolar, me pregunté si no sería incluso algún profesor del plantel, pero se le veía muy joven, tenía una camisa blanca, impecable, una corbata y un chaleco color gris un tanto holgado –Pff... supongo que el que yo parezca un indigente no significa que los demás deban parecerlo– me dije, rasqué mi pecosa nariz –¿Qué era mudo?– resoplé atediado y lo dejé pasar, miré mi reloj y noté que iba un poco tarde a mi primera clase –¡Maldición!– grité mientras corría, éste pequeño percance había absorbido más tiempo del que creí, otra vez había pensado demasiado por nada. Llegué corriendo, intentando recobrar el aliento, y me encontré con que el chico de hace un momento estaba ahí, la profesora parecía una malhumorada de cincuenta años, extremadamente delgada, era una momia viviente, con lentes y nariz aguileña, me miró mal, pero no dijo nada además de fulminarme con la mirada, me senté en silencio.

***

Estaba completamente aburrido, es más, hastiado, todo lo que estaban viendo en clase ya lo había leído un millón de veces por ahí en unos libros empolvados que encontré en mi casa, en el viejo despacho de mi padre, era lo único que había recibido de él quizá, lo único bueno, y con eso me bastaba, pasaba horas leyendo aquellos libros sentado en aquella silla reclinable frente al escritorio, mis pies no tocaban el suelo entonces, de poco aquel despacho se convirtió en mi madriguera predilecta, además de mi cuarto con videojuegos, quién necesitaba salir, si tenía todo lo que necesitaba; procedí a sacar un cubo rubik que mi madre me había regalado, eran otra de mis obsesiones, o diría yo, pasatiempos para sonar un poco más convencional, comencé pues a girar las piezas del rubik.

"Hunder the same sky"Where stories live. Discover now