▶ Capítulo 3

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— Y luego él dijo "¡No, Jean, déjalo! Por favor, no le hagas daño a este muñeco. — contó el canadiense a Michel el suceso del día anterior, obviamente distorsionando un poco la historia para hacer rabiar al rubio.

— ¡Ya deja de inventar cosas, imbécil! — Yuri volteó a encarar al azabache con hostilidad.

— Yo sólo cuento lo que pasó, y no puedes negar que me dijiste que no lo golpeara.— contra dijo con una sonrisa socarrona.— Y me encanta contar las cosas a mi estilo.

 Plisetsky, agotado por las burlas de Leroy y las risas ahogadas de Crispino, volvió a mirar la máquina expendedora para comprar su jugo.

— No, pero ya hablando en serio.— habló por fin Michel.— ¿Qué te dio por defender a ese chico nuevo? Tú no sueles hacer eso.

— No lo defendí.— apretó el botón del número del bebestible.— Y no es como si me estuviera molestando, no tenía motivo.

— Yo puedo discrepar en ello.— se metió JJ.

— ¡Tú cállate, idiota!— golpeó la máquina repetidas veces.— Se tragó mi billete. Dame cambio.—extendió su mano al anteriormente insultado.

— Lo siento, gatito. Estoy ahorrando para el regalo de cumpleaños de Isabella; no puedo regalar ni un centavo.— el timbre que marcaba inicio de clases hizo que Plisetsky dejara de insistir. Sus amigos se fueron a sus respectivos salones, y él siguió frente a la máquina expendedora.

Cuando el pasillo quedó completamente vacío, le propinó una patada al aparato, soltó un gruñido y se dirigió a su salón. Sin embargo, el ruido de motor llamó su atención, se dio media vuelta y vio al chico nuevo acercándose a él, extendiéndole una lata de refresco.

— No lo quiero.— respondió cortante.— Además, yo iba a comprar jugo.

El kazajo bajó su mano y guardó el refresco en su mochila. Yuri siguió su camino, tratando de evitar la presencia del moreno siguiéndole. Finalmente se aburrió y le gritó:

— ¡Joder, Otabek, déjame en paz!— esperaba que con eso el más alto se asustara y lo dejara solo, pero no movió ni un músculo, en cambio.

— No creí que recordaras mi nombre.

El ruso se sintió un poco avergonzado de esas palabras, le dio la espalda a Altin y se alejó nuevamente.

— ¿Cómo olvidar al niño llorón que no era capaz de defenderse por sí mismo? Vete a tu salón.— entró a su clase y dejó al moreno solo.

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Con la salida del profesor de Biología, Chris se acercó al banco de Víctor y lo abrazó por el cuello.

— Oye, galán. Me dejaste plantado ayer.— dijo con un puchero. Víctor lo miró confundido, esperando una aclaración.— Se supone que iríamos a la pista después de clases, pero nunca apareciste.

— ¡Ah, lo siento! Me olvidé por completo.— llevó una mano a su mejilla, demostrando su sorpresa.— Es que invité a Yuri a comer, y luego se me olvidó nuestro compromiso.

— Hum... ¿Te agrada mucho ese chico de noveno, eh?— preguntó con una sonrisa.

— Ah, es que es tan lindo.— dijo con voz soñadora.— Ayer me dijo que se tropezó y dejó caer su almuerzo, por eso lo invité. A veces puede ser muy torpe.— comentó con una risita.— Su compañero borró su sonrisa, entendiendo que Víctor –como era de costumbre– no estaba consciente de la situación del menor.— ¿Por qué me miras así?

— No, no es nada.— apoyó su cabeza en su mano y observó a Nikiforov amarrar su cabello en una coleta.— Víctor, ¿qué harías si vieras que alguien está siendo acosado?

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Katsuki entró con desgano al salón, notó que el profesor que le había dado permiso de ir al baño ya no estaba en el salón, también sintió unas miradas burlonas hacia su persona. A pesar de estar confundido, entendió el motivo de esas miradas cuando llegó a su puesto: su cuaderno de Historia se encontraba totalmente destrozado y lleno de rayones y palabras groseras, sus lápices estaban repartidos y su mochila...

— Mi... Mi...— miró al obvio responsable de ese desastre, quien reía con malicia.— ¡¿Dónde está mi mochila?!

— Yo qué sé. Tú eres el descuidado. Tooonto~.

Las risas de otros se hicieron presentes, risas que atormentaban a Yuri, retumbaban en sus oídos y lo hacían sentir pequeño. Empezó a buscar por todo lugar del aula su morral, al mismo tiempo que con la mirada pedía la ayuda de algún compañero. Sin embargo, si no se estaban riendo de él, desviaban la mirada e ignoraban el asunto. Su ansiedad volvió a hacerse presente, ¿qué haría si no le entregaban su mochila?

— Sabes, creo que podrían estar en la basura.— mencionó Plisetsky, sin quitar esa sonrisa burlona.

Katsuki corrió hacia el bote de basura y metió las manos allí. Las risas aumentaron, junto con los comentarios despectivos.

— Realmente eres un cerdo, hurgando en la basura.— Yuri se acercó al azabache y le tomó una foto.—De acuerdo, aquí tienes tu asquerosa mochila.— lanzó el morral a la cabeza de su dueño y volvió a sentarse.

El chico de lentes sintió su mochila húmeda y goteante, la abrió tembloroso para ver el desastre que era el interior de ésta. Su almuerzo derramado, manchando y terminando por arruinar todos sus libros. 

— Buenos días alumnos. Tomen asiento, la clase va a comenzar.— la profesora dejó sus libros  en el escritorio y levantó la mirada. Vio a Yuri en el suelo.— Joven Katsuki, ¿se puede saber qué hace allí? Vaya a su puesto, no retrase la clase.

Unas risas discretas sacaron de su estado al japonés; se levantó con cuidado y regresó a su asiento. Se recostó en el banco y ocultó su rostro con sus brazos; no le importaba ser regañado, total, no tenía cuaderno para escribir; tampoco le importaba tratar de explicar el olor de su mochila, ni quedarse sin comer. 

Por ese momento, ya no le importaba. 

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— ¿Qué clase de pregunta es esa, Chris?— preguntó extrañado.— Claramente intervendría, nadie merece sufrir algo como un acoso. La respuesta es bastante obvia.

— Sí, pero es que no todos lo hacen. No es tan obvio.— dijo con cierta incomodidad.

— Pero esas personas se vuelven cómplices al no hacer nada.— jugó con un mechón de su cabello.— No son mejores que los que acosan.

Christophe mordió su labio y carraspeó incómodo.

— Sí, tienes razón. 

Con las rodillas raspadas ||Otayurio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora