▶ Capítulo 2

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Dos niños jugaban a la pelota divertidos; el rubio a veces pateaba la pelota tan fuerte que el segundo niño tenía que ir a buscarla, lo cual le tardaba mucho, pues no era muy rápido.

— ¡Apresúrate, que se nos terminará el recreo!—le reprochó Plisetsky desde un extremo del patio.

—Perdón Yurio, pero pateaste la pelota muy lejos esta vez.— contestó Katsuki jadeante, llegando a un lado del ruso.

—Eso es porque mis patadas son geniales.—dijo orgulloso.— ¡Y no me llames Yurio!

—Pero mi hermana te dice así.--- se excusó él.

—S-Sólo ella puede llamarme así.—le quitó la pelota de las manos y se alejó unos pasos.— Sigamos jugando.

Esa escena había sido presenciada por el kazajo, que estaba sentado en la resbaladilla mientras se tomaba su jugo. Los dos Yuris siempre estaban juntos, lo normal, pues son mejores amigos; aunque a veces el Yuri ruso era algo agresivo e incluso frío con el japonés, siempre volvía a su lado y jugaban como si nada hubiese pasado. 

Algo que Otabek envidiaba, pues él no tenía ningún amigo.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos, que no se dio cuenta cuando una pelota de fútbol quedó a sus pies.

—¡Ah, Yurio, otra vez!

—¡Ugh, bien! Yo la iré a buscar.— escupió con riña.— ¡Y no me llames Yurio!

Escuchó unos pasos rápidos acercarse a él y levantó la mirada; vio unas pequeñas manos adueñarse de la pelota, luego notó que se trataba del rubio. Se quedó viéndolo un largo rato en silencio, lo cual incomodó a Yuri.

—¿Qué tanto miras?— mas Otabek ni se inmutó en responder, se levantó de la resbaladilla y se fue, pasando de largo y sin mirar a Plisetsky.

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Ese recuerdo cruzó fugazmente por sus memorias. ¿Quién era ese Yuri Plisetsky que estaba viendo agredir al que, alguna vez, fue su mejor amigo?

—¡No lo soporto, iré a detenerlo!—Sara se levantó de golpe, dispuesta a intervenir. Mas el suizo la sujetó de la muñeca para detenerla.

— Lo mejor será que no te metas. Víctor se encargará de ello.

—¡Claro que no! Víctor siempre es el único en toda la escuela que no se entera de nada.— bramó ella.— Y Katsuki tampoco se atreve a decirle nada. Si lo hiciera, estoy segura de que todo estaría solucionado.

Ignorando la discusión entre Sara y Chris, y la mención de un tal Víctor, Otabek volvió a ver la anterior escena. 

—¿Estás llorando? ¿Acaso eres un bebé?—  se levantó de su asiento y pasó de largo al japonés.— Felicidades, lograste quitarme el apetito.

Plisetsky salió de la cafetería, dejando al pelinegro tendido en el suelo. Jean y Michele se reían del pobre chico, al igual que otras personas presentes, el resto siguió con sus asuntos y tema cerrado; bueno, no para todos.

— Tengo que ir al baño.— el kazajo dejó sus cosas en la mesa y caminó hacia la salida, ignorando las miradas de sus compañeros.

Caminó por los pasillos, pasando a un lado de los casilleros; cruzó por una esquina y se encontró con el ruso de cabellos rubios sacando cosas de su taquilla. Dudó un poco  en si acercarse o no, luego tomó aire y se puso a sus espaldas.

—¿No crees que eso fue cruel?— Yuri volteó y le vio con sorna desde abajo.

—¿Huh? ¿Me hablas a mí?— se recargó en la pared y se cruzó de brazos.— No te he visto por aquí. ¿Eres nuevo? No me importa, la verdad.— volvió a darse la vuelta y sacó una chaqueta.

Con las rodillas raspadas ||Otayurio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora