|Prologo|

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No soy una chica muy inteligente en el amor, la verdad es que creo que soy todo lo contrario, yo y mis malas decisiones son la clara prueba de ello

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No soy una chica muy inteligente en el amor, la verdad es que creo que soy todo lo contrario, yo y mis malas decisiones son la clara prueba de ello.

¿Cómo no pude verlo? ¿Cómo pude ser tan ciega de amor? Esas son las típicas preguntas que nos hacemos las chicas que hemos sido engañadas, pero todas sabemos que las pruebas, las señales y las banderas rojas siempre estuvieron allí, solo que no queríamos verlas. Las consecuencias de ser ciegas por decisión propia son las peores, pero no podemos devolver el tiempo y abrir los ojos cuando el daño ya está hecho.

Mi exnovio, el chico que yo creía especial y por el cual pensaba que me había sacado la lotería, resultó ser como aquel estiércol que parece chocolate, ese que parece delicioso pero resulta ser asqueroso. Sí, estaba ciega, quizás soy un insulto para los que verdaderamente son ciegos.

Observo mi teléfono con la aplicación de Twitter abierta y mi cara en cada post con más insultos de los que te puedes imaginar. Trato de respirar profundo y tranquilizar mi pobre corazón apachurrado, pero no sirve de nada; ya mis mejillas están mojadas y mis labios no dejan de temblar. "La famosa tierna chica de las flores resultó ser la peor zorra con su hermana menor". ¡Vaya! Ni siquiera tiene creatividad para odiarme, eso me decepciona un poco.

En mi vida jamás me imaginé ser la otra chica, la manzana de la discordia, la tercera persona que lo arruina todo. Siempre me imaginé siendo la única chica en la vida de un hombre y por lo mismo no sé cómo actuar ante una situación así, mucho menos cuando la otra persona involucrada es parte de mi familia. Si alguien del futuro me dijera que yo viviría esto, sin duda me le hubiera reído en la cara, porque siempre he sido esa persona que juzga más a la amante que al responsable y ahora resulta ser que me convertí en lo que más odio.

Mi ánimo está por el subsuelo, no he dejado de llorar y creo que podría regar todas mis flores con las lágrimas que he derramado estos días. Tampoco me ayuda que mi floristería esté vacía en septiembre, algo que nunca imaginé que pasaría. Este es el tiempo donde más rosas se venden debido al dicho que mi abuela mantuvo por tantos años: ella siempre decía que quien comprara rosas en septiembre en esta florería inevitablemente conocería al amor de su vida. No descarto que fuera solo una propaganda barata para vender más, pero hubo muchos testigos de que ese dicho era real. Así que es la primera vez que el negocio está solo en estas épocas del año; quizás ya no creen en ese dicho y creen más en las barbaridades que dicen de mí.

En mi distracción de hacerme como veinte coronas de rosas, suena mi celular con el nombre que más desprecio en la pantalla. Intento con todas mis fuerzas rechazar la llamada, pero mi impulso de querer insultarlo me gana y termino contestando.

—Que quieres, estiércol —contesto con desagrado.

—Tenemos que hablar, Dahiana, por favor —su voz suena nostálgica y algo desesperada, pero no le creo nada—. Estoy cerca de tu florería, por favor recibe el ramo de rosas.

—¿Qué mierda dices, Xavier?

—¿Señorita Dahiana? —De repente aparece un enorme ramo de rosas rojas tapando a un chico que las abraza y se asoma sonriente—. Esto es para usted, señorita, ¿me firma aquí, por favor?

—¿Tú mandaste esto, estiércol?

—¡Estoy llegando! —grita antes de colgarme.

—¿Qué mierda...? —El chico carraspea frente a mí y yo reacciono asintiendo para proceder a firmar mientras él me entrega las flores—. Muchas gracias.

Qué cínico, qué descarado, qué imbécil. Mi cara está por todos lados y él viene y encarga flores para mí, esto es como una burla, una humillación para mí. Escucho unos pasos acercarse y sé, no, estoy segura de que es él y me estoy preparando para lo peor. Debo ser cruel para que me deje en paz de una vez por todas.

Lleva semanas buscándome y no logra entender de ninguna manera lo grave que es ésta situación. Sostengo el enorme ramo de flores que me tapa la vista por completo y, sin pensarlo dos veces, se lo tiro a la cara y comienzo a golpearlo mientras suelto insultos al azar.

—Joder, ¿Pero qué te sucede...? ¡Pour les serpents, arrete! —escucho a alguien decir, pero yo sigo golpeándolo—. ¡Detente! ¡Solo vengo a comprar un maldito ramo de flores!

Esta vez me detengo en seco, comienzo a reaccionar poco a poco al verlo. Cabello negro, ojos un poco achinados y de un color negro profundo. No es él, no es mi ex. Definitivamente tanta belleza que está escupiendo pétalos de rosas no viene de ese estiércol. Es muy alto y atractivo para ser Xavier.

|Pour les serpents, arrete: Para las serpientes, detente|

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Rosas y Serpientes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora