Un expresso doble poco agradable

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“Posees un comportamiento y pensamientos muy dogmáticos”

Esas fueron las palabras que me dijo una vez Luttvan mientras discutíamos. Hirió mi ego, sólo un poco, pero cuando no le tienes aprecio a esa persona las palabras no se convierten en verdaderas armas afiladas. Unos días después ya no recordaba ese suceso, o al menos me obligué a no recordarlo. Seguí con mi vida, seguí con lo que creí importante pero hay ocasiones en las que me es inevitable rememorar algo de ese tipo.
Con el tiempo llegué a formar un lazo profesional con mi terapeuta, algo que terminó ocurriendo debido a que lo veía diariamente en el psiquiátrico. Sesiones de una hora, terapia grupal para desarrollar nuestra carente capacidad de socializar, y medicación obligatoria para mantener bajo control la parte más aberrante perteneciente a un ser humano como nosotros fueron los que me orillaron a parecer un sujeto de análisis que, gracias al arduo labor de institución en la que me encontraba, había progresado y olvidado esa página más deprimente de toda nuestra vida.

La realidad es que no he cambiado en nada. Sigo siendo la misma de hace un año, tengo los mismos pensamientos, las mismas actitudes y mi forma de expresarme no es algo que a la mayoría de personas les agrade.

Tengo unas cuantas ideas que son catalogadas como extremistas, pensamientos los cuales me han obligado a mantener en el lugar más recóndito de mi conciencia, soy de ese grupo de personas los cuales, según la sociedad, sólo puede ver la vida en blanco y negro.

Me desagrada tener que soportar a gente que tienen un comportamiento demasiado distinto al mío, me es molesto oírlas, me es aburrido interactuar con ellas y me es casi impensable congeniar con sus personalidades. No está entre mis intenciones el convivir a alguien que es tan opuesto a mi persona pero hay ocasiones en la que me es inevitable, como con Luttvan y mi familia, como con Russ o como con la persona que está a mi lado ahora, Jade, ellas son las que pueden hacerme ver la gama de grises que soy incapaz de percibir si me encuentro realmente sola... aunque es bastante difícil soportarla ahora.

Caminar junto a Jade cuando ha ingestado alcohol es de las más vergonzosas que puede sucederle a alguien. Ella no pierde el conocimiento, si sucediese eso sería un alivio, ella se mantiene en pie y da un show tan “bueno” del cual siempre se arrepiente al día siguiente. Por suerte hoy al parecer sólo soportaré su etapa de la euforia, ha bebido unos cuantos tragos pero al parecer no va a llegar a adentrarse en la confusión. Cantet camina ha su lado soltando pequeñas frases que parecen divertir a Jade y yo, abrazándome a mi misma por el frío, estoy en el lado opuesto a él, caminando hacia donde he aparcado la motocicleta mientras analizo mentalmente el último libro que leí por segunda vez.

Sebastián y Drake se han dirigido hacia otro lugar.

—Entonces el hombre soltó al perro y el perro cayó en la nieve. Lo hubieses visto, Cant —Jade se ríe inclinándose hacia adelante —el chihuahueño se hundió ahí y quedó atrapado, no se le veía ni la cola, lo más gracioso fue cuando el dueño lo llamó y el perro no respondía. Juro que fue de los mejores videos que vi en mi vida —respira con profundidad y exhala por la boca, tranquilizándose —. Después había otro de un perro al que le lanzan un trozo de carne y se le queda atorado en la cabeza, el perro no se da cuenta y se queda mirando hacia arriba como poseído y... y...

Al parecer no puede contener más la risa, su gran carcajada se escucha por toda la calle y se apoya en la pared más cercana, deslizándose por ella para terminar sentada en el suelo, sosteniéndose el vientre gracias al dolor que le brindan las carcajadas.
Un anciano que pasea a su perro pasa junto a nosotros y nos mira como si fuésemos vagabundos en medio del palacio de Buckingham.

La Filosofía de Bonnie GoslingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora