Capítulo 22 (Kaitlyn)

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Maldije al instante. ¡Maldito Felipe! Nos ibamos a meter en problemas.

-¿Kaitlyn eres tu? -Lia preguntó.

-Si tía, soy yo -escuché el ruido del sillón crujiendo, se estaban levantando de él. Solté a Felipe, el cuál hizo una mueca quejándose de su dolor pero permaneció en silencio, y practicamente corrí al living.

-¡Hola! -saludé con ánimos y rápidamente les di un beso a cada uno.

-¿Como te fue? -dijo John algo confundido por mi veloz saludo.

-Bien, compré un lindo vestido, luego les muestro. Tengo que ir a hacer deberes para mañana, más tarde platicamos -me esfumé con la misma rapidez con la que entré.

Una vez en mi habitación con Felipe, mi cabeza entró en razón. ¡Este chico tenía el abdomen abierto! ¿Que se suponía que haría? Tendría que haberlo llevado al hospital, por Dios, podría terminar de desangrarse en cualquier momento. ¿En que pensaba? Mi cabeza daba vueltas y estaba haciendo una lista mental de todas las cosas que habían en casa para intentar arreglar esa herida. En cuanto miré a Felipe mi rostro palideció. La sangre se esparcía por su remera y se reunia en el piso, formando una gran mancha roja. Volví a maldecir.

Con mi mayor velocidad de reacción, lo recosté sobre mi cama luego de colocar una toalla en la misma. "The Smoker" se quejó.

-Presiona aquí, y resiste -le supliqué llevando su mano a la herida-, ya regreso.

Corrí (si, corrí) al baño enfrente de mi cuarto y tomé todo lo que encontré. Una vez en la habitación, cerré la puerta, maldije (otra vez) por no tener pestillo, y me dispuse a atender a Felipe. Sinceramente, no podía hacer mucho. La herida no era muy profunda, pero sí grande. Recordé algunas cosas de mi curso de guardavidas y de Grey's Anatomy. Si, sonaba chistoso, pero haber visto las 12 temporadas me inspiraba. Despejé mi mente y me dispuse a dar todo de mi. Limpié la herida con gasas pero esta comenzó a sangrar más, hice presión para detener la hemorragia. Era claro que esto necesitaba coserse, pero juro que no tenía idea de como hacerlo. A medida que pasaban los minutos mi desesperación crecía, Felipe balbuceaba palabras incomprendibles mientras se desangraba sobre mi cama y sin darme cuenta comencé a llorar. Lo miré directamente a la cara y sus ojos estaban fijos en los mios.

-¿Sabes coser? -pronunció antes de toser.

-¿Qué? -dije algo confundida. Sabia poco y nada sobre enhebrar una aguja y manejarla, esto terminaría mal.

-Princesa, debes coser eso ahora. Ve por una aguja y esterilizala, un poco de hilo -tosió-, y yo te guiaré.

Al parecer notó que yo desconocía el paradero de alguna aguja en la casa de los Kolson, pero no tardaría mucho en averiguarlo.

Luego de dar vuelta todos los botiquines del baño, pasar desapercibida por el living hasta llegar a la cocina y revisar en los cajones en busca de hilo, regresé a mi "sala quirúrgica". Esto daba miedo.

Felipe Newberry estaba moribundo en mi cama. Perdón, pero todavía no lo creo. Cuando me acerqué a revisar su herida, la hemorragia había disminuido y la sangre estaba coagulando correctamente. Enhebré la aguja con su ayuda y me posicioné encima de sus piernas para un mejor ángulo. Mis manos temblaron al penetrar su piel con la barilla de metal y entré en pánico, estaba cociendo un cuerpo.

-No puedo, no puedo, no puedo lo siento -pronuncié al tiempo que me echaba para atrás y me tapaba la cara con las manos, patética.

Felipe gruñó por mi movimiento brusco.

-Hey, mirame -no lo hice-, nena, mirame. Tu si puedes, mira todo lo que haz hecho por mi y yo ni siquiera sé tu nombre princesa -estiró su mano para tomar la mia-, tu si puedes, hazlo, Meredith.

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