Capítulo 5

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NOCHE DE TERROR

Me siento en la cama con el corazón galopándome a mil por un ruido que pronto se me hace conocido. Es mi reja. Alguien llama. ¿Acaso volvió Rolando y sus hombres? ¿Bernardo? Pensar en eso sí aceleró y paró mi corazón en un pequeño segundo. Sigo sola. Ojalá estuviera Camilo. Él sabría qué hacer. Bajo las escaleras con miedo. Debo abrir, no puedo evitarlo, si no lo hago, entrarán por la fuerza, ya sé que Meneses se consiguió una orden de cateo y no podré negarme a que entre, sin mi permiso si quiere.

Tomo aire y abro la puerta. Respiro aliviada.

―¡Doña Berta! ¿Qué hace aquí? ―pregunto algo molesta por haberme asustado de este modo.

―¿Cómo le fue con los oficiales? ―me consulta mientras voy caminando hasta la salida.

―Bien, bien, al menos no destrozaron nada.

―Y no encontraron nada tampoco.

―No había nada que encontrar.

Mi vecina sonríe de una manera extraña. Yo abro la reja por educación, más que por querer hablar con ella.

―Hace un poco frío y ha sido una noche larga, ¿me invita un café?

Me quedo de piedra, no sé qué decir. La señora sí y entra a mi casa sin mi permiso. En un momento quiero protestar, pero la mujer me hace callar con un gesto que me obliga a obedecer. Su actitud es, por decir lo menos, extraña. Mi invitada pasa las manos por debajo de la cubierta de la mesa, por la orilla de la cocina, hasta que su mirada se detiene en un lápiz en el suelo, que me muestra apuntando, sin palabras, como si no debiésemos hablar. Yo niego con la cabeza, ese lápiz no es mío. Doña Berta lo pisa y cuando saca su pie, unos cables habían saltado. Era un micrófono. Yo me quedo pasmada. ¿Quién había puesto micrófonos en mi casa? ¿Desde cuándo?

Las palabras de Rolando Meneses martillean en mi cabeza

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Las palabras de Rolando Meneses martillean en mi cabeza. ¿Y si fue Camilo?

Doña Berta sube al segundo piso, yo no hago nada por evitarlo. Ni siquiera subo detrás de ella de inmediato. Me quedo abajo pensando. Ella tarda, por lo que decido subir. Estaba sacando un dispositivo de la cabecera de la cama. Por eso Meneses sabía lo que había ocurrido. ¡Qué vergüenza!

Mi vecina me toma del brazo y me empuja con suavidad hacia la escalera. Una vez abajo, ella saca dos tazas y sirve un café para cada una.

Por ti, por mí, por ellos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora