▶ Capítulo 4

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Yuri limpiaba su mochila en el lavamanos del baño, tratando de quitar el olor a comida que ya empezaba a apestar. Sus libros a un lado, totalmente arruinados, nada que pudiera hacer por ellos. Se apresuraba en terminar rápido, pues era el único en el baño y no quería encontrarse con Plisetsky estando tan indefenso.

Dio un brinco cuando escuchó a alguien abrir la puerta, volteó por reflejo y se sintió aliviado cuando vio al moreno de amigable sonrisa cerrando la puerta tras de sí.

— Phichit... me asustaste.—acomodó sus lentes y sonrió.

— Yuri, me alegra encontrarte.

—¿Por qué me buscabas?

—¿No es obvio?—pasó una mano por los libros de Katsuki.— Te prestaré mis cuadernos para que traspases la materia.

—¡Oh, no es necesario!— agitó sus manos.— Siempre te molesto con eso. No tienes que hacerlo.

—Es lo menos que puedo hacer.— respondió cabizbajo.— Sabía que Plisetsky tenía escondida tu mochila y no te ayudé. Lo siento. Es sólo que...

—Tranquilo, lo entiendo.— interrumpió comprensivo.— No me gustaría que te molestaran a ti también por mi culpa.

—Digámosle a la directora lo que Plisetsky te está haciendo.

— No vale la pena, ya lo intentamos una vez con el inspector, y terminó siendo peor.— recordó la vez que terminó con la cabeza en el inodoro por haber acusado al rubio.

— Pero no puedes seguir permitiendo que te denigre de esa manera. Tal vez, si conseguimos más testigos, podamos...

La puerta fue abierta de un azote, paralizando a ambos individuos al reconocer la figura del rubio. Éste se acercó con una sonrisa altanera, apoyó una mano en el lavabo y se inclinó hacia el tailandés.

—¿Interrumpo su conversación?— Chulanont tragó saliva y su cuerpo sufrió un leve escalofrío.

—N-No...— dio media vuelta sin ver a ninguno de los dos Yuris y salió huyendo del baño.

Katsuki se quedó quieto, sin quitar su aterrada mirada del más bajo, en caso de que intentara golpearlo. Lo único que consiguió fue una risotada burlona de parte del contrario.

— No me mires así, cerdito. Sólo vine a buscar papel.— pasó por su lado e hizo lo dicho.— Creo que ya quedaste exhausto con la bromita de hoy, así que te dejaré descansar por el resto del día.

— ¿Por qué...?—susurró el azabache con la mirada en el suelo.— ¿Por qué me haces esto? 

Yuri deshizo su sonrisa, cambiándola por una mueca de desagrado; se acercó al japonés y jaló el cuello de su camisa. 

—¿En serio lo preguntas?— dijo con sorna.— Lo hago porque te odio.

— S-Solíamos ser amigos, ¿es que ya se te olvidó?

— Fue a ti a quien se le olvidó, idiota.— soltó al más alto y se dirigió a la salida del baño.

Katsuki se aferró a su camisa en la zona del pecho, apretó sus labios forzosamente y volteó a ver al rubio.

—¡Ya detente! ¡Estoy harto de tus crueldades! No voy a permitir que me sigas maltratando.— el ruso no lo vio de vuelta, abrió la puerta y, antes de salir, dijo:

— Mhn... Tu sorpresiva valentía me conmueve.—con ironía.— Lo lamento, pero no es algo que puedas decidir.

ҳ̸Ҳ̸ҳ

Salió del baño y se dispuso a caminar hacia la cafetería; para ello tenía que pasar por el pasillos de los de octavo grado. Era divertido, porque cada vez que se paseaba por allí o por otros grados menores podía oler el miedo de los que lo rodeaban, pareciera que todos aguantaran la respiración e incluso los que no se veían interesados mantenían su distancia. Pensando que iba a golpear a alguien o quizás qué cosas más pensaban.

No se metería con chicos menores, eso sería aburrido y hasta patético según él. Para algo tenía a JJ y a Michele.

Antes de cruzar por lo menos la mitad del pasillo, se cruzó con cierto kazajo que lo ponía de nervios cada vez más.

—No puede ser. Tú de nuevo.— bufó irritado.—¿Aun insistes en seguirme?

—No te estaba siguiendo.— respondió el más alto con voz calma.— Iba a entrar a mi salón.—señaló la puerta a un lado de ellos.

Plisetsky alzó una ceja. Miró la puerta y luego volvió a Otabek.

—¿Aquí?—señaló en la misma dirección, algo incrédulo.

—Sí.

—¿Por qué, no deberías ir un curso más arriba? — en ese momento, se cuestionó por qué le estaba preguntando eso. — No, espera. No me importa en realidad. Si este es tu salón, entonces métete.— Yuri quiso seguir con su camino, pero otra vez Altin se cruzó en su camino.— ¿¡Ahora qué!?

—Pasé mucho tiempo esperando para volver a verte.—el rubio abrió los ojos de forma exagerada al escuchar eso.— Quería decirte tantas cosas.— Otabek soltaba todas esas palabras sin expresión alguna, como si se supiera ese discurso de memoria.—Pero ahora que te tengo frente a mí, me doy cuenta de que no eres tú, ya no. Eres otro.

Plisetsky estaba un poco atónito con toda esa información. Desvió la mirada, ignorando la del contrario, tragó un poco de saliva y decidió responderle.

—¿Qué esperabas? Éramos niños en ese entonces. Todos cambiamos al crecer.

Otabek se quedó sin palabras por un momento, pero antes de que el ruso quisiera irse de nuevo, volvió a hablar.

— Sí, es cierto... Yo también cambié.— dijo con confianza.— Ya no soy un llorón. Ahora puedo defenderme a mí mismo y a otros.

—Pues... bien por ti, supongo.— contestó sin interés.— De cualquier forma, si no los haces tú mismo, ¿quién más?

— En su momento fuiste tú quién lo hizo. Tanto de niños como cuando me defendiste de tu amigo.

Un fuerte dolor en su espalda y parte posterior de su cabeza llegó para su sorpresa. Yuri lo había empujado hacia la pared y ahora lo tenía sujetado fuertemente del cuello de la camisa. Un grupo de chicos que estaba muy cerca se sobresaltaron y decidieron alejarse de la situación, el resto de los alumnos ignoraron a los dos individuos y siguieron con lo suyo.

— Deja de romperme las pelotas, Otabek Altin.— dijo entre dientes, conteniendo la rabia.— Que haya evitado que Jean te golpeara no significa que te estoy cuidando. Si insistes en volver a decir algo como eso, yo mismo te partiré la cara. ¿Te quedó claro?

—¡Oye, oye! ¿Qué haces?— Mila llegó corriendo para ayudar a su compañero. Posó su mirada en el rubio con la furia desbordando de sus ojos.— ¡Suéltalo!

Sin dirigirle la mirada a la pelirroja, soltó con brusquedad a Altin y lo miró con reproche.

—No, no has cambiado nada.—una vez se alejó de ellos, Mila empezó a preguntarle mil cosas a Otabek.

— ¿Qué pasó, Otabek?¿Estás bien? ¿Te hizo algo? ¿A qué se refería con lo último?— sin embargo, él ignoró a la chica y siguió con su mirada al rubio que se alejaba cada vez más hasta que su silueta desapareció por las escaleras.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2019 ⏰

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Con las rodillas raspadas ||Otayurio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora