Todos los años llegaba la primavera y con ella El Proyecto. Como si el renacimiento de la vida en la naturaleza tuviese que suceder también en nuestras mentes y como si el florecer de los árboles fuera el vaticinio claro de la necesidad de que florezcan junto a ellos nuestras ideas.
Llegaba marzo a su fin y se realizaba en el colegio al que asistía una selección de parejas de trabajo constituidas por un alumno y un profesor, de los cuales debía surgir una idea extremadamente original y sumamente útil para la comunidad, como si esto fuera sencillo.
El Proyecto consistía en la participación en un concurso de prepatarorias, las cuales presentaban el proyecto ganador, aquel que había logrado destacar por sobre los demás de la misma institución. Luego de algunos pasos eliminatorios, uno de los tantos proyectos presentados era elegido ganador y financiado para dejar de ser una idea volcada en un papel y convertirse en la más absoluta realidad.
Los alumnos elegidos debían encontrarse cursando el último año mientras que los profesores se postulaban voluntariamente. Y la primavera de ese año llegó con su calidez, el aroma de las flores y el sorteo. Entre los alumnos del último año interesados en participar y los dedicados y masoquistas profesores dispuestos a ser la guía, se realizaba un sorteo asignándole a cada alumno, un profesor. O viceversa.
Éramos dieciocho en total.
Nueve alumnos.
Nueve docentes.
Nueve parejas asignadas por el azar.
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El Proyecto
RomanceUn Proyecto intrascendente. Una pareja de trabajo. Un amor oculto e imposible. ¿Pero qué tan imposible...? Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra.