Capítulo 17

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Cansados

Rolando está poniendo en orden todos los documentos que acusan a Bernardo Echeverría y que contienen los nombres de los involucrados en los casos de corrupción, narcotráfico, trata de blancas y fraude

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Rolando está poniendo en orden todos los documentos que acusan a Bernardo Echeverría y que contienen los nombres de los involucrados en los casos de corrupción, narcotráfico, trata de blancas y fraude. Tiene lo necesario para enterrar a ese hombre de una vez por todas. Camilo le había devuelto lo que había sacado de la oficina y le había entregado lo que él tenía, con lo que ya está completo el historial necesario para desbaratar la mafia en Chile.

Bernardo Echeverría lo llama en ese momento por teléfono.

―Necesito que vengas a mi oficina ―es el particular saludo del empresario.

―¿Ahora?

―Ahora mismo, es urgente.

―¿Qué ocurre? ―pregunta el oficial.

―No es para hablarlo por teléfono.

―¿Pasó algo?

―Más que algo.

―Voy enseguida.

Rolando guarda todos los papeles en una caja fuerte oculta en el suelo del pasillo de su casa y sale rumbo a la casa de Echeverría. En el camino recuerda, como si fuera hoy, el día que conoció al empresario.

La primera vez que lo vio fue en el entierro del padre de Camilo. El muy caradura tuvo la desfachatez de presentarse en el cementerio.

―Ten cuidado con ese tipo ―le advirtió su papá aquel día.

Solo eso. Nada más.

Por esa razón, memorizó su rostro, lo que le sirvió, cinco años más tarde, para reconocer en su nuevo jefe al tipo que no le daba confianza a su padre. Unir nombre y rostro al hombre que fue el responsable de la muerte de su papá, le hizo cuadrar algunas cosas, pero necesitaba pruebas y por ello es que decidió entrar a la mafia; así, desde dentro, podría conseguir las pruebas que necesitaba.

Rolando sonríe: ya tiene lo que requiere para hundir a Bernardo, al diputado involucrado, a los empresarios, y a sus compañeros, Raúl y José Miguel, que se vendieron en cuanto se dieron cuenta del dinero que podrían ganar. A todos y cada uno de los que cooperaron para llevar a cabo esos delitos, ensuciando la Institución y matando a sus propios hombres.

Rolando estaciona su automóvil en el primer subterráneo del edificio donde están ubicadas las oficinas de Bernardo Echeverría.

Algo le pone inquieto y, por más que mira alrededor no nota nada extraño. Se sube al ascensor, está vacío. No sabe si sentir alivio o preocupación. Llega al piso doce y puede respirar tranquilo.

Entra a Recepción donde Beva lo recibe con una enorme sonrisa.

―Buenas tardes, señor Meneses, le avisaré a mi jefe que ya está aquí.

Por ti, por mí, por ellos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora