--Buenos días Señor Almerida ¿puedo barrer el frente de la tienda?--
--Buenos días cachorro, ya te he dicho que no empleo menores como tú-- despeinó su cabello cariñosamente mientras entraba a la tienda.
--Aaande, no sea malito si yo hasta barato soy-- arrimó un banquillo para poder alcanzar el mostrador.
--No es por el dinero, es por ti-- le dio algunos caramelos de los que siempre tenía en la bombonera junto a la caja registradora, parecían brillar con la luz que se reflejaba a través de ellos, --es porque eres muy niño--
--Pero si su...-- calló tapándose la boquita con ambas manos al verse a punto de revelar su secreto.
--¿Si mi qué? continua-- dio la vuelta al mostrador hasta detenerse detrás de él para cortarle la huida que sus ojitos bailando de un lado a otro le dejaron ver.
--Es un secreto...-- murmuró.
--Tu me lo cuentas y te dejo barrer el frente ¿te parece?--
--Su esposa me dijo que usted ya estaba gordo y viejo para eso, que le insistiera-- respondió con la cabeza a gachas para que su sonrisa no delatara su mentira.
El Señor Almerida soltó una gran carcajada por la ocurrencia de su esposa, él estaba un poco grueso pero no era gordo y a los treinta y cinco años no se es viejo.
--Así que ese era el secreto--
--¡Asra!-- Emilia que entró escuchando solo lo último lo miró molesta apoyándose en el mostrador,--¡te dije que él nunca te daría empleo! que por eso no le siguieras pidiendo trabajo, para eso yo te acepté pequeño-- le quitó algunos cabellos de su cara.
Por mucho que Asra le desorbitara los ojos ella no entendió las señas y dijo toda la verdad que él había logrado ocultar.
--¡Yo le dije una mentira! y ahora usted le dijo la verdad-- la miró con fastidio.
--¿Si?-- vio a su esposo apenada pero al instante recuperó su postura, --palabras más, palabras menos, ve a lavar tus manos para que comas con nosotros-- continuó ella y miró a su esposo pidiéndole que se calmara.
Richard que se mostró visiblemente sorprendido porque su esposa sabía que a él no le agradaba dar empleo a menores y aun así ella lo hizo a sus espaldas, no le quedó de otra más que pasar al comedor y aceptar que el chico se quedara a comer.
--Cachorro ¿es cierto lo que ella dice?-- su esposa lo miró molesta por dudar, --que dude es tu culpa le respondió él al mohín que ella le hacia.
--Si señor Almerida-- balbuceó apenado.
--Valentina ya lo habíamos hablado, nos podemos meter en problemas por esto--
--Lo hemos hablado pero no lo he dado por terminado--
--Si, ya veo que hasta nombre le has puesto--
--Por favor no pretenderás que sigamos llamándolo cachorro, ese niño merece un nombre de verdad--
--Deja de jugar con la co... mida ¿Asra?-- su puesto estaba vacío al igual que el plato.
El niño sin que lo notaran puso las presas de pollo y unos bollos en la servilleta y se escabulló de la casa hasta la tienda y ahí se escondió, no quería darles problemas, ella le daba de comer en la semana bien podía buscar comida por otra parte los fines de semana, apenas Richard volvió a abrir después de almorzar al menor descuido el cachorro, al que ahora llamaban Asra, salió de la tienda sin ser visto.
La semana pasó sin él poder acercarse a la tienda porque el Señor Richard ahora estaba en la tienda y no había podido coincidir con la Señora Valentina, tenía hambre, tenía que buscar que hacer. El frente de la tienda estaba cubierto por hojas, se asomó por la vidriera y como vio que el señor no estaba sacó una escoba, a la que había cortado el palo para adaptarla mejor a su estatura, la tenia escondida entre las matas y se puso a barrer el frente, no le darían comida por ello pero ya les tenia cariño a ellos y a la tienda así que igual la dejo limpia para que se viera bonita, Richard estaba viéndolo sin que el niño lo notara.
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Pídeme un deseo
RomanceAriel tenía todo en la vida para ser feliz, una familia unida, una profesión que la apasionaba, un hijo que es la luz de sus ojos y una buena posición económica, pero no todo es tan suave en su vida, y es que esta transcurre gran parte en un hospita...