**IAN**
A quién engañaba, me sentía un ser despreciable, no podía dejar de darle vueltas al asunto, y de pensar en qué era lo que Lewis me estaba tratando de decir, no había más que dar vueltas en la cama, bajé a la cocina y ahí estaba la torpe mucama que me tiró el té el otro día –¡Joven Ian!– gritó exaltada –Tranquila, parece que viste un monstruo– bromeé, (Y puede que no sea más que eso) pensé para mis adentros –¿Dónde está Augusto?– En la sala– murmuró señalando mientras se escondía tras la charola que traía en las manos, y me dirigí allá, –¿Todo bien señor?– ¡No no está bien, nada está bien! Necesito saber si Lewis está bien –¿Por qué no pensó eso antes de dejarlo salir corriendo desorientado y sólo?–murmuró Augusto; Augusto era como ese padre racional que nunca tuve, como la consciencia que al parecer tampoco poseo, y siempre que olvidaba que él era un mayordomo y yo su jefe, era porque tenía una lección o represalia grande por decirme, justo como lo haría un padre, entonces a mi también se me olvidaban nuestras posiciones, sólo asentía y escuchaba, porque él nunca se equivocaba cuando hablaba por su cuenta para corregirme, siempre tenía la razón, por más dolorosa o inaceptable que fuese, la tenía. Apreté fuertemente los puños y los dientes, y salí disparado por la puerta trasera, para encontrarme con Alexander, quien estaba limpiando la camioneta –¿Dónde están las llaves?– En mi bolsillo, pero como ve la estoy limpiando –¡Dame las malditas llaves!– rugí sin control, casi arrebatándoselas de las manos, abrí la puerta de inmediato y me subí a ella, cuando de súbito recordé, que hacía mucho tiempo que no me subía en el asiento del conductor, no era bueno manejando, porque siempre estaba Alexander para manejar, esta vida me había hecho un inútil egoísta, pero no me importó nada en ese instante, y pisé el acelerador, ya era algo no haberla estrellado en el primer minuto que conduje a lo largo del bosque que rodeaba la casa, cuando en el camino vi a alguien tirado en el suelo, estaba atónito, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo –¡No!...no– murmuré aterrado, detuve la camioneta y bajé corriendo –¡Lewis mírame, dime que estás bien! ¡Lewis mírame! ¡Despierta por favor!– grité mientras lo ponía boca arriba, puse mis dedos sobre su yugular, aún tenía pulso, lo cual me alivió enormemente, ¿Cómo es que nos hallábamos en ésta situación? –Vas a estar bien Lewis... resiste– murmuré al borde de las lágrimas, sin la certeza de que siquiera pudiese escucharme, como pude lo cargué hasta la camioneta, lo recosté en el asiento trasero y conduje lo más pronto posible hasta la casa de nueva cuenta, entré despavorido gritándole a Augusto –¡Rápido llama a un médico!– miré a mi alrededor, toda la servidumbre no me miraba con respeto siquiera, me estaban observando como lo que era, como un loco, atemorizados y confundidos, de inmediato parte del personal llevó a Lewis a mi habitación por ordenes de Augusto, di un último suspiro de alivio, pero seguía sin entender, cómo había llegado todo a terminar de ese modo, yo sólo quería un amigo, y ni eso me salía bien, parecía como si todo lo que tocase fuese destruido, como si estuviera maldito, o tal vez, sólo era un idiota.
***
**AUGUSTO**
–Estaba muy cerca de morir de inanición, presenta síntomas de desnutrición, está de más decir que no ha dormido lo suficiente, estrés, agotamiento extremo... en fin, la lista es larga–dijo el doctor, hice un gesto des aprobatorio al notar que Ian se volvió hacía mí, como pidiéndome alguna clase de ayuda –También presenta una leve deshidratación, le he inyectado unos sueros y unas vitaminas, ahora sólo necesita reposar–concluyó el doctor, lo cual nos alivió un poco más; era muy extraño, desde que recordaba, desde que Ian era sólo un niño, nunca había traído un solo amigo a la casa, y viendo las circunstancias, ahora entendía por qué, yo sabía perfectamente que su vida social era muy escasa por no decir nula, y de un día a otro, había traído a éste muchachito, y armado un tremendo alboroto, como si se tratara del santo grial, tal vez, era su primer amigo, y eso, de verdad lo volvía especial. Pero al fijarme más a detalle en sus vestiduras, era obvio que no era de su escuela, ni siquiera de su "clase social", parecía un chico bastante simplón, y eso me dio más curiosidad, qué tenía ese muchachito, que lo hacía tan importante para Ian, a quien no le importaba ni él mismo, no se despegó ni un solo segundo de él, esperando a que despertase, cuando le llamé para comer, él sólo me dijo que no tenía hambre, y se quedó ahí, esperando.
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"Hunder the same sky"
Genç KurguSe trata de una compilación de historias de situaciones y/o problemáticas recurrentes entre la adolescencia, llevada de la mano de personajes cuyos caminos se entrelazan y separan inesperadamente como en la vida cotidiana, lagrimas, amigos enemigos...